Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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La “paz política”, atada a la evolución de contagios

La columna semanal de Ricardo Salas, corresponsal de La Nueva. en La Plata.

Archivo La Nueva.

   Ya casi a mitad de semana y mientras desde la Rosada buscaba terminar con la tirantez con el Gobierno porteño, el gobernador Axel Kicillof "piso el freno" y fijó posición respecto de la continuidad de la nueva fase de la cuarentena por el Covid -19.

   Previamente, el presidente Alberto Fernández tuvo otro gesto de “blindaje” hacia Kicillof. En una decisión poco frecuente para cualquier Gobierno nacional, el Presidente movilizó a gran parte de su gabinete hacia La Plata para mantener una reunión de trabajo con ministros bonaerenses.

   “El aislamiento es la política más efectiva contra el coronavirus, y en este contexto de aumento del contagio no sería lógico pensar en una flexibilización”, aseguró el mandamás bonaerense, después de escuchar durante tres horas al “comité de expertos” de la provincia de Buenos Aires (igual que medio centenar de intendentes municipales que se sumaron vía teleconferencia), buscando anticiparse a la evolución de la pandemia, sobre todo en el conurbano.

   Los expertos epidemiológicos coincidieron en la necesidad de concientizar a la población acerca de la circulación comunitaria del virus, ante el temor a una potencial suba en la tabla de contagios durante la útima semana del almanaque de mayo.

   Ante eso el ministro de Salud, Daniel Gollán, procuró claramente evitar una mayor circulación del virus en el Gran Buenos Aires, casi en los mismos términos que planteó el mediático ministro de Seguridad, Sergio Berni, sobre la imposibilidad de “ablandar” la cuarentena.

   Gollán, viene de ser duramente zarandeado por legisladores de Juntos por el Cambio por “cavar la grieta” con sus dichos por Twitter contra el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta y apuntar a la CABA de ser el foco que irradia coronavirus. Para algunos opositores fue un “comentario falso, irresponsable y temerario”.

   No hay dudas que el peor riesgo sanitario frente a está coyuntura social es la imprudencia. Por ahora, el distanciamiento social sigue actuando como válvula de escape de ciertas tensiones.

   Puede advertirse que están aquellos que políticamente refuerzan la postura del tridente “dialoguista” entre Alberto Fernández, Kicillof y el alcalde porteño del Pro (más allá de alguna diferencia puntual) y otros que prefieren seguir tirando flechas desde un rincón de la oposición negativa.

   En otra palabras, este triángulo de gestión centrada en la pandemia, cae bien en la opinión pública en general. Sólo hay núcleos duros de ambos lados de la grieta que resisten dicha “coalición”. No es casual que aquella mirada contemplativa durante los primeros días del distanciamiento social se haya lentamente transformado en una tensa espera para cuando pase la ola.

   Volvió la actividad legislativa y volvió la rosca política a su máximo esplendor. Y como buscando ponerse al día, tanto diputados como senadores avanzaron en el tratamiento de varios temas que planteo el Gobernador (sobre todo la aprobación de los decretos emitidos en el marco de la emergencia por la pandemia), y sobre varios proyectos de variada temática que se acumularon durante los cinco meses de parate legislativo.

   Una vez más, los barbijos “amarillos” -sobre todo en el Senado- fueron protagonistas en el recinto de sesiones. El diseño y detalle del color sobre las caras de los senadores de Juntos por el Cambio fue motivo incluso de alguna chicana de la vicegobernadora Verónica Magario.

   Antes de todo esto, los diputados y senadores se repartieron las comisiones de trabajo, con algunos datos interesantes.

   Justamente porque el “prorrateo” de las presidencias de las comisiones parlamentarias en una misión extremadamente difícil. Se necesita de un fino equilibrio para conformar a todas las tribus legislativas del peronismo kirchnerista del Frente de Todos. 

   En la bancada oficialista de la Cámara de Diputados pulsean el presidente Federico Otermín (responde al intendente lomense Martín Insaurralde), el tresarroyense Carlos “Cuto” Moreno (Kicillof), y el jefe de bloque, Facundo Tignanelli (responde al jefe de La Cámpora, Máximo Kirchner) y en menor medida el massismo, la liga de intendentes del interior y los movimientos sociales.

   Bien podría decirse que la Sexta pisa fuerte en la Legislatura. En el Senado, sobre seis legisladores, dos de ellos son autoridades del cuerpo; el exintendente peronista Alfredo “Pichi” Fisher es vice primero, en línea directa de sucesión detrás de Kicillof y Magario, y el “lilito” bahiense Andrés De Leo vice cuarto.

   Ahora se le cuela en ese simbólico “top ten” el bahiense Marcelo Feliú muy bien posicionado para presidir la estratégica comisión de Presupuesto e Impuestos. En la otra comisión “pesada”, Asuntos Constitucionales y Acuerdos, será vice la también senadora bahiense por JxC, Nidia Moirano.

   Se sabe, una vez superada la emergencia provocada por esta coyuntura de pandemia, pueden proyectarse cambios muy profundos en la Provincia, no sólo en términos de salud pública, sino también desde el punto de visto económico.

   Días atrás  también quedó definido que, de 11 representantes parlamentarios de la Sexta, ocho presidirán comisiones, como es el caso de los bahienses Santiago Nardelli (Asuntos Portuarios, Marítimos y Pesca) y Gabriel Godoy (Asuntos Agrarios).

   Mucho, si se tiene en cuenta además, que “Cuto” Moreno es autoridad como vicepresidente de la Cámara Baja. Nueve de once no está mal.