Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

¿Sabías que el mayor dormidero de loros del planeta está en la ciudad?

Junio es el mes que más aves reúne: 13 mil loros hacen su reducto entre las ramas de los árboles de la ciudad.

Fotos: Pablo Presti y archivo La Nueva.

Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   Los bahienses estamos tan acostumbrados que prácticamente lo ignoramos. Pero el movimiento que cada día generan miles y miles de loros en la ciudad a partir de la caída del sol es un particular espectáculo que pocas ciudades del mundo pueden contar. 

   Es que cuando el día está terminando, desde distintos puntos de la ciudad estas coloridas y ruidosas aves comienzan el camino hacia el lugar donde pernoctar durante la noche.

   Ese sitio es el Parque de Mayo, donde decenas de eucaliptus sirven para dar forma al dormidero más grande del planeta.

   Los muchos bahienses que cada día concurren al paseo a la tardecita están habituados a ese bullicio, que comienza de manera leve para ir adquiriendo un volumen e intensidad únicos.

Miles y miles

   Profesionales del CONICET realizaron hace unos pocos años un censo de ese "dormidero comunal", para estimar el tamaño de la población de esos loros barranqueros y también establecer como varía su cantidad de integrantes.

   El resultado es que precisamente junio, el mes que pasó, es el que más aves reúne: 13 mil loros hacen su reducto entre las ramas de los árboles, cantidad que disminuye a 2.000 en octubre, a consecuencia de algunas costumbres migratorias y de anidación.

   El hábito de reunirse en dormideros comunales está muy difundido porque genera en las aves varios beneficios, como una mayor eficiencia de forrajeo, menos demanda energética para su termoregulación, disminución del riesgo de predación, mejor protección frente a factores climáticos y un factor favorable para la búsqueda de pareja.

   Al parque arriban en bandadas, estimulados por la disminución de la luminosidad que se produce entre la puesta de sol y el crepúsculo.

La previa

   Cada atardecer, antes de dirigirse al dormidero del parque, los loros se congregan en distintos sectores, en una especie de encuentro previo, de momento de descanso.

   Son los denominados sitios de ensamble o predormideros.

   Esos sitios conforman otro verdadero punto de atracción para los curiosos, ya que se genera una intensa actividad: es el sitio que sirve como área de intercambio de información o suplementaria de alimentación.

   Son puntos intermedios entre el parque y los lugares desde donde inician el viaje: el campus de la universidad, el camino de la Carrindanga, el batallón y el Paseo de la Mujer, en particular en Cuyo y La Falda y Cuyo y Rosario.

   Los lugares donde se agrupan varían entre los edificios del hipermercado de calle Aguado, los cables de la avenida Cabrera, de avenida Fortaleza Protectora, del paseo de la Mujer y del barrio Las Cañitas.

   Cada camino al parque lleva entre 1.200 y 3.000 loros. Luego de un par de horas de vuelo y bullicio, el cansancio y el sueño terminan con la fiesta.

Los sitios

   Canteras y barrancos son los lugares elegidos por los loros para ubicar sus nidos. En cada uno habita una pareja, la cual dura para toda la vida.

   Cada colonia se ubica cerca de fuentes de agua y de áreas de vegetación, donde pueden acceder a brotes, semillas y frutos.

   En la ciudad existen al menos 22 colonias de loros, la mayoría en sustratos de origen antrópico, en canteras abiertas por extracción o por corte de calles.

   La de la avenida Cabrera --entre las más grandes del mundo en una zona urbanizada-- ocupa 2 mil m2, con 124 parejas.

   En sectores más alejados hay colonias de hasta 300 parejas.

Los hilos y los picos

   Los loros barranqueros están en la ciudad y la zona desde siempre. Una historia de 1907, por caso, da cuenta de su presencia y sus molestias.

   En febrero de ese año un "guardahilos" del ferrocarril develó uno de los hechos misteriosos que afectaba al Ferrocarril del Sud. La historia comenzó en 1896, cuando el ingeniero Guillermo White celebró un convenio con la Nación por el cual el Ferrocarril Sud tendió un hilo telegráfico en sus postes, entre Bahía Blanca y Neuquén, para uso de Correos y Telégrafos de la Nación.

   White decidió que el cable se colocara "convenientemente separado", encima de los de la empresa.

   Al poco tiempo, el Correo denunció que había interferencias en sus líneas, "diariamente, entre las 5 y las 7 de la tarde". Fueron inútiles los estudios técnicos por encontrar la causa del problema.

   Recorriendo la línea entre Chelforó y Chichinales a bordo de una zorrita, fue un guardahilos quien descubrió la falla: sobre los hilos telegráficos se posaban "miles y miles de loros barranqueros".

   El peso de las aves era tal que curvaba el alambre superior hasta tocar el inferior.

   Al punto que luego los enlazaban con sus picos, a modo de grampa, uniendo los conductores.

   El hecho no había sido advertido por los maquinistas porque al escuchar el tren, los loros abandonaban los hilos, sin dejar rastro alguno de su accionar.

   Aclarada la cuestión, se modificó la línea. Desde entonces, un brazo en cruz sostiene los cables, uno al lado de otro.

Nuevo censo

   Según pudo saber este diario, un grupo de biólogos locales trabaja en la posibilidad de realizar un censo de loros, de modo de generar información para comprender mejor la coexistencia de estas aves y la gente.

   Se buscará establecer la abundancia de loros en sitios como el Parque de Mayo y determinar, por caso, los sitios donde estos animales se alimentan.