Bahía Blanca | Miércoles, 08 de mayo

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La inclusión, un trabajo que en Empleados de Comercio se toman muy en serio

Más de 30 chicos con capacidades diferentes acuden diariamente a la Colonia de Verano Inclusiva que coordina Walter Mele en el gremio que conduce Miguel Aolita. "Aquí hay lugar para todos, nadie se queda afuera", señaló.

Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Por Pablo Andrés Alvarez / palvarez@lanueva.com

   "Pasarla bien no cuesta nada”.

   Walter Mele lleva esa frase en la remera que utiliza todos los días en la Colonia de Verano Inclusiva de Empleados de Comercio.

   Y la inclusión, al igual que el estampado que lleva en su espalda el coordinador general de las actividades, no es un mero mensaje, sin contenido ni profundidad.

   En la Colonia de Verano de los mercantiles se trabaja muy en serio en la integración de los niños con capacidades diferentes. A tal punto que ya son más de 30 los que asisten diariamente al predio de Aldea Romana.

   Algunos van solos, otros acompañados por sus padres y también hay quienes acuden con acompañantes terapéuticos.

   “Acá nadie se queda afuera”, avisa Walter Mele y se puede comprobar rápidamente que es así, al ver a estos chicos tomar parte de todos los ejercicios de recreación preparados y zambullirse a la pileta a la par del resto.  

   “¿Como surgió esta idea? Vino de la mano con mi trabajo en DUBa. Siempre tuve presente el tema de incluir a los discapacitados en las cuestiones diarias de la vida. Cuando me dieron la posibilidad de ser el coordinador de la colonia, una de las primeras cosas que me puse como objetivo fue que tuvieran su lugar, como cualquier otro”, resumió Mele.

   --¿Fue inmediato?

   --No, me costó dos años implementarlo. En la primera temporada a mi cargo se anotaron muy pocos nenes en general; en la segunda creció un poco más, pero no se anotó ninguno y en la tercera ya vino Mateo, que tiene síndrome de down. El es un poco el emblema de esta apuesta que hicimos. Hoy, siete años después, sigue viniendo y prácticamente es el dueño de la colonia.

   “No es fácil iniciar algo así, porque hay que generar las condiciones, tanto humanas como de infraestructura. Pero Miguel (por Aolita) captó rápidamente la idea, redobló la apuesta y encabezó los trabajos en el predio para que ellos estuvieran cómodos. Se compraron sillas anfibias para que pudieran meterse al agua, se acondicionaron los baños, el comedor, se hicieron rampas por todos lados. Yo le pedí dos baños y él construyó el Boston Garden (mítico estadio de la NBA)”.

   --¿La mejor publicidad es el boca a boca?

   --Sin dudas. Porque quienes tienen chicos con capacidades diferentes generalmente están en contacto entre ellos. Creo que es una de las claves para que hoy sean más de 30 los anotados. En algunas colonias no los aceptan y en otras les preparan trabajos separados. Acá hacen lo que hace el resto, para que no se sientan diferentes y para que no sientan que se les tiene lástima por su condición.

   “Acá vienen con distintas patologías, con discapacidades leves, moderadas y severas, ya sea neurológicas o físicas. Hay algunos que vienen con sus padres, otros con acompañante terapéutico y otros solos, pero absolutamente nadie se queda afuera”.

   --El caso de Mateo es emblemático...

   --Sin dudas. El abrió este camino. Los primeros seis años vino con acompañante terapéutico. Pero este año fuimos un poco más allá y le propusimos a la mamá que lo mande solo, que nos encargábamos nosotros. El conoce todos los movimientos y se siente comodísimo. Prácticamente es un hijo para todos nosotros. Como el de él, hay otros casos similares, que empezaron acompañados por alguien y hoy se animan a participar sin nadie al lado. 

   “Ver esa superación es impagable. Año a año vemos cómo van creciendo y progresando”. 

   --¿Cuál es la reacción de los demás chicos?

   --Emociona ver cómo los integran. Cuando uno precisa ayuda para realizar alguna actividad, se pelean para ver quién ayuda. Los tratan como pares, como debe ser. Antes, en nuestra época de chicos, los mirábamos con cierto temor. Las generaciones de ahora lo toman más naturalmente, sin tantos prejuicios.

   “La idea de la inclusión es trabajarla desde chicos, sino terminás formando personas mayores con cierto grado de resentimiento. Y eso no es bueno para nadie. Acá puedo asegurar que no se le tiene lástima a nadie y mucho menos los marginamos de alguna recreación. Todos hacen todo; juegan de igual a igual”.

   --¿Tuvieron que capacitar a los profesores?

   --Todos los años tenemos una reunión previa, después de saber cuántos inscriptos hay y en qué grupos de edad les toca. El segundo paso es hablar con cada padre, para saber si van a venir solos o acompañados y cuál es el objetivo que tienen con sus hijos. A partir de allí, distribuimos el trabajo interno y vamos evaluando periódicamente el desempeño del chico, respecto a lo que se busca, que es integrarlo. 

   “Puedo asegurar que prácticamente no hay abandonos y mucho menos faltazos. Empiezan en enero y la terminan en febrero. Eso marca que están cómodos. Cuando se van de vacaciones, las padres nos cuentan que los vuelven `locos' para volver”.

   --¿Acuden también a los campamentos?

   --Obviamente. Todas las actividades son inclusivas y están pensadas de esa manera. Hay que verlos participar, por ejemplo en silla de ruedas, en las caminatas nocturnas. Parecen bichitos de luz, a la par del resto.
“Todo se puede hacer si hay determinación. Muchas veces los prejuicios nos dejan a mitad de camino, pero hay que animarse. Son seres humanos como cualquier otro y hay que tratarlos de esa manera. Ojalá que cada vez haya más espacios como éste”.

   --No sólo vienen hijos de afiliados.

   --Acá viene el que quiere. Como el resto, pagan diferenciado si no son hijos de afiliados, pero las puertas están abiertas para todos.

La voz de Aolita

   Aún en plenas vacaciones familiares, Miguel Aolita se tomó un tiempo para hablar con “La Nueva”. sobre el trabajo de inclusión que se inició en el gremio de los mercantiles en su gestión.

   “Una de las primeras decisiones que tomé cuando me hice cargo del gremio fue eliminar las barreras arquitectónicas. No sólo para los chicos concurrentes a la colonia de vacaciones o durante el año al Polideportivo, sino que casi todas nuestras instalaciones se adaptaron para que puedan ser usadas por cualquier persona”.

   A su vez, el secretario general valoró el trabajo de Walter Mele.

   “El ya venía trabajando en DUBa y ni bien me propuso hacer una colonia inclusiva no lo dudé un instante. Fue así que trabajamos mucho en el polideportivo y en el predio, adquiriendo equipamiento y también haciendo obras para que los discapacitados puedan disfrutar las instalaciones y, fundamentalmente, las piletas”.

      En ese tren, el gremio adquirió dos sillas anfibias, diseñadas por Gustavo D'Angelo, y construyó una batería de baños en el predio de Aldea Romana para que se pueda ingresar con sillas de ruedas.

   Aolita esgrimió que el pensamiento de inclusión es política de toda la comisión directiva que lo acompaña.

   “Para nosotros, una persona con capacidades diferentes tiene que tener las mismas oportunidades que cualquier otro. Eso es innegociable y por eso estamos pensando permanentemente en cómo trabajar para incluirlos cada vez más. Por eso nos llena de orgullo ser una de las pocas colonias que trabaja en la integración”.

Tres casos testigos de la integración

--Juan Manuel tiene 7 años y padece autismo. Su mamá, Cecilia, lo acompaña todos los días para que pueda participar de las actividades de la Colonia. “Lo traje por recomendación de los directivos de la Escuela 505 y llegamos aquí porque fue la única colonia que lo aceptó. La verdad que el trabajo que realizan los profesores para incluirlo es maravilloso. Y los avances son notables. Por ejemplo, antes de venir a la colonia era imposible subirlo a un colectivo. Hoy venimos todos los días, junto a los demás chicos en el micro”, dijo Cecilia.

--Jeremías, por su parte, tiene 9 años y sufre parálisis cerebral. Hace 4 años que se anota en la colonia, aunque es el primer verano en el que acude con Esteban, un acompañante terapéutico, quien nota los progresos diarios. “Le encanta jugar en el agua. Nos metemos juntos y hacemos un montón de ejercicios de motricidad. Es notable ver cómo los demás chicos lo ayudan en todo, para que tome parte de todas las actividades”, señaló Esteban.

--Federico es uno de los más grandes. Tiene 13 años, también es autista y ésta es la tercera temporada que asiste a la colonia. Desde el primer día lo acompaña Sebastián, un asistente terapéutico. “Es muy raro que falte. Le encanta meterse en la pileta, porque ama el agua. Antes le costaba compartir y hoy, merced a un trabajo en equipo, que incluye a estos profesores, se notan en él enormes avances de sociabilidad”, manifestó Sebastián.