Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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“Estoy en un trabajo donde me gusta lo que hago y me hace sentir bien”

Andrés Ayas siempre quiso ser bombero. Ingresó de grande a los Voluntarios de Punta Alta y ahora integra la División de Bomberos del Servicio Máquinas de la Base Naval Puerto Belgrano.

   Desde chico quiso ser bombero. Cuando sonaba la sirena del cuartel, Andrés los seguía en bici, de más grande en moto, hasta que trabajando para una remisera empezó a llevar al cuartel a una de las bomberas de Punta Alta. Tenía 35 años y comenzó a vislumbrar su destino.

 

   Trabajó 9 años en una casa de electrodomésticos, luego en la agencia de remises y más tarde en una distribuidora de golosinas y alimentos.

 

  “Cada vez que pasaba por el cuartel de Bomberos de Punta Alta, imaginaba que ser bombero era una cuestión familiar, que al cuerpo de bomberos sólo ingresaban los parientes”, dijo Andrés Ayas (46).

 

   Ya había intentado ingresar a la Policía Federal para ser bombero pero su edad lo limitó. Este comentario –como otras dudas e ideas– fue transmitiéndoselos a Yanina Rodríguez, la bombera que llevaba al cuartel, a quien ya conocía de la escuela secundaria en el Instituto José Manuel Estrada.

 

   Un día, Yanina lo alentó a entrar al cuartel y a anotarse para los próximos cursos. “El cuartelero me tomó los datos en un papel chiquitito; no me convenció para nada el papelito, aunque me atendió muy bien”, rió con su propia anécdota. La sorpresa fue que al año siguiente lo convocaron.

 

   Hizo el curso a principios de 2007 y rindió con éxito el Manual del Bombero en Ingeniero White (Bahía Blanca); fue así como ingresó finalmente a la Asociación Bomberos Voluntarios de Punta Alta en agosto.

 

   Yanina se convirtió en su madrina. “A partir de ahí, una vez que aprobás, te van llamando de a poco a cubrir los servicios menos complicados en función de cuidar la integridad del bombero”, contó. Le resultó sensato, pero también óptimo porque cuando comenzó sus hijos Maru y Juan eran bastante chicos.

 

   “En aquella época estaba separado y los chicos se quedaban conmigo un par de días a la semana, si sonaba la sirena ellos insistían en que fuera: ‘Andá tranquilo que nos cuida el abuelo’. Realmente, sin el apoyo de mis hijos y mi papá no lo podría haber logrado”, dijo.

 

   Además de la disponibilidad, el bombero debe capacitarse constantemente; “las técnicas y procedimientos van cambiando y mejorando a lo largo del tiempo lo que implica hacer cursos de actualización”, explicó Andrés, quien hoy es bombero de altura, entre otras capacitaciones.

 

   Muchos en algún momento de la niñez desearon ser bomberos cuando fueran grandes; Andrés Ayas cumplió su sueño.

 

   La alegría de ser bombero en la Armada

 

   Para Andrés, la felicidad se completó cuando ingresó a la Armada Argentina en octubre del 2015. Dejó su trabajo en la empresa distribuidora para dedicarse de lleno a su profesión.

 

   “Me entusiasmé cuando se abrieron las vacantes en la Fuerza y sentí mucha alegría cuando ingresé; estoy en un trabajo donde me gusta lo que hago y me hace sentir bien. Poder ayudar a otros cuando uno combate un incendio me hace bien.”

 

   Desde su ingreso hace 3 años, se encuentra destinado en la División Bomberos del Servicio Máquinas de la Base Naval Puerto Belgrano. “En la base se instruye mucho al personal civil y militar en cuestiones de siniestros; fuera del ámbito naval lo nuestro son los incendios estructurales en viviendas, por ejemplo; y en Puerto Belgrano sumamos otros escenarios como el de los buques. Además nos capacitamos en Control Averías además de Lucha contra Incendios. Lo bueno de esta experiencia laboral es la capacitación constante”, aseguró.

 

   Bomberos civiles y militares de la División también realizan otros cursos para su formación permanente: pre-hospitalarios básicos, propuestos para una primera atención sanitaria; de materiales peligrosos, explosivos e inflamables; de rescate varios, en aeronaves por ejemplo; y de asistencia a la víctima.

 

   “Muchos de los bomberos que somos civiles en la Armada continuamos siendo voluntarios afuera”, expresó Andrés, y resaltó la excelente relación entre la Armada y la comunidad de Punta Alta, como también con los cuerpos de bomberos de toda la región del sur de la provincia de Buenos Aires: “La ayuda es mutua y siempre ha sido así, es histórico este buen vínculo que existe entre los bomberos de la ciudad y los de la Base Naval”.

 

   Andrés sabe que la vida del bombero es sacrificada, y aún mantiene en su recuerdo de niño el rostro cansado y sudado de los bomberos que volvían de un siniestro en la autobomba. Pensaba que algo de locura había en el frenesí de vestir el uniforme y colocarse el equipo de protección para enfrentar el peligro, el calor y las llamas; algo de locura había en esas partidas de sirenas escandalosas. Hoy esa “locura” se traduce, para él, en servicio al prójimo.