Bahía Blanca | Martes, 08 de julio

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Pueyrredón tardó apenas 183 días en completar la vuelta a Primera

El título de Segunda llegó rápido después de jugar el torneo corto en el ascenso. Aprovechó una gran oportunidad.

El plantel campeón. Foto: prensa Pueyrredón.

 

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

 

Sin preocuparse por el descenso, pero ocupándose del ascenso, y sin prisa por subir, pero sin pausa por ascender, así afrontó la dirigencia de Pueyrredón el camino que comenzó a transitar el 6 de junio de 2024.

Lejos de ser un trayecto en descenso, ese jueves que Pueyrredón perdió ante Estudiantes, 71 a 65 (serie 3-1), empezó a pisar firme.

El día 1 tenían bien claro el objetivo: ser competitivos y, sin urgencias, volver a ganarse el lugar que habían perdido en Primera.

Pasaron 183 días de esa triste noche en el Casanova y a pocas cuadras, en el Luis Álvarez de Estrella, la gente de Pueyrredón disfrutó la vuelta, el premio a un un equipo que fue creciendo, pudiendo desprenderse rápido de la "culpa del descenso".

Llegó un entrenador como Andrés Iannamico, que tenía fresco ese sentimiento de, por momentos considerarse "el peor" y, también, con su testimonio, demostrar que el deporte te da revancha y, al poco tiempo, podés sentirte "el mejor", tal cual lo había experimentado en Pacífico.

Aquella derrota del partido debut con Argentino (con un triple de Ramiro Aguirre en suplementario), la sucesión de lesiones y el andar de un equipo que inició con más dudas que certezas, no ayudaban a presagiar en Darregueira al 900 un final como el que vivieron el viernes.

El regreso a Primera fue en un cerrar y abrir de ojos, en un torneo -atípico por calendario y forma de disputa- tan corto como intenso.

La participación de un reforzado El Nacional, que había vuelto a apostar fuerte en busca del ascenso, y el lógico segundo puesto obtenido en fase regular ponían a Pueyrredón en un lugar natural y que los mantenía expectantes, conscientes de lo difícil que se tornaba ir un poco más arriba.

El dibujo de la llave de playoffs le dejaba a El Nacional para un potencial último cruce. Y así se dio. 

En el inicio del recorrido le quitó a Argentino cualquier ilusión que pudiera haberse generado, con un furiosa barrida, más allá del frío 2-0. Significó la primera respuesta a la pregunta: ¿hasta dónde puede llegar Pueyrredón? Respuesta indefinida.

De todos modos, sólo los protagonistas y algún optimista, a esa altura se animaban a ponerle un final feliz a la historia.

Después fue el turno de Sportivo, con un cachetazo recibido en el Vicente Palermo y las dudas -visto de afuera- respecto del futuro de Purre.

Eso sí, el final en la revancha (64 a 62) acaso fue un indicio de lo que todavía no se había visto de este equipo.

En el tercero, de nuevo en casa, Pueyrredón sacó pecho, mandó de vacaciones a su rival de turno y se sentó a esperar al número 1.

Tenía mucho más por ganar que por perder. Y empezó por lo primero, dejando en claro que estaba en la final para competir, no para ver si podía ser competitivo.

Puso a prueba a un rival que evidenció, aún a esta altura, las secuelas de la temporada anterior, cuando era el candidato de todos, remó y se ahogó en la orilla.

Jugando con eso a favor, Pueyrredón se mantuvo en la serie, aunque perdiendo los dos siguientes partidos. Claro que El Nacional no supo cerrarla en el cuarto.

Y llegó el momento de la definición, con los dos en idéntica situación, en una cancha que explotaba y con un clima de tensión que pocos a este nivel están preparados para afrontarlo. De hecho, el durante se sufre más de lo que se disfruta, es así.

Claro que con el resultado puesto el disfrute es inigualable, las imágenes son imborrables y el sentimiento no conoce de límites. Porque detrás de un título, y máxime si te devuelve a Primera, hay mucho sufrimiento que se va transformando en ilusión, como le pasó a Pueyrredón, finalmente, el gran campeón.