Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Proyectar para evitar el colapso del sistema

Todavía hay tiempo para que el Estado reaccione, con planes a largo plazo, para solucionar los problemas.

   La salud es un derecho fundamental de la persona, que presupone el compromiso de la aplicación de la ética y las ciencias a las políticas sanitarias, así como a la provisión de servicios universales y el desarrollo de la investigación al servicio de la sociedad.

El Estado es el que tiene la potestad de legislar para la aplicación de las políticas y estrategias orientadas a la equidad, con programas integrales de prevención y de atención libre de toda discriminación, en la atención y en la cobertura. Es el responsable de la planificación, ejecución y control de la política sanitaria del país, como también de proveer los recursos estructurales y económicos para la prestación de los servicios.

   Los sistemas de salud deben velar por asegurar una buena calidad de vida a la población, especialmente a los niños y a los de mayor edad, los sectores sociales más vulnerables a las enfermedades. 

   Es importante también la función del Estado en educar a la población en el tema del cuidado de la salud con un modelo de partición responsable de los involucrados, que son los que realizan aportes solidarios devengados de sus ingresos para el mantenimiento del sistema. 

   Los cambios que los nuevos medios de comunicación están operando en la sociedad, hacen que los sistemas de salud sean cada vez más sensibles y transparentes en lo que refiere a accesibilidad, equidad y reordenamiento de los recursos. 

   Los ciudadanos tienen cada vez mayor información y capacidad para actuar en los temas de salud, que deviene en demandas cada vez más selectivas por el desarrollo alcanzado. 

   Estamos viendo en Argentina, por este avance de la tecnología por encima de la inteligencia, una demanda nueva de servicios y atención de la salud, que el Estado no ha previsto y tiene una marcada desorientación al momento de tratar de instrumentar políticas sanitarias. 

   Además, de que, en la mayoría de los casos, también la salud se toma como un activo político al momento de las campañas electorales.

   Los efectos se notan claramente en el deterioro de todo el sistema estructural, y la decadencia en la atención por la falta de profesionales en los hospitales, originada en factores económicos y sociales. La pandemia visibilizó más esta crisis y aceleró el proceso de deterioro de la atención y el marcado éxodo de profesionales.

   Todavía hay tiempo para que el Estado reaccione, con proyectos a largo plazo, consensuados y no partidarios, pero no es tanto el tiempo para qué, de no tomarse medidas, el sistema, especialmente el público, colapse totalmente.