Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

El fin de la esclavitud en Haití

La Revolución Francesa toma la   Bastilla en julio de 1789 y, poco después, da a conocer su documento básico, la “Declaración Universal de los Derechos del hombre y el Ciudadano”. 

Los esclavos que intentaban igualar los derechos de blancos buscan apoyo en la Convención Nacional pero son pasados por las armas.

Como parte de su obra liberadora, el 15 de mayo de 1791, la Asamblea concede la igualdad de derechos a los ciudadanos de color de las colonias francesas. La decisión tiene especial relevancia en una parte de la isla caribeña  que, curiosamente, era dominio francés aunque se trataba, justamente, de la primera isla en la que desembarcó Colón en 1492 y había sido bautizada originalmente como “la Española”. 

El vocablo Haití proviene del arahuaco, la lengua de los habitantes nativos de la isla, y significa “tierra de montañas” y es el que se le daba a la parte occidental de la isla por su principal grupo étnico, los antiguos pobladores tainos. Su antigua pertenencia al reino de Francia queda atestiguada con un presente: solo Haití y Canadá tienen en América el francés como idioma oficial. 

Sobre ella, sin embargo, “los primeros serán los últimos”, se podría parafrasear. En efecto, anticipamos con algo de patetismo por cierto, que así como Haití es conocida por ser la primera ‘república negra’ del mundo en constituirse e independizarse lo es también, en lo socioeconómico, por ser desde hace mucho el país más pobre de América. Veamos este breve pero importante episodio que suma una historia poco conocida como pionera de la independencia americana.

En el Caribe francés, la primera república negra

Repasemos. En agosto de 1789 la Asamblea Nacional Francesa emite una Declaración que proclama a todos los hombres como “libres e iguales”, lo que entra en conflicto con la situación de Saint-Domingue (la isla de Santo Domingo), obligando a decidir si este principio se extendía a toda la población de la colonia. ​

El triunfo de la revolución en Europa, por su lado, entusiasma a los capitalistas blancos de la isla que ven la oportunidad de despojar a los funcionarios reales del control de la colonia y abolir las regulaciones comerciales para independizarse y enriquecerse sin los límites de los impuestos coloniales. 

Pero los esclavos también se enteran de la novedad y, para defenderse de estos terratenientes, buscan protección y toman partido por los británicos, temerosos de que si Haití se independizaba bajo el mando de los blancos quedarían, de todos modos, en manos de sus mismos amos de antes. La idea de “libertad”, aun en forma brumosa, comenzaba a insinuarse aunque todavía la inmensa mayoría negra no contaba con una expresión política propia.

Quienes intentaban igualar los derechos de blancos y libertos –incluyendo el derecho a votar– buscan apoyo en la Convención Nacional pero son capturados y pasados por las armas. 

El “Antiguo Régimen” colonial se vestía de gattopardismo –que “algo cambie pero todo siga igual”–, haciendo equilibrio entre el igualitarismo enunciado por los revolucionarios franceses, los derechos de la población negra y la tradición colonialista del imperio galo. Sucesivas rebeliones de la población negra son ahogadas en sangre, pero, como dijimos, en mayo de 1791 la Asamblea Nacional decide dar la igualdad política a los libertos, aunque cuando las noticias llegaron a la isla el 8 de julio los blancos ya empezaban a tramar una reacción defensiva.

La revolución negra y antiesclavista atravesaría todavía tres fases, todas ellas muy cruentas. La primera culmina en 1791 y su impronta es básicamente la animada por los vudú y resalta en ella una alta sacerdotisa que clama por justicia:

“El dios del hombre blanco lo llama a cometer crímenes; nuestro Dios solo pide obras buenas de nosotros. ¡Pero este Dios que es bueno ordena venganza! Él dirigirá nuestras manos; Él nos ayudará. Tiren la imagen del dios de los blancos que tiene sed de nuestras lágrimas y escuchen a la voz de la libertad que habla en el corazón de todos nosotros.”

Se producen fuertes enfrentamientos y según reportes documentados “en unos diez días, los rebeldes habían tomado el control de toda la Provincia del Norte que estaba en llamas, en una revuelta de esclavos sin precedentes en la historia de Saint-Domingue. 

Se calcula que por lo menos unos 40.000 negros se habían sublevado de los 170.000 negros que vivían en la provincia, los cuales incendiaron por lo menos unos doscientos ingenios azucareros y destruyeron unas 1.200 plantaciones de café”.

Explotó así el odio acumulado durante generaciones de explotación inhumana con muchos gestos de venganza cruel aunque, a la postre, las tropas francesas al servicio del gobernador capturan al líder negro Dutty Boukman lo decapitan y exhiben su cabeza en la ciudad de Cabo Haitiano como escarmiento y demostración de poder. 

Las luchas grupales, las acciones de tipo guerrilleras y hasta los enfrentamientos personales continúan con fuertes bajas en ambos bandos y hasta logran el retiro de un gobernador y su reemplazo, pero el tema continúa sin solución mientras la Asamblea Nacional francesa envía nuevos comandantes “republicanos” que continúan intentando sojuzgar a los rebeldes tanto con la violencia como con promesas de otorgar derechos y hasta la ciudadanía. 

Los alzados –esclavos y libertos más algunos grupos mestizos minoritarios–, cansados y desconfiados, a pesar de la represión sostienen su resistencia sobre todo porque ninguna de las promesas incluía a la población no combatiente que seguiría con una condición servil cuando no francamente esclavista.

Desde 1793, el mapa cambia al producirse una fuerte invasión británica lanzada desde Jamaica de la que participó alguien que años después atacará Buenos Aires como comandante, John Whitelocke. 

Pero en febrero de 1794 la Convención Nacional francesa suprime oficialmente la esclavitud en todas las posesiones francesas ultramarinas y un nuevo bloque unifica transitoriamente y de modo endeble a republicanos franceses con negros contra el invasor inglés y las posiciones de ambos contendientes quedan territorialmente empardadas. 

Los conflictos y enfrentamientos son continuos y se producen muchos reacomodamientos, incluso de la corona española que tiene el poder sobre la otra mitad de la isla, con capital en Santo Domingo.

¿Fin de esta historia? Los británicos se retiran en 1798 y con ellos evacúan el lugar miles de blancos y mulatos; España cede soberanía en la isla a Francia y se desata una guerra civil que enfrenta a dos caudillos, el negro Toussaint Louverture que controlaba el norte del país contra el mulato André Rigaud que dominaba el sur. 

Las fuerzas del primero triplicaban las de su oponente quien sin embargo logra un pasajero triunfo. Los de Louverture se atrincheran en Puerto Príncipe –su capital– y reciben apoyo del presidente de los Estados Unidos John Adams, que envía una fragata en su apoyo. 

Tras varios años de luchas y realineamientos -incluso una invasión francesa– el general negro Jean-Jacques Dessalines logra una serie de triunfos que dejaron un pésimo saldo de pérdidas para los enviados por Napoleón. 

Observemos que de los 33.000 soldados, marineros y personal civil de la expedición (incluyendo los refuerzos recibidos) 29.000 murieron, principalmente por una peste llamada “el vómito negro”. Estas fuerzas incluyeron 5.280 soldados polacos, de los que 4.000 murieron en la guerra, 700 volvieron a Francia, 400 se quedaron en Saint-Domingue y algunas docenas huyeron a Estados Unidos o a otras islas del Caribe. Hay fuentes que indican que de 6.000 polacos trasladados solo 330 volvieron a Francia.

Duras luchas y, al fin, la independencia

Concluyendo esta larga lucha, con el año nuevo de 1804 se proclamó la independencia de Haití (o Ayiti) con Dessalines como gobernador vitalicio y fue así como Haití se convierte en el primer país del Caribe y América Latina en obtener su independencia. Queda en la historia entonces como la primera república negra y el primer país en abolir el sistema de esclavitud. 

Aunque en un principio se debe reconocer a Haití como una república, el hecho es que el nuevo mandatario concentró el poder como un dictador y en octubre Dessalines se autocoronó emperador con el nombre de Jacobo I. 

Entre sus primeras medidas se destaca la masacre de los criollos blancos que quedaban en Haití donde fueron muertos entre 3.000 y 5.000 personas y casi no quedaron blancos en el nuevo país.

La inmensa mayoría de las potencias de la época no reconocieron la independencia de Haití y, denigrando una revolución hecha y dirigida por esclavos y sus descendientes, se le impusieron bloqueos económicos y no se ayudó al desarrollo del estado. Los “democráticos” Estados Unidos, por ejemplo, recién reconocerán la independencia de Haití en 1862, durante la Guerra de Secesión que terminará con el fin de la esclavitud en su propio país.

Los Estados Unidos, Francia y Haití realizan, en veinte años, tres revoluciones diferentes, con procesos propios, peculiares y diferenciados y entremezclando conceptos e intereses trazan una tríada curiosa, el de la construcción de las tres primeras repúblicas de la Modernidad. Una de ellas fue sobre todo anticolonial, la europea, antimonárquica y la del Caribe, antiesclavista... pero las tres culminaron instalando repúblicas. 

Digamos, para concluir y amarrar la continuidad de estas revoluciones triunfantes que, a pesar de obtener la independencia de su país, Dessalines continuó preocupado por la trata de esclavos de los países vecinos. En su constitución, dictaminó que cualquier esclavo y oprimido que desembarcara en Haití recibiría la ciudadanía de inmediato, y comenzó un programa especial para favorecer en condiciones de ciudadanía a la emigración afrodescendiente a Haití. 

En 1806, Francisco de Miranda, “el Precursor” de la emancipación americana como se lo ha denominado –revolucionario de origen venezolano que había combatido junto a Washington y tratará con San Martín, O’Higgins y su compatriota Bolívar en logias independentistas europeas– llegó a Haití en búsqueda de asilo. 

En la ciudad de Jacmel, creó lo que años después sería la bandera de la Gran Colombia, utilizando proporcionalmente las bandas azul y roja en honor, justamente, de Haití. Dessalines se aseguró de proveerlo con armas y municiones para su campaña de lucha contra los españoles y solo exigió a cambio la liberación de los esclavos. 

Los hilos de la libertad social, la emancipación política y el republicanismo como estandarte se tejían así casi silenciosamente en los inicios mismos del siglo XIX...