Bahía Blanca | Martes, 01 de julio

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Los carteles informativos de LNP: una ventana a la información

Colocados en los ventanales de Sarmiento 64, antigua sede de este medio, marcaron toda una etapa de la ciudad.

Un bahiense viajero en el tiempo que desde 1930, 1950 ó 1980 llegara a Bahía Blanca en este 2023 y quisiera ponerse al día con las últimas noticias, caminaría sin dudarlo al edificio de La Nueva Provincia de Sarmiento 64, frente a la plaza Rivadavia, y se pararía frente a sus grandes ventanales-vidrieras. 

Se encontraría, claro, con dos cambios inesperados. Por un lado, que las cortinas metálicas están bajas y no es posible ver el interior y que una placa en la pared da cuenta que en el lugar ya funciona el diario sino que es la sede del Colegio de Abogados.

Pero lo que el viajero hizo fue seguir la costumbre que durante casi 70 años tuvieron los bahienses a la hora de anoticiarse de las últimas novedades, de los acontecimientos locales, nacionales e internacionales: recurrir a las carteleras que este diario colocaba en los dos grandes ventanales del inmueble que ocupaba desde 1929. 

Esa situación se mantuvo y extendió hasta que la empresa se mudó a su nuevo edificio de Rodríguez 55 y, por supuesto, una modalidad que la tecnología actual ha convertido en algo entre inadecuado y vetusto, cuando un teléfono móvil o cualquier computadora permite acceder a los diarios de todo el mundo.

Carteles negros

Cada vidriera del edificio de calle Sarmiento tenía nueve pizarras negras, ranuradas, donde se podía escribir colocando letras intercambiables blancas, un texto tipo mensaje de WhatsApp –con una limitada extensión de caracteres— que daba a conocer las últimas noticias. 

De manera constante un empleado retiraba alguna de las carteleras e iba actualizando su contenido. 

En los últimos tiempos de esta práctica a la información escrita se sumaban grandes fotografías en blanco y negro, reflejando hechos locales e internacionales, con imágenes recibidas a través de sistemas de teletipo o similares.

Pero además de generar acumulación de gente en su vereda e incluso en la calle, también el edificio del diario era un lugar de concentración de los bahienses a la hora de celebrar algún acontecimiento o manifestarse ante alguna circunstancia.

Lo que en estos tiempos es habitual se verifique frente al teatro Municipal o al palacio comunal, durante años el espacio natural era la primera cuadra de calle Sarmiento, dónde se podía medir el pulso de la sociedad.

Un poco más atrás en el tiempo, década del 30, La Nueva Provincia también se encargaba de hacer público los relatos deportivos o la jura de algún presidente, cuya trasmisión no era siempre posible seguir en directo a través de las radios. 

En esos casos el diario establecía conexión telefónica con algún medio capitalino y conectaba la misma a altoparlantes colocados en la parte alta del edificio. 

La calle se colmaba de gente que seguían de esa manera las alternativas del hecho. Así se pudo saber, por caso, los resultados de los partidos del primer campeonato mundial de fútbol (julio de 1930) o la pelea entre Justo Suárez, “El Torito de Mataderos”, y Julio Mocoroa y la asunción de Juan Domingo Perón a su primer mandato presidencial.

El relato contaba, además, con el acompañamiento de la sirena del diario, que sonaba con distinta cantidad de pitidos anunciando goles o algún golpe de nocaut.

Los canillitas

Otra página que en gran medida también es parte del pasado es la presencia de los vendedores callejeros de diarios, los famosos “canillitas”, que voceaban las principales noticias en las esquinas desde muy temprano.

Ese tipo de venta resultó un cambio fundamental para los diarios, que en principio sólo se los podía adquirir por suscripción. En nuestra ciudad hay testimonio de su presencia desde inicios del siglo XX, cuando en la ciudad convivían varios diarios y periódicos.

El apodo de “canillita” lo heredaron del celebrado sainete escrito por Florencio Sánchez en 1904, titulado con ese nombre, protagonizado por un chico de 15 años que vendía diarios con un pantalón que se llegaba a la altura de las rodillas, dejando a la vista sus delgadas canillas.

En coincidencia con el fallecimiento de Florencio Sánchez, un 7 de noviembre de 1910, se celebra el Día del Canillita y era habitual que en esa fecha los diarios no salieran a la calle.