Bailar, acordar, perrear o retirarse
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Los políticos no dan respiro y mientras escribo esta columna me pregunto si para el domingo tendrá vigencia, existe un riesgo ya que tal vez que para cuando la leas el escenario haya cambiado por completo. Cayó el telón para las elecciones y apelo al ballet como metáfora para pensar lo que se viene, ya lo dije “el arte sana”.
Recordemos que el ballet se puede considerar una obra de arte en la que “se fusionan” la danza, la música de orquesta, la actuación, la escenografía, el vestuario, la mímica y relatos, a veces muy fantásticos; más allá de las nuevas técnicas la nota distinta es el bailar en puntas de pies.
Giselle, El Lago de los Cisnes, Carmen, El Cascanueces, El Corsario, La bella durmiente, Don Quijote, Romeo y Julieta, son algunas de las obras más emblemáticas. Dentro de una coreografía podemos encontrar el tradicional “pas de deux”, baile a dúo que no es sencillo en el que el partenaire debe tener habilidad para resolver problemas de coordinación, peso y equilibrio, algo así como una “compañero” responsable.
El “pas de trois” involucra a tres bailarines con variaciones en las que cada uno se luce de manera individual para culminar de manera conjunta y el “pas de quatre”, es similar al pas de deux, pero involucra a cuatro bailarines.
Generalmente tras la ejecución de solistas o los pasos de dos, tres o cuatro, todo el cuerpo de baile danza de manera coordinada, sincronizados, pues una coreografía conjuga movimiento, ritmo, estilo, expresión y obviamente espacio.
En la política debiera suceder algo similar es decir que se debieran conjugar ciertos componentes para que el resultado sea lo “más armónico” posible ya que todo un país depende de ese baile, pero en tiempos donde establecer acuerdos va del arte a lo bizarro ¿dónde está el límite? ¿Qué sucede cuando en un intento por estar en el escenario fusionamos de manera forzada un ballet con reggaetón o con motosierra? ¿Todo vale?
El 24 de octubre se cumplieron 24 años del triunfo de Fernando de la Rúa en las elecciones presidenciales de 1999. Se impuso con el 48% de los votos aventajando por 10 puntos a Eduardo Duhalde. Marcó un hito: el final de los 10 años y medio del gobierno peronista encabezado por Carlos Menem y la llegada al poder del primer gobierno de coalición de la historia argentina, la UCR y el Frepaso triunfaban, el final del baile todos los conocemos.
Cabe recordar que una alianza es dos o más a favor de algo o alguien y una coalición dos o más en contra de algo o alguien, por lo tanto, armar alianzas o coaliciones es un arte, es semejante a danzar con otros o montar un ballet. Armar un alianza es un gran trabajo, es complicado, requiere inteligencia, estrategia, paciencia y saber que siempre hay que volver a rearmar, a renegociar, es como una pieza de ballet que sufre variaciones y debe ser ensayada una y otra vez.
Jamás vi un estreno exitoso construido a las apuradas, forzando fusiones inverosímiles, no es casual que los principiantes estén por años sujetos a una barra para luego poder ejecutar movimientos con maestría y sin torpezas.
No todos tienen condiciones para “estos bailes” pero a veces el ego enceguece como las luces del escenario. Dicen que la política es el arte de lo posible y también como en el arte de la danza hay que saber retirarse con dignidad y en puntas de pie; como amante del ballet nunca vi un bailarín con motosierra, no sea cosa que, entre patos, leones y gatos, los argentinos terminemos perreando.