Llegan los cauquenes: un símbolo de conservación y cambio de conciencia
Su presencia en los campos cercanos a nuestra ciudad refleja los frutos de un cambio colectivo de percepción y gestión ambiental.
Desde mediados de junio, bandadas de cauquenes migratorios están arribando a la región de Bahía Blanca, procedentes de la Patagonia argentina y chilena, en busca de climas más benignos.
Estas aves recorren más de 2.000 kilómetros para instalarse temporalmente en áreas de Río Negro, La Pampa y el sur de Buenos Aires, donde permanecerán hasta agosto.
Su presencia ofrece una oportunidad única de observación y concientización sobre la importancia de protegerlas.
La llegada de los cauquenes no es solo un fenómeno natural extraordinario, sino también un símbolo de resiliencia y reconexión con la naturaleza.
Su presencia en los campos cercanos a nuestra ciudad refleja los frutos de un cambio colectivo de percepción y gestión ambiental, recordándonos que conservar no es solo proteger especies, sino también construir un vínculo más sano con nuestro entorno.
Del exterminio a la protección
Históricamente, los cauquenes fueron considerados una plaga agrícola, perseguidos por su supuesto impacto negativo en los cultivos. Esta percepción llevó a su casi extinción debido a la caza furtiva y la falta de políticas de conservación.
Hoy, ese escenario cambió radicalmente: organizaciones como la Fundación Azara y el grupo GEKKO de la Universidad Nacional del Sur (UNS) trabajan desde hace años para revertir esta imagen y visibilizar que estas aves no solo no dañan la producción, sino que cumplen un rol ecológico clave.
Argentina alberga cinco especies de cauquenes, de las cuales tres son migratorias:
--Cauquén colorado
--Cauquén cabeza gris
--Cauquén común
Todas ellas están legalmente protegidas y su caza está prohibida en todo el país debido a su frágil estado de conservación.
El cauquén colorado es el que enfrenta mayor riesgo, catalogado como en peligro crítico de extinción desde 2017. Se lo considera una de las diez aves más amenazadas de Argentina, lo que refuerza la urgencia de conservar sus hábitats y rutas migratorias.
Educación y participación comunitaria
Además del trabajo con productores agropecuarios, la Fundación Azara impulsa desde hace cuatro años acciones educativas con escuelas de Buenos Aires y Tierra del Fuego, dos puntos migratorios estratégicos.
Los docentes y estudiantes desarrollan actividades pedagógicas, que luego se comparten en sus comunidades y en la plataforma educativa de la fundación, contribuyendo a la difusión de valores de conservación y al cuidado de la biodiversidad.
Hernán Ibáñez, de la Fundación Azara, comentó que, además de todas las acciones realizadas para cambiar la percepción de los productores agrícolas ganaderos sobre estas aves (a las que llamaban popularmente “avutardas”), desde hace 4 años empezaron a interactuar con escuelas bonaerenses (de nuestra región) y de Tierra de Fuego, ambos puntos migratorios clave para la especie.
Se invitó a los docentes a generar actividades en las aulas con sus estudiantes para difundirlas en sus comunidades y en la plataforma educativa de la Fundación.
“Se puede concientizar a los productores para que entiendan que deben compatibilizar la producción con la conservación de estas especies. Que estas especies no provocan daños como ellos consideran, para nada, al contrario. Debemos evitar el arreo con avionetas y denunciar a los cazadores ilegales, si los hubiera”, señaló.
Y añadió: “La idea es que los chicos puedan prestar una mayor atención a los cauquenes y que logren identificarlos. Buscamos sensibilizarlos, que se conozcan entre sí y que puedan compartir sus vivencias y aprendizajes”.