Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Alberto Fernández, el día después...

La columna de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Fotos Télam, NA y Reuters

   Exactamente a las 9.14 y con la temperatura rumbo a los 38 grados Alberto Fernández bajó del helicóptero presidencial Sikorsky "Malvinas Argentinas" en el helipuerto de la Casa Rosada, para cumplir con su primer día como nuevo presidente de la Nación.

   Tras la agotadora jornada de ayer en el Congreso y la Casa Rosada, Fernández cumplió con otro de los hitos de su flamante gestión: anoche durmió por primera vez en la residencia presidencial de Olivos, donde esta mañana mientras él se dirigía en helicóptero hacia el centro de la ciudad, se acomodaban su pareja, Fabiola Yáñez, el séquito que los secundará, y los perros Dylan y Prócer, seguramente más a su aire que en el departamento de Pepe Albistur que ocupaban en la calle Juana Manso de Puerto Madero.

   Fernández llegó acompañado de su inseparable vocero, Juan Pablo Biondi, y a la vieja usanza de los abogados, con un portafolios de cuero en su mano derecha, que enseguida le pasó a su edecán naval de turno. Prefirió no usar el automóvil de la custodia para recorrer los 150 metros que separan el helipuerto de la explanada, lo que le permitió saludar a mano alzada a los cientos de curiosos y militantes que se agolpaban desde temprano tras las rejas que bordean la exPlaza Colón.

   Las primeras reuniones en su despacho las mantuvo con quienes serán sus alter egos en la gestión: el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, el secretario General, Julio Vitobello, y la secretaria Legal y Técnica y custodio central de su firma, Vilma Ibarra.

   Enseguida vino la que sería su primera audiencia oficial como presidente, a la que se sumó el canciller Felipe Solá. Alberto recibió el su despacho al presidente de Cuba, Miguel Mario Díaz Canel, un encuentro que debido al intenso protocolo de ayer finalmente había sido pospuesto para esta mañana. Fueron testigos de ese "muy buen diálogo", como lo definió Alberto, además de Solá, la vicejefe de Gabinete, Cecilia Todesca, y el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla.

   Un rato más tarde el presidente se topó con los periodistas que hacían la típica guardia en el Salón de los Bustos, mientras caminaba otra vez hacia el helipuerto, esta vez para dirigirse a La Plata para asistir a la asunción como gobernador de Axel Kicillof. Distendido, prefirió antes que brindar información, dedicarle una chicana a Mauricio Macri.

   "Yo no sé si Mauricio venia a trabajar aquí, porque el aire acondicionado del despacho no funciona y hace un calor insufrible", dijo entre risas. El presidente, y no sólo él, ya se habían quejado ayer por la tarde del sofocante calor en el Museo de la Casa Rosada durante la jura de ministros y secretarios, donde tampoco había aire acondicionado mientras la sensación térmica rozaba los 40 grados.

   Alberto llegó al helipuerto de la base naval de Ensenada acompañado por Solá, Biondi, el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, y el ministro del Interior, Wado De Pedro, todos con suficientes antecedentes de "territorio recorrido" en la provincia. A las 11.22 se instaló en el palco presidencial de la Cámara de Diputados de la Provincia, donde ya lo aguardaba Cristina Fernández, que había llegado minutos antes. Compartieron el sitial con la esposa y los dos hijos de Kicillof, y ambos se retiraron tras la jura y antes del discurso del nuevo gobernador.

   Como era de esperarse la Casa Rosada se convirtió en las últimas horas, aunque habrá que ver hasta cuándo, en una verdadera romería. Peronistas y funcionarios se cruzaban y saludaban por los pasillos, unos en búsqueda de novedades sobre su propio futuro ya que aún restan casi mil cargos por cubrir. Los otros a cumplir con las funciones para las que juraron ayer. No fue el primer caso el del gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, que estuvo a media mañana reunido con Cafiero en el despacho "puerta a puerta" que conecta con el de Fernández, quien a esa hora estaba en la capital bonaerense. También el puntano pasó a tomar un café por el despacho del subsecretario General de la Presidencia, Miguel Cuberos.

   Pasadas las 14, casi una hora después de lo que se había anunciado, el presidente inició en el comedor privado junto a su despacho del primer piso el programado almuerzo con el enviado de Donald Trump a la ceremonia de asunción, el secretario adjunto del Departamento de Estado para el Hemisferio Occidental, Michael Kozak. También estuvieron el embajador norteamericano, Edward Prado, el canciller Solá y el designado embajador argentino en Estados Unidos, Jorge Arguello.

   La comida, traductor mediante, buscó alivianar las tensiones que generó ayer la abrupta partida del asesor personal de Trump para la región, Mauricio Clavel-Carone, enojado por la invitación del gobierno entrante al ministro de Comunicación de Venezuela, Jorge Rodríguez,.

   Antes, Alberto sorprendió gratamente a los empleados de la Casa Rosada que trabajan en el segundo piso. Fue cuando quiso visitar un deposito de muebles de oficina que al parecer estaban abandonados por la anterior administración macrista. Los empleados lo recibieron al ya clásico grito de "Alberto Presidente", y le pidieron tantas selfies que, apurado por los tiempos, Alberto pidió: "Mejor hagamos una grupal y listo".

   Cuando regresaba a su despacho, un periodista alcanzó a preguntarle de pasada sobre los cambios en la AFI, y sobre quién será el titular. "Muchachos, estamos disfrutando..." eludió con una media sonrisa antes de seguir hacia el ascensor.