Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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¿Por qué se destacaba Lito adentro de la cancha?

Lejos de ser talentoso, resolvía casi todo bien.

Por Fernando Rodríguez / ferodriguez@lanueva.com

   A mí me contaron que Lito Fruet no picaba bien la pelota, que tampoco era demasiado alto, que no tenía la técnica de los mejores tiradores... “¿Entonces? ¿De qué me hablan?”, me adelanté a preguntar esa vez.

   Claro, faltaba la otra parte. A Lito no le robaban fácilmente la pelota, estaba siempre dispuesto a buscar rebotes -bajaba unos cuantos- y, además de meter puntos, sumaba generalmente con esos que no todos tiran en momentos calientes y que cuentan más de lo que indica la fría estadística.

   Era ese jugador que nunca se daba por vencido. Ese capitán que, con un golpe de timón, era capaz de dar vuelta un partido en medio de la tormenta.

   Con los años fui conociendo más a Lito. Ya estaba retirado. Su porte imponía respeto. Estaba siempre impecable. Tenía una voz inconfundible. Era un placer escuchar sus historias que, lógicamente, estaban relacionadas al básquetbol bahiense.

   Hoy, cuando amanecí con la noticia, se me vino a la memoria la imagen imborrable de Lito acompañando al coche fúnebre trasladando los restos de su amigo Beto Cabrera.

   Ese día se le había ido una parte de su historia. Como al básquetbol al mismo.

   Pasaron poco más de 18 años y hoy el deporte de la ciudad perdió a otro referente, un sinónimo de sacrificio, espíritu combativo y ganador.

   Un ejemplo de que para estar entre los mejores, no siempre es prioritario ser talentoso.