Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Mismas urgencias, distintas estrategias

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   Mauricio Macri y Alberto Fernández, como protagonistas centrales de la carrera hacia las elecciones de agosto, octubre y eventualmente de la segunda vuelta de noviembre, parecen haber definido en la recta final el tenor de sus estrategias. Uno para sentarse otros cuatro años en el Sillón de Rivadavia, el otro para recapturarlo tras un intervalo de cuatro años y ofrecérselo, para no desmentir la impresión que circula en todos los corrillos y mentideros de la política, a su jefa y mentora. Y verdadero "poder en las sombras", se augura, si el triunfo del Frente de Todos llegase a suceder.

   Hay evidentes aciertos y errores, malpasos y rigideces que a los candidatos les vienen impuestas antes que obedecer a sus propias improntas, que jalonan este tramo final que en tres semanas desembocará en las PASO del 11 de agosto, convertidas por propios y extraños, por analistas y observadores de todo pelaje, y por las omnipresentes encuestas que a diario llueven sobre la Casa Rosada y el Instituto Patria, casi en una final. De hecho, y todos los actores parecen coincidir en el punto, lo que ocurra en esa instancia que está a la vuelta de la esquina, de la diferencia que se vuelque hacia uno u otro lado del centro de la escena, podría significar el cielo o el infierno para Macri o para Fernández.

   Primera conclusión de lo que se escucha en ambos campamentos: la polarización buscada y alentada a ultranza por unos y otros es tan pronunciada, tanto que con matices para la mayoría de los consultores hay un 80/85 por ciento de los ciudadanos que dice que votaría por las fórmulas que encabezan Macri y Fernández, que ha desaparecido del mapa electoral, o casi, la influencia de terceras fuerzas.

   En los laboratorios del macrismo y del cristinismo por una vez coinciden en un dato: sus fórmulas si hoy fuesen las elecciones le sacarían más de 30 puntos al peronismo de Consenso Federal que integran Roberto Lavagna y Juan Urtubey. Esto, hay que decirlo, gracias al "aporte" que en el colmo de los despropósitos hicieron los fundadores --además de ese binomio, Pichetto, Schiaretti y Massa-- para que la esperanza de la avenida del medio saltara por los aires.

   Macri, se puede comprobar con más nitidez ahora, apostó todas sus fichas al histórico Pichetto, pese a la cerrada oposición de Marcos Peña y Jaime Durán Barba, y la rabieta, una más, de los socios radicales, cuando muy a su pesar se convenció que la pata peronista, que cual predicadores en el desierto habían clamado Emilio Monzó y Rogelio Frigerio, era imprescindible.

   El presidente "rompió" con Peña y el gurú ecuatoriano cuando las malas noticias de la economía, allá por abril y mayo, presagiaban un derrumbe catastrófico de su sueño reeleccionista. Si la política suele ser hereje, hay que decir que a Macri le mostró entonces su peor cara.

   El veranito económico que los más entusiastas del laboratorio macrista aseguran que es sostenible en el tiempo, es la otra pata sobre la que se asienta la estrategia oficial. Las encuestas que han reflejado en estos días el achicamiento de la brecha entre Macri y Fernández, que sería ahora de 3/4 puntos contra los 8/10 de hace dos meses, estarían reflejando esa tendencia, que además de la tranquilidad del dólar se asienta en la baja de la inflación hacia un estacionamiento en el 1,9 o 2 por ciento, aún altísima para países normales, que pronosticó esta semana Nicolás Dujovne delante del presidente.

   El círculo rojo y los mercados, puntualmente la Bolsa de Comercio, le han hecho saber de todos modos que para ellos no es el mejor candidato, sino el menos malo. El miedo a un regreso del populismo es tan grande como la decepción por la actual gestión.

   No la tiene mejor el ex Jefe de Gabinete de Cristina. Su campaña en solitario, soberbia y rebelde por momentos preocupa a sus propios partidarios. Hay voces críticas en el Instituto Patria sobre la tozudez de Fernández en no compartir la campaña, en "mandarse solo por la obsesión de no aparecer atado a Cristina", dicen. Herejías también por este lado.

   "Algo no estamos haciendo bien", se escuchó en el Patria, en especial por el calvario mal llevado del candidato de tener que convivir entre la necesidad de mostrarse moderado, distinto, y a la vez no romper con la iracundia y sed de venganza que le buscan imponer sectores ultras del cristinismo como La Cámpora. O los piantavotos que insisten con borrar de un plumazo el Poder Judicial o controlar el mercado de cambios si llegan al poder.