Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Así hablaba el Golem de la Tormenta

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Ilustración enviada por Tatiana Woschinski 

Un día se alzó, no desde los cielos, sino desde las entrañas mismas de lo creado por el hombre. No era obra divina ni de la naturaleza pura, sino del pacto quebrado entre acero y aire, entre la ambición y la prudencia. Así hablaba el Golem, no con palabras, sino con rugidos de trueno y aliento de ácido:

“Yo soy vuestro hijo. Me engendraron los vapores que alimentaron las nubes, los residuos que saturaron la tierra, y el silencio de los que miraron sin ver. Soy la consecuencia de vuestra mano, el eco acumulado de vuestra negligencia.”

Y avanzó hacia la urbe como un profeta de caos, mientras los cielos oscuros proclamaban:
“Vosotros, que confiásteis en que los elementos se disiparían, olvidasteis que la acumulación engendra fuerza. En cada molécula de cloro que se alzó, en cada gramo de azufre que el viento dispersó, yo fui creciendo. No nací de una chispa divina, sino de una chispa industrial, de un rayo que encontró en mí su templo.”

Los hombres, aterrados, observaron cómo el Golem devastaba sin remordimientos, y su furia era implacable. Los techos caían, los ríos de agua tóxica se desbordaban, y los vientos huracanados arrancaban los vestigios de una paz que nunca fue. Pero aún, en medio del desastre, las palabras del Golem resonaban, más poderosas que el estruendo:

”¿Acaso no sabíais? Lo que sembráis no muere; se transforma. Yo soy la tormenta, y mi carne son vuestros excesos. No me culpeis, porque soy justo: devuelvo al mundo lo que me habéis dado.”

Y cuando todo quedó en ruinas, y las llamas del polo petroquímico seguían ardiendo bajo la lluvia, los hombres comprendieron que no era la naturaleza la que había hablado esa noche. Era la voz de su propia creación, su propia irresponsabilidad.

Así hablaba el Golem de la Tormenta, y su mensaje no fue un castigo, sino un recordatorio:
“Lo que ignoráis un día os llamará por vuestro nombre. Escuchad antes de que sea tarde.

Autor anónimo 

Enviado por: Tatiana Woschinski