Bahía Blanca | Sabado, 05 de julio

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Su vocación de servicio la trajo a nuestra ciudad

Es enfermera militar y hoy trabaja con pacientes COVID. Acá, encontró un lugar para alcanzar sus objetivos, formar familia y ayudar a sanar.

Fotos: gentileza Gaceta Marinera

Rosana del Valle Martínez Quintero es enfermera en la Escuela de Suboficiales de la Armada, en Puerto Belgrano, y una de sus labores es como encargada de la Red COVID-19.

“Soy inquieta, incansable, cumplidora y profesional responsable y tener a cargo la Red COVID-19 implica estar pendiente todo el día de la atención de cada paciente y su grupo familiar”, comenta.

Explica que también realizan los seguimientos de los pacientes, en los que se verifica la sintomatología y se monitorea la situación sanitaria, al tiempo que brindan consejos de alimentación sana, cuidado e higiene personales y desinfección de la casa.

“Además de lo sanitario, llevamos tranquilidad, seguridad e información certera al paciente para minimizar miedos –dice Rosana–. Lo más fuerte de la red es que hay muchas personas solas y necesitan apoyo, ya que la mayoría de los aspirantes navales son oriundos de otras provincias.”

Con la Red, en mayo de este año se llegó a atender, seguir y aconsejar a unos 53 pacientes con COVID-19.

Rosana contó que es diabética y al ser paciente de riesgo, durante casi toda la emergencia sanitaria por la pandemia de coronavirus debió trabajar de manera remota. Ahora, tras haber recibido el esquema de vacunas, pudo retornar a su trabajo diario en la Escuela de Suboficiales.

Segundo hogar

Rosana, de 46 años, nació en la localidad sanjuanina de Zonda, pero si bien extraña su tierra natal, eligió a la Armada y a Punta Alta para arraigarse y formar una familia, y abrazó la salud para ayudar a quienes atraviesan padecimientos.

“En la época en que entré, 1993, la mujer sólo podía optar por dos especialidades: Operaciones o Enfermería, Elegí la segunda porque era lo más parecido a mi sueño de ser médica pediatra”, dice. Hoy, con la jerarquía de suboficial primero, lleva 28 años en servicio y a lo largo de su carrera tuvo diferentes destinos que la motivaron a desarrollarse.

“Este lugar me abrió los caminos, cambió mi visión, me permitió crecer y me formó obteniendo un título terciario. Pude alcanzar mis objetivos personales, formar una familia y ayudar a las personas desde mi profesión”, asegura.

Entre esos destinos por los que pasó están el Hospital Naval Pedro Mallo de Buenos Aires, donde estuvo 4 años; y el Hospital Naval Puerto Belgrano, donde trabajó una década.

"Siempre encontré seres solidarios, excelentes grupos de trabajo y profesionales, compañeros de valores humanos incalculables que trabajan sin buscar reconocimiento, porque nos gusta trabajar así”, dice.

“Las personas con las que nos cruzamos en el camino son nuestros hermanos y facilitan este caminar; crecemos en este ambiente como personas y profesionales y es un orgullo servir. Aprendí tantas cosas nuevas que lo agradezco”, destaca.

Aptitud

Además de enfermería, Rosana se capacitó como auxiliar psicotécnica y es técnica en Instrumentología, Radiología y Traumatología.  

Otras de las tareas que realiza en la Escuela de Suboficiales a la par de la Red COVID-19 es el cargo de las secciones Aptitud de la dotación y Odontología, al tiempo que estudia para ascender a suboficial principal. 

Rosana arranca su jornada laboral con revisiones médicas a los trabajadores de la Escuela de Suboficiales: “En Aptitud, realizamos estudios específicos al personal de dotación, a quienes se encuentran en abastecimiento, a los que hacen trabajos en altura o están expuestos a ruidos, entre otros. Los estudios deben estar al día con los requerimientos del destino y de la Aseguradora de Riesgo del Trabajo”, indica.  

Señala que el suyo es “un servicio sin límites. Uno está los 365 días a disposición, con la camiseta puesta las 24 horas, porque tenemos en nuestras manos la responsabilidad de la salud”.

Pero es lo que eligió para su vida, porque para ella “la Armada es un motor que mueve muchas esperanzas en los que la integran. Es familia, lealtad, honor, respeto, valores, humildad y sobre todo vocación de servicio, porque para servir a la Patria hay que ser leal, respetuoso y humilde”.

Y esas cualidades las trae de su casa: “Vengo de una familia muy humilde, siempre trabajando para ayudarnos entre nosotros. Mis padres nos inculcaron respeto y valor por el trabajo que dignifica y enaltece. Su crianza, educación y fe me mantienen en pie día a día. Tuve una infancia muy linda”.  

En Zonda vivió hasta los 18 años, cuando terminó la secundaria e ingresó a la Armada. Aunque Punta Alta es hoy su hogar, sigue extrañando todo de su tierra natal: “La comida de mamá como el locro o el puchero al vino, la uva tibia arrancada del parral, andar en las acequias, mis tías, mis primos, con quienes buscábamos nísperos y sandías y tapizábamos el zaguán de semillas”. 

Acá, su familia se completa con su hija María Victoria, de 18, y su pareja Ciro, también suboficial de la Armada.