Bahía Blanca | Martes, 29 de julio

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Cambio en los patrones de consumo: ¿cuál es la estrategia que debe definir la Argentina?

“Debemos entender qué quieren los consumidores. En ese sentido, para nuestro país existen oportunidades de cambiar a partir de una mejor productividad”, dijo el Ing. Agr. Marcelo Regúnaga, del Grupo de Países Productores del Sur.

El maíz resulta clave en el esquema productivo argentino. / Fotos: Rodrigo García-La Nueva. y Archivo LN.

“El tema a resolver es cómo definimos una estrategia pública y privada que se base en la competitividad, con un fuertísimo componente de innovación y, a partir de entonces, discutir la inserción internacional”.

Lo dijo el Ing. Agr. Marcelo Regúnaga, coordinador del Grupo de Países Productores del Sur (GPS), a la hora de plantear los desafíos y oportunidades que enfrenta el sector agropecuario nacional en un contexto global en constante cambio.

“El escenario internacional es bastante complicado y está generando un desorden importante. Hoy, en buena medida, el comercio tiene que ver con la geopolítica. Y uno de los factores más disruptivos es la figura de Donald Trump (el presidente de los Estados Unidos), quien prácticamente está destruyendo el multilateralismo”, añadió.

“Esto implica que países chicos, como la Argentina, tienen una enorme dependencia de los sistemas multilaterales. Si ahora dependemos de esta buena voluntad o de alguien de China no se trata de un problema menor”, sostuvo.

“El proteccionismo, aunque por ahora se enfoca en otros sectores, nos puede llegar a afectar también al sector agropecuario”, aseguró Regúnaga, en el seminario de la Fundación Producir Conservando (FPC) acerca de la demanda mundial de alimentos.

“Además, el mundo está cambiando en los patrones de consumo; es decir, debemos entender qué quieren los consumidores”, dijo.

También citó a los conflictos bélicos, a los relevantes impactos del cambio climático y a la citada revolución tecnológica. “En este sentido, un tema no menor es la fuerte caída de la cooperación internacional en ciencia y tecnología, ya que Trump está desfinanciando buena parte de ese sistema mundial”, explicó Regúnaga, quien también es miembro del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI); del comité asesor del Programa de Innovación y Bioeconomía del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) e integrante del Steering Group del Consejo Asesor Internacional sobre la Bioeconomía Global (IACGB).

Con exportar aceites y subproductos de maíz (de bajo valor) se podría aumentar el valor con inversiones en biojet.

En cuando a los commodities, sostuvo que mantienen alta variabilidad y que la dependencia argentina a esa volatilidad se convierte en todo un desafío.

—Más allá del complejo panorama ¿dónde radican las oportunidades para el país?

—Es importante, que existe un volumen de crecimiento muy grande. Hay oportunidades de cambiar mejorando la productividad, ya que Argentina está atrasadísima en lo que ha pasado en los últimos 30 años en aumentos de productividad, pero el potencial es enorme. También se puede agregar valor a la producción. Por ejemplo, podríamos estar exportando mucho más carnes y lácteos en lugar de solamente granos.

“Tenemos una enorme chance para desarrollar productos diferenciados, como los halal para los países de Medio Oriente y petroleros; orgánicos y otros atributos ambientales.
“Un ejemplo concreto y de gran potencial es el biojet (NdR: combustible de aviación sostenible). Somos uno de los países con más oferta disponible exportando aceites y subproductos de maíz con bajo valor y, por eso, podríamos aumentar enormemente el valor con inversiones en biojet. Esto nos permitiría mejorar los precios de exportación, ya que hoy vendemos en gran medida commodities”.

—Para aprovechar estas oportunidades es crucial aprender de la experiencia de otros países. ¿Qué están haciendo Australia o Chile, por ejemplo?

—Realizamos un estudio y hay dos aspectos muy importantes. El primero es la estructura institucional que tienen estos países exitosos, con un sector público muy coordinado y articulado entre todos los ministerios, lo cual es clave para un enfoque de cadenas de valor. Miramos cómo trabajan, por ejemplo, el Ministerio de Agricultura con la cancillería y el comercio.

Ing. Agr. Marcelo Regúnaga, coordinador del Grupo de Países Productores del Sur (GPS).

“Por otro lado, en estos países el sector privado es un agente clave que ayuda a definir las negociaciones y toda la agenda de comercio y producción. Ellos apoyan el desarrollo del sector privado desde un marco legal, siendo muy importantes en la definición de políticas comerciales y de ciencia y tecnología. Por ejemplo, Australia tiene 15 instituciones, la mayoría de ellas segmentadas por cadenas de valor, con muchísima financiación y dedicadas a apoyar el comercio y la investigación.

“La entidad de carnes australiana gasta el 70 % de su presupuesto en promoción del comercio y el 30 % en investigación. Esto demuestra la integración entre lo comercial, lo productivo y la innovación tecnológica. Esta es una gran diferencia con la Argentina. Además, estos países tienen un contexto macroeconómico estable y algo muy importante: ninguno de ellos discrimina contra la agricultura”.

—Considerando estos modelos exitosos, ¿cuáles son las debilidades o desafíos principales que la Argentina debe superar si pretende mejorar la competitividad?

—Hoy no somos competitivos, en parte, porque no hemos logrado en forma total la estabilidad macroeconómica y se sigue discriminando a la agricultura, lo cual es un gran desafío. Nuestras exportaciones no han crecido mucho y están muy concentradas en pocos mercados y pocos productos. Esto nos hace muy vulnerables a la variabilidad de los commodities.

“El proteccionismo, aunque por ahora se enfoca en otros sectores, puede llegar a afectar también al sector agropecuario”.

“También tenemos muy limitados acuerdos comerciales, aunque el Gobierno ha empezado a avanzar en esta agenda. Pero la debilidad más profunda está en la estructura del sector privado y también del sector público en materia de especialización en temas de producción y comercio exterior. Nuestro sector privado tiene una debilidad institucional enorme, no poseen fondos para hacer promoción comercial, inteligencia de mercados ni promover investigaciones, lo cual es fundamental. Esto se refleja en que el precio promedio de exportación de la Argentina es de 400 y pico de dólares, mientras que el de Australia es más del doble; el de Malasia el triple y el de Nueva Zelanda mucho más”.

—¿Cuáles serían las acciones que se deberían tomar en el corto y mediano plazo?

—Creo que no estamos maduros. Y por eso tenemos que empezar de a poco. Los primeros pasos críticos incluyen a alcanzar el acuerdo político sobre qué queremos para el sector, a los fines de que sea validado por la sociedad. También abordar el complejo tema de la coordinación interinstitucional entre el sector público y con el sector privado, así como fortalecer las agencias públicas y diseñar una red eficaz para una inteligencia comercial generada desde la base.

“Asimismo, necesitamos una discusión profunda en el Congreso sobre la estructura del sector privado y cómo la financiamos, para que puedan promover el comercio, la inteligencia de mercados y la investigación. En este sentido, es fundamental la creación del entorno económico y comercial para crecer e invertir, lo que implica lograr la estabilidad macroeconómica y la no discriminación del sector agropecuario”.

—¿Y respecto de la estrategia de inserción comercial?

—Hay que empezar por tener un mapeo de los mercados relevantes y la inteligencia comercial para cada uno. El Gobierno ha empezado con una agenda proactiva de negociación de tratados, lo cual es positivo. Más allá de negociar tratados, es clave cómo negociamos accesos y contar con una estructura de representantes en los mercados, como hace Chile en China. El posicionamiento internacional de los productos para obtener mejores precios también es vital.

“Finalmente, en un horizonte más complejo, debemos pensar en una estrategia de rediseño de la estructura institucional que, hoy, Trump está destruyendo. De hecho, ya hay diálogos con europeos y otros países para pensar en una nueva herramienta que reemplace a la Organización Mundial de Comercio”.

Clave: sumar agregado de valor

—Ud. alude a la necesidad de construir bloques fundamentales para una estrategia a largo plazo. ¿De qué se trata?

—Primero, la Argentina aún no ha definido qué estrategia de crecimiento, basada en el comercio exterior agroindustrial, quiere tener. Es fundamental un acuerdo político sobre lo que pretendemos para el sector (validado por la sociedad).

De acuerdo con Regúnaga, los pilares fundamentales incluyen:

—Coordinación interinstitucional entre el gobierno y, a su vez, entre el gobierno y el sector privado. “Este es un tema no menor y muy complejo de resolver”, manifestó.

—Inteligencia de mercados: es crucial entender y manejar toda la información para una estrategia internacional, tanto en el sector público como en el privado.

—Mejora de la competitividad e innovación para crear un entorno para la inversión y el comercio. “Esto implica vincular la producción con el comercio y la innovación tecnológica pensando en las cadenas de valor y en lo que los consumidores demandan”, aseguró.

—Aumento de la productividad y agregado de valor. “Es decir, ir más allá de la exportación de granos para hacerlo con productos con mayor valor agregado, como carnes, lácteos y biojet”, explicó.

En estos tiempos es crucial entender y manejar toda la información para una estrategia internacional, tanto en el sector público como en el privado.

—Diversificación de productos y mercados para minimizar riesgos.

—Desarrollo de atributos de calidad para avanzar en sostenibilidad, bioseguridad, y productos diferenciados, tales como halal u orgánicos.

—Fortalecimiento de las agencias públicas y el diseño de una red para la inteligencia comercial.

—Discutir en el Congreso de la Nación la estructura del sector privado y cómo financiarla “ya que, hoy, presenta una enorme debilidad institucional”, aclaró.

—Crear un entorno económico y comercial favorable para crecer e invertir, eliminando la discriminación al sector agropecuario y asegurando estabilidad en las reglas de juego para inversiones a largo plazo.

—Se requiere de una estrategia de inserción internacional proactiva, que incluya mapeo de mercados relevantes, negociaciones de tratados, y un fuerte posicionamiento de los productos argentinos.