Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Termoeléctrica Piedra Buena: la obra que llevó al borde del colapso a la Provincia

La historia de la central que empezó en un gobierno militar, se completó en una administración radical, la puso en marcha un gobernador peronista y que, aún hoy, no puede precisar cuál fue su millonario costo. 

Con 152 metros, su chimenea es la obra de más altura de nuestra ciudad. / Fotos: Rodrigo García-La Nueva.

  Cuando en el año 1992 el gobernador Eduardo Alberto Duhalde asumió que era “imposible” cuantificar la deuda que la Dirección de Energía de Buenos Aires (DEBA) tenía con el Banco Provincia por la construcción de la Central Termoeléctrica Luis Piedra Buena de Ingeniero White, quedó en claro que esa obra, inaugurada un año antes, era definitivamente un gran agujero negro que había llevado casi al quiebre a la entidad bancaria y que se había convertido, por lejos, en la más cara jamás construida por el Estado provincial.

   La Central Luis Piedra Buena comenzó a tomar forma en 1975, cuatro años antes de que se plantara el primer pilote.

   Ese año, el Estado provincial adquirió —a la Unión Soviética— dos turbogeneradores de 310 MV cada uno, que serían su principal equipamiento.

   Sin embargo, no fue hasta agosto de 1979 que comenzó el relleno de las 60 hectáreas ganadas al mar, vecinas a la usina San Martín, a la que reemplazaría en su función de generar electricidad para nuestra ciudad.

   En ese momento se mencionó que se ponía en marcha “la realización más ambiciosa de la Provincia de Buenos Aires en toda su historia".

   En diciembre de 1979 se adjudicó la obra al consorcio integrado por las empresas Benito Roggio, Sebastián Maronese y Ormas, entre otras, con un contrato de 250 millones de dólares.

   Era el inicio de una construcción que sería devastadora para la economía provincial.

Danza de millones

   La construcción de la central comenzó bajo un gobierno militar, se completó durante una administración radical y, finalmente, la puso en marcha un gobernador peronista. Todos, y cada uno, de estos actores debieron buscar financiación para su continuidad. Y nadie, a ciencia cierta, pudo establecer con precisión cuánto dinero se llevaba invertido ni cuánto faltaba todavía aportar.

   Las arcas del Banco de la Provincia de Buenos Aires colapsaron y varios instituciones extranjeras, además del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, aportaron importantes sumas aportes de dinero a lo largo de la construcción.

   En 1985, por caso, el gobernador Alejandro Armendáriz (UCR) gestionó un préstamo de 80 millones de dólares ante la Banca Nazionale del Laboro y el Vneshtorg Bank, para ser destinados a completar la playa de almacenamiento de carbón.

   Ese mismo año, Bernardo Grinspun, ministro de Economía de la Nación, aportó 35 millones de dólares provenientes del Banco Di Napoli.  

   En 1987, en otro manotazo de ahogado, la Provincia lanzó dos series de títulos de Deuda Interna Consolidada, bautizados termobonos, buscando reunir 15 millones de dólares para pagar certificados de obra atrasados.

   Fue ese el año en que el Provincia llegó al borde del colapso, luego de que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) le inmovilizara 250 millones de dólares por la deuda que mantenía por la obra.

   En medio de préstamos, aportes y manejos de todo tipo se llegó al año 1991, cuando finalmente entró en funcionamiento.

   De inmediato, nomás, se planteó su privatización, con lo cual el Gobierno provincial debió establecer qué pasivo tenía la termoeléctrica. El primer cálculo dio un resultado catastrófico: con intereses, moras y ajustes, rondaba los 3.200 millones de dólares. Estaba claro que, en esas condiciones, la usina era invendible.

El ex presidente Eduardo A. Duhalde, en una visita a La Nueva Provincia, en 2011.

   Pasaron varios años hasta que, en 1997, el gobernador Eduardo A. Duhalde buscó encauzar la situación.

   Primero estableció que la deuda era “totalmente inviable de afrontar por ESEBA” y que, además, resultaba “imposible” establecer con certeza el monto adeudado.

   Ante esa situación, decidió fijar un valor estimado y definitivo de ese pasivo: 1.355.000.000 de dólares.

   Pero ni siquiera con esa significativa quita ESEBA podía asumir su pago. Por eso, Duhalde finalmente estatizó la deuda y acordó su pago en cuotas, mediante bonos del Tesoro de los Estados Unidos. De este modo, y no fue magia, la usina quedó libre de deudas, de sospechas y de investigaciones.

   Saneada su economía, fue licitada junto con las centrales de Mar del Plata y de Necochea. Un único interesado ofreció 19 millones de dólares por las tres usinas, propuesta que fue rechazada por considerarla “ridícula”.

   Un segundo llamado, seis meses después, adjudicó la central bahiense al grupo formado por Camuzzi, CEI Citicorp y Pacific Enterprises, en 30 millones de dólares.

   Así fue que el “fruto del esfuerzo continuado de los bonaerenses”; “el jalón fundamental para una empresa joven como ESEBA”; “la realización más ambiciosa del gobierno en toda su historia” (algunos de los calificativos logrados por la termoeléctrica a lo largo de su construcción) cerró esta etapa de su existencia.

   En el año 2004, el complejo fue adquirido por el grupo Albanesi en 25 millones de dólares y, en 2007, pasó a manos de Pampa Holding en 85 millones de dólares. Esta empresa, que opera el 12,3 % de la energía producida en el país a través de 9 centrales termoeléctricas, 3 hidroeléctricas y 3 parques eólicos, la sigue operando hasta la fecha.

La chimenea de 152 metros

—La construcción de la Termoeléctrica Luis Piedra Buena fue iniciada durante la gobernación de Ibérico Saint Jean, construida mayormente durante la gestión de Alejandro Armendáriz e inaugurada por el gobernador Antonio Cafiero.

Antonio Cafiero inaugura la Central. El ex gobernador Armendariz, invitado de lujo.

—Con 152 metros, su chimenea es la obra de más altura de nuestra ciudad. Fue construida en 1983 y consta de dos conductos: uno exterior, de hormigón armado, y otro, interior, de chapa de acero.

 

Para su inauguración, en julio de 1991, se colocaron tres banderas junto a la Argentina: las de la Unión Soviética, Italia y Alemania, países que aportaron distintas maquinarias y equipamiento.

—La usina tuvo al menos tres inauguraciones. Una realizada por Armendáriz cuando, viendo que terminaba su mandato y la obra no estaba lista, procedió, en diciembre de 1987, al encendido de un dispositivo como “prueba preoperacional”.

En mayo de 1989 hubo una segunda inauguración por parte de Antonio Cafiero, quien puso en marcha una de las dos turbinas y, en julio de 1991, volvió para encender la segunda.

—Además de la chimenea, otro elemento que marca la identidad del complejo son los dos cubos negros. Se trata de las salas de calderas, donde el vapor se convierte en la energía encargada de mover las turbinas generadoras de electricidad.

—Cuando la termoeléctrica entró en operatividad ya estaba habilitado el Sistema interconectado nacional (SIN) y también la línea Alicurá-Abasto, con lo cual su producido sería una complemento de alivio que aportaría al SIN en caso de necesidad. En el año 2020, la Central generó 576 GWh, incorporados en su totalidad al sistema.

—Para tener una idea de costos, en 2015 se terminó de construir la central termoeléctrica Guillermo Brown, en cercanías de General Daniel Cerri. Con capacidad para producir 580 Mw (contra 630 MW de la Luis Piedra Buena), su construcción completa demandó 550 millones de dólares.

Usinas bahienses: arquitectura industrial y un castillo medieval

   La electricidad se genera en las centrales eléctricas, llamadas usualmente usinas, equipadas con máquinas capaces de transformar una potencia mecánica en potencia eléctrica.

   La fuente de energía que hace funcional al generador puede ser variable, desde el carbón, pasando por el petróleo, gas y la energía nuclear hasta las fuentes renovables, como la solar, eólica, undimotriz e hidroeléctrica.

   Bahía Blanca tuvo su primer servicio de electricidad a fines de 1899, con una modesta y elemental usina ubicada en España y Santa Fe, en manos de un privado y alimentaba unos pocos faroles que formaban parte del alumbrado público.

La usina ubicada en la calle Donado. En 2014 fue declarado monumento histórico nacional.

   En febrero de 1901 comenzó el servicio domiciliario y un año después, en 1902, la empresa fue adquirida por la South American Light and Power Company Limited, aunque su prestación era todavía de mucha precariedad y con repetidos cortes. Pero, poco a poco, la tecnología fue avanzando y la buena prestación ganando protagonismo.

   En 1906 se hizo cargo del servicio la empresa del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, de capitales británicos, que construyó una nueva usina, equipada con maquinaria de última generación en Brickman y Donado. Se trata de un maravilloso edificio ladrillero, todavía de pie, y desde 2014 declarado monumento histórico nacional.

   A pesar de su importante capacidad de producción, el crecimiento poblacional y la decisión de la empresa de poner en marcha el tranvía eléctrico obligó a ampliar la potencia disponible, por lo cual construyó un nuevo edificio.

   La ubicación elegida fue en Loma Paraguaya y la fábrica entró en operaciones en 1913.

   “El que penetra al establecimiento se siente preso de una grata admiración ante la magnitud y potencialidad de sus maquinarias”, refirió este diario, luego de una recorrida por las instalaciones en compañía del gerente de la empresa, Willian Harding Green.

   Ese edificio, ladrillero, de varias naves, fue parcialmente demolido años después de su desafectación y hoy sólo conserva un mínima parte de la obra original.

Usina de Loma Paraguaya.

   Cuando en 1926 los ingleses se retiraron del negocio de la electricidad apareció en escena la compañía Ítalo Argentina, que tomó la concesión con el nombre de Empresas Eléctricas Bahía Blanca.

   Una de las condiciones que impuso el municipio a la nueva compañía fue la necesidad de ampliar su oferta de electricidad, ante lo cual decidió la construcción de una nueva usina, eligiendo como emplazamiento terrenos ganados al mar en Ingeniero White, vecina a los desaparecidos elevadores de chapa.

   El estilo del edificio fue completamente diferente a sus antecesores, un lenguaje medieval, la imagen de un castillo, tal como se lo nombra desde entonces.

   Fue habilitada en 1932, estatizada en 1948 y operó hasta 1988, al ser reemplazada por la Central Luis Piedra Buena. Luego fue desguazada y desde entonces se encuentra sin uso, sin mantenimiento y sin destino, propiedad de la municipalidad. En 2002 el edificio fue declarada monumento Histórico Nacional y Patrimonio Cultural Provincial.