Bahía Blanca | Lunes, 06 de mayo

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Macana tenía un boliche

“A la mentira hay gente que le tiene una bronca importante, olvidando que ella representa un valioso aporte a la humanidad.”

   La mentira, un tema que se las trae. La concebimos como una falsedad, una falta de respeto, una negación o un escape de la realidad. Error. Lo peor que puede tener una mentira es que sea cierta. Como las malas palabras, la mentira tiene muy mala fama. Pero qué sería del mundo sin las fantasías del amor, o del futuro venturoso o las que vienen a horcajadas de la renegociación de la deuda externa. A la mentira hay gente que le tiene una bronca importante, olvidando que ella representa un valioso aporte a la humanidad. Gracias al revisionismo histórico muchos héroes han mostrado la mendacidad de sus  pies de barro, vg un Sarmiento que nunca faltó a clase, como que hasta que el padre lo reconoció “Dominguito” era chileno y se llamaba Fidel Castro. Pasando por la batalla de Caseros en la cual Chilavert con vincha celeste unitaria y Rosas con la punzó fueron vencidos por la escuadra brasileña que aun guardaba el rencor de la vergonzante derrota de Ituzaingó. 

   Cuántos cuentos junto al fuego narraron mentiras por exageración sin maldad, del “vamos todos dijo Rueda y estaba él solo”. Y en terrenos del amor, desde ocultar la edad hasta esta chica que las conoce todas pero conserva virgen -por lo menos- su capacidad de asombro. O afirmar que el vino es la bebida más antigua, cuando los antropólogos descubrieron que lo fue la cerveza elaborada desde 4.000 años AC. Y con ella vienen los disimulos. 

   ¿Sinónimos de mentira como expresión? Verso, bulo, sanata, camelo, cuento, macana, grupo, meter el perro, moño, embuste, chamuyo, y en las letras de tangos abundan en  compasivas “mentiras mentiras yo quise decirle” o las del tango Rencor, preferido del Che Guevara. Algún distraído piensa que mentir es sencillo y no lo es. Requiere maquillaje de verdadero. Vg cuando el marido cae de madrugada y la bruja lo espera enojada, entra gritando: “¡Aquí hay olor a gas!”. Para terminar, mentir es un arte. La conjunción de fantasía con pragmatismo. O al decir de gente leída, “la mentira es una verdad que se volvió loca”, o  “si me vas a mentir, mentime bien, con mucha seriedad”. Si las mentiras que decimos a lo largo de la vida ocuparan lugar, a nadie se le podría cerrar el cajón. 
Si no fuera por las mentiras, cuántas parejas andarían a las patadas. El o la cornuda consciente es más común que los hongos. Sin mentiras, no podría haber elecciones. Y estas -como esta a la vista- son la parodia de democracia. Los candidatos, si dicen la verdad, nadie los vota. Y la profesión de periodistas no estaría -como está- llena de pautas publicitarias que marcan el limite de la libertad de expresión. Otra faceta de esta poliédrica ave se vincula con la falacia latente, que en sociología  se denomina “índice de deformación subjetiva”, que es el grado de deformación que un periodista o comunicador padece por juicio de pertenencia a una ideología. Algo así como lo contrario de tener la honestidad de poner en conocimiento del que lo lea, mire o escuche, la parcialidad ideológica o de interés creado que posee el comunicador, o el profesor en una cátedra universitaria.

   Por algo nuestros abuelos bailaban aquella ranchera: “Macana tenia un boliche, Mentira se lo compró. Pero entre Macana y Mentira el boliche se fundió”. Me vas a comprender por qué -harto de mentiras- voy a votar al canillita Luciano Martos, lejos de los doctorcitos y cerca de la gente humilde.