Bahía Blanca | Miércoles, 02 de julio

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Crimen del kiosquero: la inseguridad cambió los hábitos de los comerciantes del barrio Pedro Pico

 Tras la muerte del kiosquero Luis Omar García, algunos cierran más temprano, otros coordinan los horarios y al menos uno decidió “bajar la persiana”. 

Fotos: Emmanuel Briane - La Nueva.

Claudio Rodríguez Kiser / [email protected]

   Calles oscuras, árboles voluminosos y una muerte que nos duele a todos. A propios y a extraños. Comerciantes que dicen basta y otros que modifican su hábitos.

   El crimen del quiosquero Luis Omar García (60), registrado el pasado 14 de febrero en la calle Undiano al 400, marcó un antes y un después para los vecinos y en particular para quienes llevan adelante la actividad comercial en el sector.

   Hoy, la situación económica quedó en un segundo plano. La inseguridad que se palpa a partir del lamentable desenlace llevó a más de un propietario de negocio a alterar horarios, invertir más en luces, alarmas o rejas. Y hasta alguno llegó a tomar la decisión de bajar definitivamente las persianas.

   Es el caso de Alfredo, dueño de una carnicería en el sector. Una clara muestra de esta triste realidad.

   Dijo basta, luego de 23 años de trabajo en el mismo lugar.

   “El negocio es parte de uno, y si bien la situación económica es muy floja, me voy por la inseguridad. No se justifica lo que se gana por mi vida”, comenzó diciendo.

"Me voy por la inseguridad", dice Alfredo. Cierra su negocio.

   Agregó que “tomé la decisión definitiva. Ya tenía en venta las herramientas, aunque lo que le pasó a García me dio el último golpe o empujoncito. No tiene sentido seguir, porque son muchos años de laburo y a uno le quitan la vida en un minuto. Uno atiende bien y desea que entre gente a comprar, pero cuando es un desconocido dudas muchísimo si querés que entre o no. Y trabajar con llave no podés y, además, es peor”.

   “Tito”, como lo conocen en el barrio, comenzó como empleado del antiguo Frigorífico Bahiense y describió la situación en la zona.

   “Acá en el barrio vi pasar muchas personas corriendo y otras gritando que les habían robado. Es común que hayan hechos de inseguridad. Y eso que estamos a una cuadra de la comisaría Primera... Esto es tierra de nadie y realmente no se cuánto puede hacer la policía”.

   Para Alfredo, “el hecho de García es algo que cae muy mal”.

   “Junto a él hice el curso de manipulación de alimentos, por eso es aún más fuerte todo. La gente que viene a mi negocio me decía que era un hombre muy gentil. En verdad, como somos todos acá. Gente trabajadora y de barrio”.

   Admitió también que muchas veces el comerciante vive con “miedo constante”. 

   “Es que esto te afecta muchísimo. Que te maten por nada es increíble. Tranquilamente le puede tocar a cualquiera. Incluso, hace unos 4 años una persona entró al negocio y se sentó esperando para ser atendido. Empecé a pensar que estaba armado y llamé a la policía. Me equivoqué, pero hoy uno no sabe cuándo le puede tocar”.

   De la misma forma, señaló que el delito lo obligó a cambiar su modo de trabajar.

   “Antes me quedaba hasta las 21.30 o 22; ahora, a las 20.30 ya bajo las persianas. Hoy el tema es que todos los pibes vienen encapuchados y uno ya empareja a todos, más cuando pasa una cosa como esta”.

   “Incluso, los domingos a la mañana abría temprano, pero hoy los chicos andan pasados de rosca y entran queriendo que les venda cerveza. Por eso la policía me pidió que comenzara más tarde, para evitar problemas. También, puse rejas a partir de que una noche me cortaron los candados para entrar al negocio desde el patio”, añadió.

   Y comentó que “cuando empezó el ferretero (enfrente de su local) trabajaba hasta muy tarde. Aunque ahora tratamos de irnos todos juntos. ¿Si salgo armado?, solo con el cuchillito de trabajo, pero a veces es peor estar con un arma o algo”.

   Finalmente, Alfredo recordó algunos hechos de inseguridad sufridos. 

   “Hace 10 u 11 años había un flaco que todas las noches venía a última hora y le dábamos de comer -por entonces se laburaba muy bien-. Este muchacho venía tarde, miraba y se quedaba atrás del todo. Un día, en Navidad, mientras estaba afuera con el vecino y mi hijo dormía en la habitación del fondo, observó las llaves colgadas en el negocio, se metió por el patio, me rompió una puerta y escapó con la plata de la caja. Un vecino me dijo por dónde salió corriendo, por lo que mi hijo lo persiguió y yo me fui a la comisaría a avisarle a la policía. Lo localizaron enseguida, aunque apareció la mitad de la plata”, detalló.

   “Ese fue el único robo que tuve. Hace unos años había un par de personas afuera y justo llegó mi hijo con los amigos. Esos tipos entraron y compraron algo, y después nos enteramos que robaron a media cuadra del negocio, a una señora que vendía plantas”, cerró.

“Entre nosotros siempre nos ayudamos”

   Desde hace un año y medio Elián (29) atiende, junto a su hermana, una ferretería ubicada a dos cuadras del comercio en el que fue ultimado García.

   Nunca imaginó que podía ocurrir un hecho como el que sufrió el quiosquero, como tampoco esperaba que Alfredo decidiera irse del barrio.

   “Me enteré esta semana que 'Tito' vende todo. Es una lástima, porque entre nosotros siempre nos ayudamos cuando cerramos cada noche. Lo que pasó con García es una patada en los h... para todos nosotros. Mi hermana, que es la dueña de este local, trabajaba en la esquina del quiosco y el trato con él era diario”, relató el joven.

La ferretería que atiende Elián cierra más temprano después del caso del quiosquero.

   Dijo que “más allá de conocerlo por ser de acá, esa noche (por el pasado jueves 14) nos fuimos todos tarde y nos podría haber pasado a cualquiera. Observando el monitoreo de la alarma comprobé que justo en el horario en que ocurrió el hecho, nosotros nos estábamos yendo. Se te pasan muchas cosas por la cabeza”.

   Rápidamente hubo cambios en la modalidad de trabajo.

   “A partir de esto decidimos irnos más temprano y trabar bien la puerta. Más que eso no podemos hacer, porque este local no da para atender con la puerta cerrada”.

   El joven sostuvo que se toman día tras día nuevas medidas para combatir la inseguridad.

   “Desde lo que pasó con la chica del Rucci (por el crimen de Agustina Bustos), cuando vienen chicos a comprarnos la latita de pegamento tratamos de no venderla más. Uno muchas veces la vendía por miedo, pero si ellos terminan haciéndole algo a algún colega del barrio la conciencia no te va a dejar tranquilo”. 

   “Acá, lamentablemente, no podés hacer muchas cosas más, porque incluso la comisaría está a la vuelta y los efectivos prácticamente pasan todos los días por el negocio. Muchas veces no tienen los recursos necesarios”, opinó.

   Elián dijo que “después del hecho, durante toda la semana el patrullero estaba instalado en la esquina de Undiano y hasta que no nos íbamos ellos tampoco lo hacían. Siempre buscamos estar dos atendiendo y según la hora vemos si trabamos la puerta, pese a que en verano siempre se extiende este horario”.

“La única solución es drástica”

   Cristian (41) instaló hace tan solo cuatro meses un quiosco que atiende junto a su familia en ese sector del macrocentro. 

   Su visión va más allá de un cambio de rutina o inversión en mayor seguridad. Para él, “la única solución es drástica, y ni la policía la puede dar”.

   No obstante, sostuvo que “a mitad de cuadra es donde más oscura está la zona y, además, tenés árboles viejos y enormes, pero si los sacás la Municipalidad te pone multa por cualquier cosa”.

   “Uno no tiene muchas medidas para tomar, porque si no vivís encerrado. Acá lo que le pasó a este hombre no se lo deseamos a nadie, pero ya es algo habitual. Si no es uno por mes, es un poco menos. Hoy te matan por cualquier cosa”, señaló.

Para Cristian, la policía está atada de pies y manos.

   También comentó que “les deseo lo mejor a ellos, porque no es justo que cierren por culpa de estos delincuentes. Pero, ¿cómo hacés para solucionarlo? No podés vivir con la puerta cerrada. A ellos (por los García) les debe pasar lo mismo”.

   Cristian contó que escuchó los tiros desde su negocio e incluso vio pasar gente corriendo.

   “Vi muchísimas situaciones sin poder tener solución a lo que pasó. Uno puede poner cámaras y algunos reflectores más afuera, aunque si te tiene que pasar, va a pasar. En mi negocio hasta tengo portero, pero nada me garantiza que después de abrir la puerta no me pongan un arma en la cabeza. La policía está a una cuadra y media y ahora que pasó esto pasan cada rato, aunque ellos están atados de pies y manos, si los chorros entran y salen a la media hora”, sostuvo. 

   El hombre comentó que “mi señora está muy asustada, pero es muy difícil todo. Hay que estar en la situación también y nadie te da la solución ante un hecho así. Esto te puede pasar a cualquier hora. Acá es peligroso en todo momento”.

   Y cerró con una crítica al sistema.

   “Hoy los derechos humanos son solamente para los chorros. Las leyes están mal utilizadas y ese es el gran karma. Hoy a estos chicos el padre no se los devuelve nadie. No es justo”.

“Estas cosas dan miedo”

   Diez días antes de la fatídica noche del 14 de febrero, Verónica (43) trasladó su zapatería al barrio. Si bien la mujer dijo ser optimista, no ocultó su temor frente a la inseguridad.

   “Nosotros nos mudamos a este barrio una semana antes de que pasara lo de García. Ese día cerré cerca de las 21 y cuando me iba a para mi casa vi que estaba cortada la calle y me enteré recién cuando observé las noticias. No lo conocía al hombre, aunque el día anterior había ido a comprarle”, relató. 

"Estas cosas dan miedo", asegura Verónica, dueña de una zapatería.

   La mujer sostuvo que “estas cosas dan miedo, pese a que particularmente soy una mujer positiva. Una toma recaudos, como por ejemplo cerrar más temprano, como también lo hicieron otros locales de esta zona”.

   Al mismo tiempo, aseguró que “en este negocio no podemos poner rejas, aunque sí alarma. Por suerte, nunca nos pasó un hecho de inseguridad. Ni en este tiempo acá, ni cuando lo tenía en el centro”.

Se cree que el mayor fue autor del disparo

   Los jóvenes de 17 y 18 años detenidos con relación al homicidio en ocasión de robo del quiosquero Luis Omar García están considerados coautores del hecho.

   Sin embargo, uno de ellos disparó. Se cree, a partir de la prueba testimonial y pericial reunida en la causa, que fue el mayor, Gianfranco Pires Coronel, quien le tiró al quiosquero por la espalda luego de que el comerciante resistiera el robo en su local de Undiano al 400.

   La investigación se abrió rápidamente porque el padrastro del más chico -un hombre de 39 años- se presentó espontáneamente en la guardia de la comisaría Primera, poco después del hecho, y lo entregó.

   "Se mandó una macana y no quiero represalias en mi casa", dijo el hombre a las autoridades.

   Los testigos confirmaron que quien manejaba la moto (negra, ruidosa y sin el guardabarros trasero) fue el más activo de los delincuentes, aunque los dos cubrían sus rostros con sendos cascos.

   También figura en la causa judicial que fueron dos los disparos que ejecutó el mayor, uno contra García y el otro al aire, antes de la fuga, para intimidar al resto.

   La entrega del menor en la comisaría facilitó la investigación, que avanzó claramente durante la madrugada siguiente al delito, que se produjo la noche del jueves 14.

   Hubo un allanamiento en un domicilio de Salvador Mazza al 1900, donde se secuestró la moto, mientras que en Pacífico al 3100, luego de una persecución y fuerte resistencia, cayó el mayor.

   En la casa de la abuela del joven, también en la zona del barrio Noroeste, encontraron el arma que se habría utilizado en el hecho, calibre 32 (el mismo que el proyectil extraído durante la autopsia). Estaba dentro de una bolsa verde, entre unas plantas en el fondo del patio. En el interior de un Fiat 128, en tanto, secuestraron una campera azul oscura y un par de guantes.

   Los testigos reconocieron algunas de las prendas secuestradas como las que vestían los ladrones.

   La secuencia del hecho que pudieron armar los investigadores es la siguiente: Luis García trató de evitar el robo y sacó al asaltante de su negocio aunque, al darse vuelta, recibió un tiro por la espalda que le costó la vida. Antes de escapar en la moto, el conductor -el mismo que le disparó al comerciante- realizó un disparo al aire.

   Por ese motivo los dos detenidos están acusados de homicidio criminis causa (matar al no lograr el fin propuesto al intentar otro delito, en este caso el robo), en concurso real con robo agravado por el empleo de arma de fuego apta para el disparo en grado de tentativa, agravados por la participación de un menor.