Bahía Blanca | Domingo, 13 de julio

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Más sobre fantasmas, lobos y maldiciones, una oscura historia de Ingeniero White

Dos leyendas aparentemente inconexas que, tras los velos del misterio, encuentran la luz en estas páginas. Segunda parte de la nota anterior.

Fernando Quiroga / Especial para "La Nueva."
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www.facetofer.com

   La cerilla del cigarrillo de Dalmacio Robles Sequeira, se encendió súbitamente tras la inesperada inyección de oxígeno que sobrevino tras un breve ataque de tos.

   -¿No le hace mal fumar a su edad? –le pregunté con respeto a mi entrevistado, el hombre de noventa y tantos inviernos.

   -Si llega a ser así, avísele a mi organismo Quiroguita, porque no se hace cargo... -respondió jocosamente. Entrecerró los ojos con aires de profeta cristalizado en un storyboard, encendió la brasa nuevamente al pitar, y sustrajo un recuerdo desde las brumas del tiempo.

   -Tengo presente que la ‘Mujer Fantasmagórica’ fue algo que vimos allá por el 74 o 75, no le puedo precisar exactamente. Lo que sí ‘ricuerdo´, es que el primero que me dio una referencia del tema, fue un compañero bastante ‘tarambana’, el Flaco Crespo, alias “el tucumano”; le decían así no porque fuera de aquella provincia, sino porque le gustaba andar propinando cabezazos... -ríe con su consideración, y le cuesta retomar el relato-... el tema es que siempre andaba metiendo ‘bolazos’, por cada cosa que decía. Imagínese usted Quiroguita, qué cuando nos contó que una mujer se le aparecía en la ruta camino al laburo, mucho crédito no le dimos. Dijo que la subió a la moto y al ratito se le ‘disapareció’... La cosa fue que no fue el único que refirió algo parecido. Teníamos otro paisano, raro tipo, Don José Peláez, unos años más grande que yo, que había sido incorporado hacía poquito al trabajo; un hombre que no jodía, en ningún aspecto, y no le tembló la voz al contarnos algo muy similar...

   Antes de escuchar de labios de mi entrevistado el dato que estaba por brindar, me di cuenta que ya había oído alguna vez hablar del tal Peláez. Vinculado (según lenguas filosas), con cierto grupo que por aquellos años se lo ligaba al Ejército Revolucionario del Pueblo, (ERP), apareció en White para guardarse de miradas que, aparentemente, manejaban largavistas de La Triple A. Callado y de apariencia melindrosa, era muy respetado por todos; tal vez por ese halo (a veces falso y en muchas oportunidades innecesario) que poseen los aspirantes a héroes legendarios; visión romántica que, de forma sórdida, perdura hasta nuestros días. Lo cierto es que una madrugada de julio, en una vieja Siambretta, el ‘Ancho’ Peláez (tal era su apodo) descubrió una mujer desplomada a la vera del camino. Conforme a su educación campera, sus principios revolucionarios y su visión humana; el Ancho habría frenado súbitamente para asistirla. Algunas versiones (no la de Robles Sequeira, bastante escueta, por cierto) que escuché en asados de mi niñez, en el viejo taller de mi padre, dan cuenta de que el noble Revolucionario la levanta en andas, ésta reacciona; Peláez nota magulladuras en el rostro de la mujer y parte de la larga cabellera arrancada; decide sin dudarlo subirla a la moto y trasladarla rápidamente hacia el trabajo; allí obtendría el pertinente auxilio. 

   Naturalmente, la carga y la lleva entre sus brazos, en ese circulo cerrado entre el manubrio y sendos tatuajes carcelarios que asomaban de los puños morados por el frío. Sin embargo, a menos de un kilómetro entre la bruma y el frío de la precaria madrugada, convulsionando y emitiendo un alarido gélido e inolvidable, la mujer se habría esfumado en el aire recostada sobre el pecho del Ancho

Fantasmas, lobos y maldiciones, una oscura historia de Ingeniero White (Parte 1)

   -¿Usted cree que esa historia es cierta? –le pregunté estratégicamente a Don Dalmacio.

   -Lo afirmo... -respondió sin titubeos, y sumó un dato fundamental– ‘Risulta’ que luego de escucharlo al ‘Peláez’ , supe que probablemente la mujer sería La ‘Maruca’ Espósito, quien parió a su hija Amanda en un lupanar whitense, allá por los años 60. Dicen que murió al dar a luz y que su cuerpo lo arrastraron hacia el camino de acceso al puerto... -ante mi ceño fruncido, no de descreimiento, sino de súbita atención; encendió otro cigarrillo– las malas lenguas, también aseguran que quien la embarazó era un párroco del interior, y que la muchacha se habría escapado y terminado en el puerto... trabajando como prostituta mientras estaba embarazada. No sería su primer hijo, habría tenido varios antes... 

   Debo reconocer que un frío me corrió por la espalda. Tal vez, un observador inadvertido, habría creído que la congoja y hasta la repulsión de una situación tan tristemente voraz, eran las responsables de mi malestar. Sin embargo, créanme que fue la certeza, el bienamado síndrome de eureka, el que asaltó mis cavilaciones, dándome una versión horrible pero definitiva de ambas historias.

El Mito y la confirmación del horror

 Julián de Cárcamo, el autor de La Tromba de las Pasiones (Publicación de tradición enigmática e independiente, aparentemente realizada en Bahía Blanca a principios de los 80) habla de una mujer maldita, en White, errante y marginal, violada por un religioso (coincidente con el relato de Robles Sequeira). 

   En las leyendas medievales, las maldiciones eran transmitidas por los íncubos, demonios que, con lascivia y desenfreno, solían poseer a los sacerdotes y virtuosos varones para aprovecharse de núbiles jóvenes. Si uno de estos demonios dejaba encinta a una mujer, se decía que el producto de esta unión estaría negado a los ojos del Altísimo. De hecho, Raúl Regueiro, el Brujo Blanco protagonista de la secuela histórica de este relato (precuela en tiempo de presentación) “Memorias de una Bestia Lunar” La Nueva - 26/05/2019, le aseguró a este cronista, una tarde de 2012 y con vehemencia, que “hay miles de formas de maldecir a alguien. Sin embargo, una de las más fuertes es cuando su nacimiento está ya contrapuesto a todo lo sagrado”. El hecho concreto es que, podemos creer o no en las alegorías medievales sobre la interacción del mal, pero no podemos dejar de reflexionar sobre el oscuro origen de Amanda Espósito, hija natural de Maruca Espósito, aparente identidad de la Mujer Fantasmagórica que, según relatos muy bien definidos, aparecía en la ruta de acceso a Ingeniero White. 

   ¿Coincidencia de historias? ¿Correlatividad de mitos? Como fuere... la tradición de una mujer que acecha en la ruta camino al puerto, ya es una sombra que se desdibuja en la memoria de algunos extraños testigos, que prefieren apelar a la fantasía de la confusión, que a la certeza de lo vivido. 

   Una madre que muere al dar a luz, cargando una maldición espantosa... Una hija que crece en soledad, desconociendo a quien la trajo al mundo, sufriendo una horrible transformación; eslabonando ayeres de locura y dolor que, hasta el día de hoy, no tienen resolución...

   -Le repito... claramente para usted, todo lo que me ha contado es tan real como nuestro encuentro... -le dije a Don Dalmacio, al tiempo que cerraba mi cuaderno de notas y lo veía sonreír detrás del humo del cigarrillo. 

   -Tal cual Mocito... -sentenció con satisfacción– aunque me parece que ‘usté’ que investiga estas cosas... ya debe saber que hay una línea muy fina entre lo que es real y lo que no... ¿no le parece? –me dijo seriamente. 

   Preferí no responderle. Guardé las cosas en el maletín, me despedí rápidamente de mi entrevistado y, al salir al aire frío de la noche, no pude contener un suspiro de alivio; el que dio por terminada una jornada de oscuras revelaciones que, tristemente, podrían ser verdades inexorables.

   ¿Por qué generalmente, las leyendas de aparecidos, están vinculadas a antiguos y descomunales hechos de horror? ¿Cuánto hay de verdad, en esa mística popular que pondera, terribles y puntuales apariciones, en espacios donde (seguramente) el derramamiento de sangre hizo que la tierra se tiña no únicamente de la roja herrumbre, sino también de confusas y oscuras tradiciones orales? Nuestro enclave, en el sur bonaerense, harto de historias de sacrificios naturales y antiguos pobladores atravesados por anatemas de antaño, ha sido y es el escenario propicio para escalofriantes manifestaciones que, hasta nuestros días, sigue dándonos qué hablar.