Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Nadie mide el dolor país

Un Mundial de campeones, pero con argentinos “ricos" mientras millones de compatriotas, sin rencor, padecen una realidad adversa.

   Argentina cumplió sobradamente en el partido ante Croacia. Al olvido quedó que ese equipo representaba a una Croacia que en los 90 -con Fusiles FAL contrabandeados por Menem y su runfla que le acompañaba- primero asesinaron a oficiales del Ejército Argentino integrantes de las Fuerzas de Paz de la ONU y después consumaron la masacre de lesa humanidad de 8.500 musulmanes ancianos mujeres y niños de un campamento cercano. 

   Un mundial de campeones, pero con argentinos “ricos" -a lo Creso- mientras millones de compatriotas -sin rencor-  padecen una realidad plagada de “identidad disociativa”, grieta de mediocridad gobernada por la diosa Adrasteia. Así y todo, el fútbol fue una vez mas el canal colectivo de desahogo. En un país propenso al olvido desagradecido por todo el que hizo algo por la Patria o por sus compatriotas -“desde los albores”-hasta la actual “cultura de la cancelación”, mote despectivo para todos los que nos resistimos a que las costumbres -nuestra ”segunda naturaleza”- se banalicen de travestismo, de abortos clandestinos con certificados de legalidad, más un amaneramiento varonil con chapa de delicadeza, y se imponga el fútbol como deporte nacional que transpiran solo 22 protagonistas mientras miles lo contemplan desde las gradas. En realidad un deleite, porque el hincha ve en la gambeta de la cancha una proyección de sus gambetas diarias ineludibles. Desde el sueldo devaluado hasta el medicamento obtenido como muestra gratis, el verso de la cuota fija y el punitorio agazapado, la tarifa segmentada,y el ajuste maquillado para el Fondo. 

   Sufrido habitante, al fin, de los más incómodos huecos de las gradas. Como novedosa medición de equivalentes a  la sensación térmica, debería medirse el sobrevivir en una sociedad de “excelencias decapitadas”, con vacunas vip y no vip -todas experimentales-con aumento de suicidios, como de accidentes de tránsito, de alcoholismo diluido en cagomentodo o disimulada ingesta para no volarse con la “merca”, o el escandaloso abandono de niños en basurales, insensibilidad al palo por alarmante deserción escolar, o el éxodo de sangre joven a paraísos de lavacopas, alto índice inmoral de sus dirigentes políticos, cada vez  más cortes con carteles del “no tenemos trabajo, no nos jubilan, no nos morimos”. 

   Millones de lesionados moralmente por no sentirse necesitados por nadie, una especie de orfandad en un país donde esta todo por hacerse. Abunda un ejército de burócratas cuidando su quintita partidocrática. Portadores de neuronas dormidas  que los torna insensibles para buscar una salida soportable. Esa conjunción de causas cierra el círculo de esta impúdica “banalidad del egoísmo”, que nos da la sensación amarga de que “todo esta perdido”. 

   Miden en EE.UU. -y promocionan las bolsas mundiales con disciplina informativa de la mendazmente denominada libertad de prensa- los porcentuales del riesgo país. 
Con mayor fidelidad a veces y otras no tanto, se mide la inflación. Mas no se mide “el atroz encanto de ser argentinos” (Aguinis). No se mide la sensación de indignidad profunda a la cual nos sentimos arrojados y ahogados con la “letra chica” disimulada en la masa de renegociaciones. 

   Es el “dolor país”, cuya sensación urge empezar a medir.