Bahía Blanca | Martes, 15 de julio

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El año nuevo no llegó con buenas noticias para Inés

La conocimos en plena pandemia, recorriendo las calles bahienses para recoger cartones y papeles que luego vende para vivir. Hoy, a pesar de sus rodillas ya dañadas por levantar tanto peso, tiene que arrastrar su carrito porque la moto se le fundió. Hay un CVU para colaborar.

Laura Gregorietti

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   Mientras algunos festejaban la llegada del año nuevo, a Inés la invadía una gran incertidumbre: se preguntaba de dónde iría a sacar los más de 40 mil pesos que necesita para comprar un motor nuevo para su motito Keller, modelo 2014.

   Ese rodado es el que le permite recorrer gran parte de la ciudad para recolectar los cartones, papeles, latas de aluminio, cables y llaves viejas (aluminio, cobre y bronce) que luego vende para, literalmente, poder darle de comer a sus hijos.

   "Con todo esto de la cuarentena estuve mucho tiempo sin trabajar. Gracias a Dios hay gente que nos ayuda, que me conoce desde hace tiempo y me guardan los cartones o me donan mercadería, porque al fideo hay que echarle algo, ya sea verdura o un pedacito de carne. La realidad es que vivimos el día a día", contaba allá por mayo de 2020, donde describía el trato que le daban algunas personas cuando la veían.

   "Desde hace 5 años soy cartonera, no ciruja, quiero aclarar. No junto basura, sí cartones, revistas, papeles, diarios para vender. Pero igual hay gente que me mira mal o trata mal. También hay otros que al comienzo me miran feo y luego se acercan, me conocen y cambian su actitud".

   Hoy, con 44 años y viuda desde hace casi dos años, es el único sostén de la familia Fernández compuesta en la actualidad por 5 hijos: Lucas de 23 que hace changas, Milagros de 15 y Miguelito, de 16 y 2 menores: Dylan de 7 y Facu de 9.  Romina formó su familia y se fue alquilar y la mayor, Jovita, vive en un pieza en el fondo de la casa con su pareja e hijos, que Inés y su marido le construyeron.

   "Lo que traigo lo comparto con ella y ella con nosotros, cuando le donan algo. Siempre les digo a mis hijos que den, que Dios devuelve el doble", contó.

   A Inés se la puede ver en su recorrido diario por las calles Undiano, Pueyrredón, 25 de Mayo, Thompson, Berutti, Colón y Saavedra, zigzageando para alcanzar a cubrir todas las cuadras. Si tiene la moto y no encontró nada, busca otro camino de regreso para ver si tiene más suerte .

   En este momento, sin la moto se le complica buscar donaciones que estén muy lejanas.

   "Si estoy caminando, no puedo estar más de 4 horas en la calle, tengo las rodillas literalmente destrozadas, los meniscos y los ligamentos. Las caídas cargando tanto peso me están pasando factura y una resonancia tengo que pagarla particular 8 mil pesos porque en el Hospital Municipal me dijeron que no hacen, y es un montón de plata que no tengo, por lo que una operación la veo muy lejana en el tiempo. ".

   Una alternativa es vendarse las rodillas para no sentir tanto dolor, pero ahora con el calor le resulta casi imposible soportar las vendas también.

   "Por suerte los nenes más chiquitos los llevo a la mañana al Patronato, donde pueden jugar y les dan el almuerzo y ya son unas horas más que puedo salir a la mañana, cuando el sol no pega tanto".

   Por ese motivo, si alguien desea ayudar a Inés a juntar plata para el motor de su moto, podrá depositar su colaboración en una cuenta que ella abrió cuando revendía cosas de Avon: CVU 0000003100055143552075. Alias ines.m.fernandezmp. O llamar al teléfono 291 524-6865.

   Los recuerdos de Inés están siempre basados en promesas incumplidas. Solían ir de acá para allá, por el sur del país, a todos los lugares en donde les aseguraban un trabajo digno que nunca encontraron.

   Pero, a pesar de todo, supo seguir adelante cuando una de sus nenas se quemó con agua hirviendo, cuando su marido se quebró la pierna y estuvo un año sin poder trabajar. Cuando se mudaron a Viedma donde les prometieron una casa y un trabajo que nunca existió o a Los Menucos, lugar de origen de Evaristo, al campo del hermano, en donde sus recuerdos están basados en el hambre y frío que pasaron.

   "Si nunca tuviste hambre, no vas a entender al que te pide comida y si nunca te faltó un par de zapatillas, no vas a entender al que anda descalzo", concluyó, con la humildad a flor de piel.