Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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La presión arterial bien controlada podría evitar casi 4 muertes por hora

Así lo afirmaron especialistas en el XXVI Congreso Argentino de Hipertensión Arterial que se desarrolló en Mar del Plata. El dato corresponde a nuestro país.

   La hipertensión arterial es la principal causa de muerte y discapacidad en Argentina. En 2017, la sumatoria de las enfermedades cardiovasculares, afecciones en las que la hipertensión suele jugar un papel clave, produjo 90.222 muertes.

   En parte explica esta alarmante cifra el hecho de que 7 de cada 10 hipertensos no controlan su enfermedad: 4 de ellos ni siquiera saben que son hipertensos y casi 3 (27%) pese a conocer su condición no logran mantener su presión en parámetros aceptables.

   “Si tenemos en cuenta que más de un tercio (37,3%) de los casos de muerte por enfermedad cardiovascular se podría prevenir teniendo la presión arterial en niveles normales, podríamos evitar en nuestro país 92 fallecimientos por día, prácticamente 4 cada hora controlando la hipertensión”.

   La afirmación fue realizada durante el XXVI Congreso Argentino de Hipertensión Arterial, que se llevó a cabo en Mar del Plata del 11 al 13 de abril.

   “Todos los años mueren por enfermedades cardiovasculares más de 90 mil argentinos, cuatro veces más de los que fallecen por todas las causas externas (accidentes y homicidios, entre otras). Se ha calculado que estas muertes implican 400 mil años de vida perdidos; si a estos se suman los que se viven con discapacidades, son 600 mil los años de vida saludables que se pierden a consecuencia de las enfermedades cardiovasculares. Así, un tercio de las muertes y también de los años de vida perdidos en la Argentina corresponden a enfermedades cardiovasculares”, expresó Irene Ennis, doctora en medicina y presidenta del Comité Organizador del XXVI Congreso Argentino de Hipertensión Arterial.

   “Se estima que cada año se producen en Argentina más de 150.000 eventos coronarios (angina de pecho, infarto de miocardio) y 100.000 accidentes cerebrovasculares (ACV). La asociación entre ACV y cardiopatía isquémica con la presión arterial es lineal y empieza desde valores tan bajos como 120/80 mmHg. Por este motivo, afirmamos que para disminuir el riesgo de padecer una u otra condición debemos ser exigentes con el cumplimiento de las metas de prevención y tratamiento”, detalló el doctor Martín Salazar, presidente Honorario del Comité Organizador del XXVI Congreso Argentino de Hipertensión Arterial.

   Estimaciones relativamente recientes refieren que en nuestro país los costos directos anuales asociados al tratamiento de la hipertensión arterial (incluyendo medicamentos, estudios, análisis de laboratorio e internaciones) ascienden a 350 millones de dólares. A lo que habría que agregar los costos indirectos (pérdida laboral, cargas familiares, etc.) y consecuencias psicológicas y sociales, cuya medición es más difícil de realizar. 

   “La hipertensión arterial no es simplemente un factor de riesgo, es una enfermedad en sí misma que debe ser abordada con tratamiento. Aunque no es lo más habitual, existe consenso internacional acerca de que se obtienen mejores resultados en el tratamiento si se indican dos o hasta tres medicamentos antihipertensivos en simultáneo, en comparación con indicar uno solo o simplemente recomendar dieta y ejercicio físico”, subrayó la doctora Judith Zilberman, presidenta de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA) y especialista en cardiología e hipertensión arterial.

Recomiendan no minimizar los valores ligeramente elevados

   1. Entre los propios especialistas existe cierto disenso acerca de a partir de qué valores considerar que  una persona padece hipertensión.

   2. Mientras que las guías norteamericanas consideran hipertensión a partir  de 130/80 mmHg, desde la SAHA la postura que la define es de 140/90 mmHg.

   3. La comunidad científica toda coincide en la importancia de no considerar que valores ligeramente elevados pueden deberse  a situaciones pasajeras.

   4. La hipertensión arterial representa el principal factor de riesgo (potencialmente modificable) del desarrollo de enfermedad cardiovascular.