Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Jugaba en River, murió trágicamente a la salida de un entrenamiento y el fútbol argentino se olvidó de él

Debutó en la primera fecha del Apertura 1990, dos meses después el joven de 21 años perdió la vida en un accidente automovilístico a pocos metros del Monumental. “Se siente, se siente, Batista está presente”, lo recordó la hinchada al partido siguiente.

Como suele ocurrir con todos los equipos en la fecha inaugural de cada torneo, River presentó varios debuts --cuatro- al comienzo del Apertura 1990, la denominación que entonces tenían los torneos que se jugaban durante el segundo semestre del calendario.

Hace 35 años, el estreno del equipo dirigido por Daniel Passarella, ante Deportivo Español en la cancha de Huracán, fue también la primera vez con la camiseta de River para Juan Amador Sánchez, Ramiro Castillo, Leonardo Andrés Fernández y Carlos Gabriel Batista. Trágicamente, a tres de ellos --los últimos mencionados-- los esperaba una muerte demasiado temprana.

Batista, incluso, perdería la vida durante ese mismo semestre, antes de que terminara el torneo, todavía como jugador de la Primera de River. El sábado 27 de octubre, a metros del estadio Monumental, el punta de 21 años y que llevaba cuatro partidos (todos como titular) en la mayor de la Banda, sufrió un accidente automovilístico fatal a la salida de un entrenamiento.

Sin relación familiar con Sergio “Checho” Batista --campeón del mundo en 1986 y jugador de River entre 1988 y también 1990--, la historia de 'Gaby' Batista (era llamado por su segundo nombre más que por el primero) es poco recordada o directamente desconocida. Al día siguiente, el domingo 28 de octubre, River visitó otra vez la cancha de Huracán, esta vez para enfrentar al equipo local, y la hinchada cantó “Se siente, se siente, Batista está presente”.

Tres días después del debut en el Apertura, ante Español --hoy en Primera C pero entonces un participante habitual en la máxima categoría--, River debía jugar los cuartos de final de la Copa contra Independiente. Fue entonces que Passarella decidió apostar por un equipo alternativo. Contra los pronósticos, Batista entró como titular: no había estado ni siquiera en el banco de suplentes en tiempos en que sólo había cinco relevos y dos cambios por partido.

En realidad, ninguno de los cuatro debutantes de River en su estreno del Apertura 90 eran lo que en la actualidad se denomina “jugadores que venden tickets”.

Desde Platense llegaba Juan Amador Sánchez, defensor central de 29 años, una edad que entonces valía el adjetivo de “experimentado” o “veterano” y desde Argentinos Juniors se sumaba Ramiro Castillo, un volante creativo boliviano que también había tenido un buen paso por Instituto. También desde el Bicho se incorporaba a préstamo Leonardo Fernández, un delantero joven, de 20 años. Y Batista, a su vez, era el único de los cuatro debutantes surgido en las divisiones inferiores de River.

Aquel 19 de agosto, sin muchos de los habituales titulares, el remechado River venció 1-0 a Español en la cancha de Huracán. Con el número 11, el debutante Batista completó los 90 minutos y dejó buenas sensaciones. Como suele ocurrir tras cada debut, la prensa del día siguiente explicó quién era. Además de los datos biográficos (tenía 21 años, había nacido el 7 de enero de 1969, había entrado en el club a los 10 años y siempre había jugado en las Inferiores de River), los diarios y revistas pusieron énfasis en que debió jugar en un puesto que no era el suyo: habitual delantero derecho, Passarella le pidió que se moviera como volante con compromiso defensivo.

“Lo llamaron de urgencia y cumplió. Tuvo que volantear defensivamente”, publicó la revista Sólo Fútbol. “Cumplió. Se ve que tiene condiciones”, agregó El Gráfico, que puntualizó que en las Inferiores jugaba de “puntero derecho, de número 7”.

“Fue mi debut absoluto en Primera. Se ve que Passarella confió en mí porque me puso en un puesto que no es el mío”, dijo el propio Batista, quien con el correr del campeonato fue perdiendo terreno hasta volver a actuar en Reserva.

Hasta que el sábado 27 de octubre ocurrió una tragedia incomprensible. A la salida del último entrenamiento previo al partido del día siguiente --River debía visitar a Huracán en Parque Patricios, aunque Batista no se concentraba con el plantel profesional--, el jugador de 21 años dejó el Monumental por avenida Cantilo rumbo a la General Paz. Apenas recorrió 700 metros cuando su auto fue embestido desde atrás y salió volando hacia una trampa mortal: las aguas del arroyo Medrano que pasan por debajo de Cantilo.

Soterrado en todo su curso bajo el Parque Saavedra y las avenidas García del Río y Comodoro Rivadavia, el segundo arroyo entubado más importante de Buenos Aires -detrás del Maldonado- queda al aire libre justamente entre Cantilo y el Río de la Plata. En la actualidad, pegado al nuevo predio de River, continúa sin ser soterrado. O sea, es una ínfima lengua de agua al aire libre en la ciudad. Pero en este caso resultó fatal.

Aun con algunas imprecisiones -por ejemplo, una mención a la avenida Lugones en vez de Cantilo-, Clarín publicó al día siguiente algunos detalles del desastre. “Batista iba con otro joven en un Ford Sierra que, al ser chocado por un BMW, cayó al arroyo Medrano. El choque ocurrió poco después de las 18.50 cuando ambos autos circulaban a gran velocidad. En el auto iban Batista y Claudio Lamaestra, de 22 años. Detrás del Sierra, y a poca distancia, circulaba el BMW ocupado por (el nombre de dos jóvenes mujeres)”.

Más de aquel artículo de Clarín, publicado en su sección Policiales: “Fue entonces cuando, por causas desconocidas, el BMW chocó en la parte posterior al Sierra. Debido al impacto, el Sierra rompió el guardrail de la avenida y se cayó, desde siete metros de altura, al Medrano. El Sierra dio una vuelta en el aire y cayó sobre el lecho del arroyo, de un metro de profundidad. Batista y Lamaestra murieron inmediatamente”. Dos días después, el mismo diario informaría que una de las dos chicas del BMW, Carola Fortnes, también había perdido la vida.

Los bomberos y el destacamento de buzos de la Policía necesitaron una grúa y tardaron dos horas en sacar del Medrano los cuerpos de Batista y su compañero, que habían quedado atrapados en el auto. Según publicó Solo Fútbol, el propio Passarella se acercó a la comisaría esa noche y confirmó que una de las víctimas se trataba de Batista, hasta entonces no reconocido.

Enterados de la noticia, los jugadores de River -en la concentración del Monumental, a pocos metros del accidente- entraron en shock. Muchos de ellos lloraron. Al día siguiente en Parque Patricios, en el vestuario visitante de la misma cancha en la que Batista había debutado en la Primera dos meses atrás, Passarella les dijo a sus jugadores antes del partido con Huracán, por la 11ª fecha: “Ganemos por él”.

River salió a jugar con un brazalete negro. La hinchada cantó más de una vez "Se siente, se siente, Batista está presente”. Con gol de Da Silva, River venció 1-0 a Huracán y volvió a la punta -perdería el Apertura en la última fecha ante el Newell’s de Marcelo Bielsa- pero en el vestuario no hubo festejos: los jugadores y el cuerpo técnico debían partir hacia el velatorio del jugador, realizado ese mismo domingo en una cochería de avenida Maipú, en Vicente López.

En algún lugar de la historia de River, Carlos Gabriel Batista sigue presente.