Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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El cerebro lector

El cerebro lector explota senderos neuronales más antiguos, diseñados para la visión y para relacionar esta con funciones lingüísticas y conceptuales.

Por María Florencia Daneri / Especial para La Nueva.

   No nacimos para leer, claramente los seres humanos inventamos la lectura hace apenas unos miles de años. Con este invento modificamos la organización de nuestro propio cerebro, amplió nuestra  capacidad de pensar y cambió para siempre la evolución intelectual de nuestra especie. Este genial invento de nuestros antepasados apareció gracias a la extraordinaria capacidad del cerebro humano para establecer nuevas conexiones entre estructuras preexistentes, llamada plasticidad. Esta habilidad constituye la base de casi todo cuanto somos y de lo que podemos llegar a ser.

   Que nuestro cerebro pueda aprender a leer es el resultado de su capacidad para reconectar estructuras y circuitos dedicados originalmente a la visión y el habla. El cerebro lector explota senderos neuronales más antiguos, diseñados para la visión y para relacionar esta con funciones lingüísticas y conceptuales: por ejemplo, para relacionar una huella con el peligro o asociar un predador con un sonido o vocalización para alertar a los demás (los monos lo hacen!).

   El aprendizaje de la lectura comienza cuando se toma en brazos a un bebe y se le lee un cuento. Con que frecuencia ocurra esto, o deje de ocurrir, durante los primeros cinco años de vida, nos ayuda a predecir su capacidad lectora posterior. Los niños que empiezan el jardín de infantes habiendo escuchado y usado miles de palabras diferentes, cuyos significados ya han comprendido, clasificado y almacenado en su cerebro arrancan con ventaja.

   Cuando los niños se familiarizan con los libros empiezan a desarrollar una conciencia más sutil de los detalles visuales de las letras. La capacidad del cerebro de reconocer visualmente la forma de una letra se basa en un refinado sistema de percepción visual de patrones y características que también nos permiten reconocer búhos, arañas, flechas y lápices de colores. Antes de aprender a reconocer una letra automáticamente algunas de las neuronas en el cerebro de los niños deben convertirse en especialistas en detectar el minúsculo y exclusivo conjunto de rasgos de cada letra,  esta reestructuración es el nacimiento del cerebro alfabetizado.

   Que equivocados estamos, pensamos que le leemos a nuestros hijos para dormirlos, pero en realidad los estamos despertando...