Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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El coronavirus: la vacuna y las culpas

   La llegada de la vacuna contra el Covid 19 abre una luz de esperanza. Es tiempo de responsabilidad y seriedad. 

   Muy poco ha cambiado en lo sanitario desde que el 9 de enero de 2020 falleciera en China la primera persona con problemas respiratorios causados por el coronavirus.

   O mucho si se considera que en menos de un año varios laboratorios lograron desarrollar una vacuna que en un plazo estimado de dos años servirá para controlar los contagios.

   Pero nada ha cambiado para creer que de manera mágica el virus dejó de estar presente, que los contagios iban a desaparecer y que el número de infectados iba a disminuir.

   Porque esa situación puede pensarse en un planeta donde una cuarentena sea eterna y estricta, donde el aislamiento se aplique con rigidez militar y los castigos a quienes no cumplan los cuidados sean más que ejemplares.

   La política del miedo, plantear una ciudad llena de muertos, hospitales colapsados y escenarios apocaliptícos han servido por unos meses. A un año de la pandemia muy pocos pueden resistir determinadas exigencias y tienen capacidad para cumplir ciertas conductas.

   Las fiestas de fin de años, los actos escolares, la época de verano, el cansancio, las necesidades propias de cualquier vida, han generado no una segunda o tercera ola, sino un aumento en los contagios por la decisión asumida de convivir con el virus.

   Por eso familias enteras se contagian, miles de personas soportan días con temperatura o dolores físicos, se aíslan cuando tienen síntomas y luego siguen. Por eso ya es casi imposible controlar lo que está ocurriendo.

   Es momento de agilizar al máximo la vacunación, de ser serios y eficientes en su distribución y aplicación.

   Es tiempo de cuidarse pero también de avanzar. Si de repartir culpas se trata, los dedos acusadores deberían apuntar a un virus que mide la millonésima parte de un milímetro y que ha dejado en claro su fuerte habilidad para contagiar.