Cómo volar en paratrike: "La gente piensa que es un midget con un parapente"
Fabián Meschini pasó por el Complejo Americano de Monte Hermoso y contó de qué se trata esta actividad.
Para demostrar que ni Mariana ni Mariano son dos personas que se queden tranquila dejando los pies en la tierra, este domingo en Bronceado estuvo presente Fabián Meschini, uno de los pocos instructores del país en dos disciplinas más que novedosas: paratrike y paramotor.
El primero de ellos es un vehículo con tres ruedas, un motor y un parapente que permite realizar vuelos; se trata de una modalidad de parapente que se puede utilizar para vuelos individuales o biplaza.
El paramotor, por su parte, es una suerte de parapente motorizado: es decir, un aerodino con un pequeño motor y un parapente. El piloto lo lleva en la espalda, como una mochila.
Amante de la dopamina y el viento, pero también cultor a ultranza de la seguridad, Fabián contó que el paratrike “es una aeronave con un ala flexible, una suerte de parapente con carrito de tres ruedas con motor, que permite despegar y subir hasta 4 mil metros”.
“La gente piensa que es como un midget al que se le engancha un parapente. Por supuesto: la altura la pone el piloto. A nosotros nos gusta ir pateando los yuyos”, cuenta, en el programa que se emite sábados y domingos de 14 a 17 por LU2.
Si bien a priori pareciera una actividad peligrosa, asegura que no lo es.
“Peligrosa es la gente que no tiene instrucción necesaria. Nos pasa que los que hacen su vuelo de bautismo, después quieren aprender a volar. Pero para ser piloto se requiere la misma preparación que para cualquier otro tipo de aeronave: hay que estudiar meteorología y aerodinámica, entre otras cosas”, destaca.
En ese sentido, explica que un paratrike “no es una bicicleta con motor, sino que es una aeronave”.
“Uno ocupa espacio aéreo y puede provocar un accidente”, aclara.
Sin embargo, la gente lo disfruta de cualquier manera, sin importar la edad.
“Es muy emocionante. He llevado nenes con problemas motrices, señoras y señores grandes, y todos aterrizan con una sonrisa, diciéndome ‘estuvo buenísimo”. Incluso, las mujeres son más osadas que los hombres”, explica.
A fin de cuentas, dice, “en el aire somos todos iguales”.
“Salir a volar implica enfrentarse con sus propios miedos, con uno mismo. Uno ve venir al pasajero y ya puede imaginar qué le puede gustar y qué no en el aire, pero con todos hago igual: “salgamos a pasear”, les propongo. Después muevo un poquito la aeronave y, si le gusta, seguimos. Si no, disfrutamos de un vuelo tranquilo”, explica Fabián.
En sus cursos tiene gente de todos lados, e incluso de fuera del país, como Chile y Perú.
“Para que una persona reciba la licencia de piloto, necesita de dos a cuatro meses, rindiendo la parte teórica y otra práctica. Soy bastante exigente. Si no están listos, no los dejo salir”, señala.
Para más información, consultar en @fabianmeschini.