Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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La historia de Uma: Bahía se mueve y el hambre se va

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com
La historia de Uma: Bahía se mueve y el hambre se va. Blog colectivo La Nueva. Bahía Blanca

   Son las 12. Es sábado. Otra vez el barro me obliga a pasar con cierto equilibrio por el borde de la calle Morel, en el barrio 1810. Detrás de una montaña de escombros veo por fin la casa de Uma. Rita recibe a la gente: despide a una persona y llega otra. También la llaman. Bahía se mueve por Uma.

   La nena se asoma por la puerta. Mira con la misma seriedad que la semana pasada, pero ahora luce una hermosa campera rosa de peluche. En su mano tiene una muñeca nueva. Es uno de los tantos juguetes que recibió Uma y que anoche la desvelaron. Le pregunto si está contenta y mira a su mamá, queriendo encontrar en ella una respuesta.

   Uma todavía no entiende qué pasa. Mira con asombro las caras desconocidas que llegan y las numerosas cajas que se agolpan en su casa hasta casi dejarla sin espacio. También observa los carteles con mensajes de aliento y pronta recuperación.

   Una cocina, una estufa eléctrica, ropa, leche, carne, frutas, alimentos no perecederos, pañales, artículos de limpieza, frazadas, acolchados y más. Mucho más.

   “No sé como agradecerle a la gente de Bahía. Nunca vi la heladera tan llena”, dice la abuela de Uma y se le llenan los ojos de lágrimas.

   “Ya nos trajeron de todo. Lo agradezco de corazón y pido que ahora ayuden a otros nenes. Uma ya tiene todo lo que necesita y a mí me ofrecieron trabajo”, agrega Rita, la mamá de la nena.

   Este mediodía una señora se acercó y le propuso que limpie su casa dos veces por semana. Una vez que Uma mejore, le aumentará los días. Incluso le prometieron contactar al tío Luis para que trabaje haciendo muebles, como a él le gusta.

   Y eso no es todo: dos mujeres le ofrecieron llevar a la nena al Hospital Municipal para que los médicos la controlen periódicamente.

   El mediodía le deja paso a la tarde. El sol brilla más que nunca en el barrio 1810. La solidaridad de la gente hizo posible que Uma tome hoy, después de mucho tiempo, una leche calentita: la leche que su estómago necesita.

   Aunque el camino de recuperación recién comienza, se respira alivio. Un alivio que llega después de tantas idas y corridas a la guardia, de tantas advertencias médicas, de tantas agujas lastimando el bracito de la pequeña Uma, de tantas puertas que no se abrieron. En dos días cambió la vida en esa casita de ladrillo y chapa: un poco de humanidad pudo saciar al fin el hambre.

   Se hace difícil controlar la emoción. Me endurezco, respiro y trago. Intento mantener la postura. Aunque el periodismo es una profesión bien humana, hoy no hay lugar para las lágrimas. Camino por el pasillo y me alejo con la sensación de que no todo está perdido.

   Uma no dice nada. Solo mira y mira. Está desconcertada. Sale con su muñeca al patio y entierra sus manitos en el barro. Las saca y me mira. Su mirada es pura inocencia, pura ternura. Se aleja. Llegó la hora de la comida. Y el plato principal es carne. No hay nada más que decir: todo valió la pena.

Notas relacionadas

* Uma tiene casi 2 años y pesa sólo 9 kilos: está a 600 gramos de caer en desnutrición.

* "Uma está totalmente asistida desde el sistema público de salud", afirman desde la Comuna.

* "La familia de la nena no miente", dijo la encargada del merendero al que va Uma.

* La empresa que hace la leche que Uma no rechaza dijo que donará al menos 7 latas.

* "Nunca tuve la heladera tan llena", contó la abuela de Uma tras recibir las donaciones.