Soler y Las Heras: el último esfuerzo por salvar una vivienda con historia
Preservar el inmueble existente e incorporarlo al nuevo proyecto de edificio era el objetivo de los inversores para la icónica esquina. Pero la tarea se complicó...
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Soler y Las Heras. Una vivienda en esquina, de la década del 30, adquirida por inversores locales para ocupar el terreno con un edificio en altura. Con una particularidad, la voluntad, tanto del proyectista como de quienes dispusieron los fondos, de preservar el inmueble existente e incorporarlo a la nueva propuesta.
En la presentación, los inversores pusieron énfasis “en el respeto del patrimonio arquitectónico”, buscando preservar construcciones de estilo que, dijeron, “resignifican la identidad y el contenido cultural de Bahía Blanca”.
El inmueble en cuestión no está catalogado como bien de valor patrimonial arquitectónico, es decir que su demolición no tiene ningún tipo de restricción. La voluntad de preservarlo responde exclusivamente al criterio de los proyectistas.
La iniciativa apunta a construir un edificio de siete pisos apoyado sobre la vivienda, respetando su fachada, molduras, arcos, ornamentos y bajorrelieves. El interior se interviene completamente modificado para funcionar como hall de acceso.
En una negociación donde conservar la vivienda se presentó como un valor agregado a cambio de obtener algunas excepciones, la presentación municipal superó algunas objeciones,
Profesionales de la arquitectura, consultados por este medio, reconocieron que el criterio de edificar sobre algo existente es “un camino válido”, aunque remarcaron que es una intervención que exige ser resuelta “de manera adecuada”, generando la buena convivencia entre lo viejo y lo nuevo.
Manos a la obra
Iniciada la intervención, la realidad puso freno a la primera intención de mantener la totalidad de la fachada. “Cuando hubo que adaptar los muros existentes a la estructura del nuevo edificio, estos se comenzaron a debilitar”, se explicó.
Así que hubo que realizar una demolición más profunda, resignando la planta alta.
“Es doloroso para nosotros, pero es lo que pasó”, explicó la arquitecta Gina Porselli Piussi, autora del proyecto, quien desde un primer momento defendió la preservación de la casona.
El ingeniero Enrique Gil, calculista de la obra, detalló que al incorporar la estructura de hormigón se debilitaron los muros. “Se trabajó pensando en salvar la fachada, pero al ubicar las bases y columnas se complejizó la situación”, amplió.
En definitiva, se readecuó el proyecto que ahora llevará la planta baja en esquina de la vivienda original.
Que se va, que se queda
La vivienda semidemolida es conocida como La casa Rudolf, construida en 1930 por el médico Juan Enrique Rudolf.
Tenía dos accesos sobre calle Soler. Uno para la vivienda familiar, que daba a un gran hall ovalado que distribuía a la cocina, comedor y baños. El otro, para el consultorio, con sala de espera, otra para curaciones y una para rayos. En la planta alta se ubicaban cuatro dormitorios, toilette y baños.
La obra fue ejecutada por Justo José Querel, constructor local que en esa época llevaba adelante la sede de la biblioteca Rivadavia de avenida Colón 31 y el palacio de Tribunales, de Estomba 34.
Sobre Soler, a pocos metros de la esquina, se ubica otra obra de Querel que cuenta con varios rostros ubicados sobres las aberturas, balcones con balaustradas y una singular decoración con hojas de acanto.
Pegada, una casona del estudio del ingeniero Francisco Marseillán, que destaca su puerta doble de acceso, enmarcada con guardas y jerarquizada con una pesada cornisa.
Sobre Las Heras, finalmente, se puede admirar una fachada art decó, geométrica y escalonada.
Todo ese conjunto quedará ahora articulado con el edificio en esquina.
¿Cuáles son los modelos a seguir?
Existen varios ejemplos de edificios en altura apoyados sobre un inmueble preexistente.
En general se preservan las paredes exteriores, mientras que el interior se vacía por completo, readecuado para locales o convertirse en hall de acceso.
Sobre esta forma de proyectar hay posturas encontradas.
Hay quienes llaman al nuevo edificio como “estructura parásita” y mencionan que se trata de una alternativa de riesgo, pues las casas originales no fueron diseñadas para soportar nuevas estructuras y, en general, se compromete su seguridad.
Además, desde lo estético y simbólico, superponer lo nuevo sobre lo viejo puede generar un impacto visual negativo y desdibujar la identidad original.
Desde una mirada positiva, utilizar lo existente es una forma de aprovechar recursos y espacio en contextos urbanos cada vez más densos. Si se realiza con criterio técnico y sensibilidad arquitectónica, permite conservar parte de la historia mientras se adapta a nuevas necesidades.
La lectura de este tipo de proyectos se rige, en definitiva, por el mismo criterio para todo proyecto de arquitectura: buscar que prime la estética, el equilibrio, la armonía, la escala y la voluntad de sumarse a la ciudad de manera amable y respetuosa.
Ejemplos en el mundo
Los siguientes son algunas propuestas sobre esta particular convivencia edilicia.