Bahía Blanca | Viernes, 04 de julio

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Desnutrición infantil, mucho más que hambre: ya hay casos en Bahía

Al menos 18 niños de nuestra ciudad no tienen acceso a una alimentación adecuada. "Lo que les ocurre a los niños en la primera etapa de su vida es lo que los marca después", dijo Mirta Ruggeri.

Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Al menos dieciocho niños se enfrentan a una realidad estremecedora en Bahía Blanca: la desnutrición. Cada uno de ellos representa una historia, un rostro en medio de la estadística que revela el costo humano de la pobreza y la urgencia de una respuesta efectiva.

Para estos chicos, el acceso a una alimentación adecuada no es solo una necesidad, sino una puerta hacia un desarrollo pleno que todavía se les niega.

Allí es donde entra en escena el Centro de Promoción para una Niñez Saludable (Cepronisa), una organización encabezada por Mirta Ruggeri que, desde hace ocho años, lucha contra este flagelo en la ciudad y que confirmó la casi veintena de niños que se exponen al retraso del crecimiento, la capacidad de aprendizaje y la resistencia a enfermedades por no recibir los nutrientes esenciales.

Ruggeri, una exdocente cuya vocación educativa la llevó a comprometerse con la acción social, ha transformado a Cepronisa en un refugio integral para los más pequeños.

Su equipo multidisciplinario está compuesto por pediatras, fonoaudiólogos, nutricionistas y psicopedagogos, todos unidos en la misión de brindar no solo alimentos, sino un espacio de contención y desarrollo.

“Es un trabajo muy intenso”, compartió Ruggeri con La Nueva.

Y es que el objetivo de la organización va mucho más allá de cubrir una necesidad alimentaria: se trata de construir cimientos para el desarrollo emocional, social y neurológico de cada niño.

“Lo que les ocurre a los niños en la primera etapa de su vida es lo que los marca después”, enfatizó.

Su labor es aún más urgente en un contexto nacional alarmante. Según un informe del Comité de los Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 7 millones de chicos argentinos viven en condiciones de pobreza, lo que representa el 60 % de la población infantil.

Y sobre ese total, el 14 % se encuentra en pobreza extrema, situación que agrava su vulnerabilidad.

Bahía Blanca no es ajena a esta crisis: los datos del INDEC muestran que el 44,4 % de la población es pobre, y el 13,9 % vive en la indigencia. En términos humanos, más de cuatro de cada diez personas en la ciudad no pueden cubrir sus necesidades básicas, y una de ellas ni siquiera puede acceder a la Canasta Básica Alimentaria.

“Trabajar en los primeros años de vida de un niño es crucial para su futuro”, explicó Ruggeri.

“Un niño desnutrido, ya sea en lo alimentario o en la estimulación, tendrá dificultades para absorber conocimientos en la escuela y para desarrollarse en lo emocional y social”, agregó.

La desnutrición, advirtió, es mucho más que el hambre: “El hambre es algo del momento: comés y lo satisfacés. Pero la desnutrición deja secuelas en la construcción neurológica”.

El abordaje de CEPRONISA no se queda en lo alimentario. Cada viernes, las familias se acercan a la sede de Nicolás Pérez 1997 —espacio cedido por la Municipalidad—, donde el equipo realiza talleres que involucran tanto a los niños como a sus padres.

El enfoque integral busca empoderar a las familias, brindándoles herramientas y conocimientos para que puedan asegurar un ambiente saludable para sus hijos. 

“El niño ingresa con su familia a la organización, y todo lo que se detecta como necesario, se trabaja", explicó Ruggeri.

Además, el seguimiento continúa incluso después de que el pequeño es dado de alta. 

“Seguimos trabajando en red con escuelas, clubes barriales y grupos de scouts”, detalló.

Sin embargo, Ruggeri y su equipo aspiran a ir más allá: su objetivo es contar con un espacio propio, que les permita ampliar el alcance de sus actividades y brindar asistencia durante más días a la semana.

Esta labor requiere del apoyo constante de la comunidad. Desde el Estado, que aporta subsidios y alimentos, hasta instituciones locales como la Cooperativa Obrera, que colabora mediante el redondeo solidario, o empresas como el frigorífico INCOB y los mercados, que donan carne, frutas y verduras.

Este entramado de solidaridad es lo que permite a Cepronisa dar una respuesta a esta problemática que excede los números y estadísticas. 

Son personas. Son familias. Son niños; y su futuro está en juego.

“No se le da la importancia que tiene para el futuro, no solo el de ellos, sino también para el nuestro como sociedad”, concluyó Ruggeri.