Bahía Blanca | Domingo, 28 de abril

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DyF: cuando el perjuicio económico es el que menos duele

Cuatro historias de adherentes que sufrieron -y sufren- por los alcances del perjuicio y de un exempleado de Sergio Favretto que también la pasó mal.

Fotos: Emmanuel Briane-LN.

   Cada sábado a la tarde, Laura Recalde y su esposo llegaban hasta el predio de Sixto Laspiur al 3300 -donde se construía el fideicomiso Viviendas 27 de Junio V Etapa-, con la ilusión de que se hiciera realidad el sueño de llegar a la casa propia.

   “Todo esto nos afectó muchísimo”, reconoce hoy Laura. “En cada una de esas visitas íbamos hasta el lugar y decíamos ‘esta debe ser nuestra casa’; lo suponíamos por el tiempo que hacía que estábamos pagando y porque se acercaba la fecha de entrega”.

   Al no tener novedades, se presentaron en las oficinas de DyF y allí comenzaron a sospechar lo que finalmente sucedería.

   “Ahí nos dimos cuenta de que ese terreno ni siquiera era el que nos correspondía. Empezamos a caer en la cuenta que no nos iban a entregar la casa y, al mismo tiempo, se empezó a correr la bolilla de que esto iba para largo, que había mucha gente en la misma y que en algunos casos habían entregado la misma vivienda a dos personas”.

   La pareja sintió el golpe, por el esfuerzo destinado al sueño.

   “Cuando empezamos con las cuotas habíamos dejado de alquilar y nos fuimos a vivir al quincho de mi suegro para poder pagarlas y reunir el 60% del valor que te exigían para hacer la entrega”.

   A valor de ese momento, perdieron unos 60 mil pesos, aunque el daño va más allá de lo económico.

   “Fue un bajón, me enfermé como consecuencia del estrés y la amargura. Es el día de hoy que sigo teniendo problemas y no me puedo curar. Mi marido lo vivió con mucha bronca e impotencia y diciendo lo que decían todos: ‘si lo agarro a Favretto...’”.

   Lo que no pudo alterar el arte defraudatorio es el sentimiento de pareja.

   “Seguimos en esta vida juntos y luchando para tener una casa. Nos anotamos en cada oportunidad que hay en el Procrear”, reconoce Laura, quien junto a su marido siguen alquilando y hasta tuvo que aumentar sus horas de trabajo para poder hacer frente a los gastos.

   Por último, considera que la reciente condena a los abogados Díaz Flaqué y Carmona “no me sirve de nada”.

   “Quiero que lo encuentren a Favretto y él se haga cargo. Todo esto que pasó es otra injusticia, y siempre del lado de los pobres, de la gente que necesita y que no tiene otra posibilidad de tener una casa”.

Ausencia de los controles del Estado

   Para Santiago Maurizi, la decisión de llegar a su casa fue su “primera inversión importante” y el lamentable desenlace una “cachetada de la vida”.

   Opina que además de la responsabilidad que tienen aquellos que estaban al frente de la firma DyF, el Estado no controló la gestión ni brindó respuestas a los damnificados con la estafa concretada.

   “Estaba anotado en el plan de la calle Sixto Laspiur. Había entregado un Ford Focus cero kilómetro, con pocos meses de uso, y acordado un plan de cuotas, de las que pagué un año. Más o menos representaba el valor de la mitad de la casa”, explica a La Nueva.

   Comenta que “dos meses antes de que volara esta gente fui a tramitar la baja, incluso hablé en persona con Favretto, porque no quería seguir y estaba todo muy trabado. Me dieron pagarés, de los cuales obviamente no alcancé a cobrar ninguno. Los quise ejecutar con una abogada, para eso ya estaban estos abogados (por Díaz Flaqué y Carmona), quienes me pidieron tiempo y esos días fueron los que necesitaron para volar”.

   “Ahora tengo 32 años y cuando pasó esto fue un golpe porque recién arrancaba y era mi primera inversión importante, más allá de que tenía un vehículo. Trabajo desde los 18 y en ese momento pensaba que el país me estaba robando 10 años de trabajo, porque era mi capital y mi sueño. Es una cachetada de la vida y uno aprende de eso”.

   En 2015 los médicos le diagnosticaron a Santiago una grave enfermedad, de la cual afortunadamente logró salir adelante para volver a plantearse el objetivo del techo propio.

   “Sin duda que estas situaciones ayudan a que pasen ese tipo de cosas. Por suerte pude seguir trabajando, me tuve que deshacer de otros bienes para llegar a comprar un terreno y empezar a construir mi casa donde, con suerte a fin de año, me podré ir a vivir con mi pareja. Para eso trabajamos los dos, nos privamos de vacaciones durante años y de muchas cosas”.

   Santiago se había anotado en DyF porque la madre de un amigo trabajaba en la firma, y admite que su enojo radica en que la mujer, seguramente conociendo la situación real del emprendimiento, no lo alertó en ningún momento.

   “Quizás Favretto inició esto con buenas intenciones, pero cuando le empezó a ver el jugo a la naranja quiso sacar más y terminó de esta manera”.

   Sobre las responsabilidades en general, dijo que le gustaría que “dieran explicaciones las personas que estaban en el gobierno municipal en ese momento y no hicieron nada”. 

   “Se podría haber intervenido a tiempo o hacer algo por todo la gente que fue estafada. Nosotros no le robamos a nadie, entonces el municipio, la provincia y hasta la justicia nos podría haber dado alguna solución o facilidad para poder seguir adelante las obras”.

   “El gran responsable es el Estado. Esto fue entre privados, pero detrás de ellos tiene que estar alguien controlando que las cosas se hagan bien”, finaliza.

   El fuerte golpe a la ilusión del techo propio

   “Me quitaron la ilusión”, asegura Karina Pereyra cuando se refiere al plan de viviendas que estaba pagando en la zona de Grünbein y que nunca se terminó.

   Hoy, después de abonar durante 3 años cuotas para pagar una casa que nunca tuvo, pudo cumplir el sueño del techo propio, aunque debió redoblar los esfuerzos.

   “Hice una entrega de algo más de 17 mil pesos y supuestamente la entrega de las casas era por licitación y sorteo. Fui pagando y nunca se hizo nada. Hicieron unas plateas, donde iba a estar un obrador y una vivienda de muestra, que jamás se hizo”, comenta la joven sobre el emprendimiento en el que se encontraba inscripta y que administraba la mutual Amucoba.

   Describe que tanto ella como su marido, hicieron “mucho esfuerzo para poder cumplir”.

   Respecto de las causas penales, Karina sostuvo que “hasta que no agarren a (Sergio) Favretto no se va a poder terminar con todo esto” y admite también que el daño moral provocado es mayor al perjuicio económico.

   “Fue un golpe muy fuerte, porque me quitaron la ilusión. El sueño mío era tener mi casa. La plata, como se dice, va y viene, pero a mi me robaron la ilusión de poder llegar a lo mío”.

   Cuando vieron que la obra no avanzaba, decidieron no pagar más, pese a la insistencia de los responsables del plan, quienes “ponía excusas”.

   Como otros, Karina y su familia no bajaron los brazos y cumplieron la meta.

   “Tengo mi casa a costa de mucho esfuerzo. Sacando préstamos y utilizando algunos ahorros pudimos llegar a lograr el sueño de tenerla”.

   De todas maneras, también se acuerda de quienes no corrieron la misma suerte.

   “Eramos toda gente de trabajo, incluso había personas mayores. Algunos entregaron autos para tener su casa y se quedaron sin nada. Y hoy siguen alquilando”.

El empleado que se volvió de Brasil porque no cobraba

   La administración Favretto no solo afectó a quienes tenían el sueño de la vivienda propia. Sus empleados también lo sufrieron. Un bahiense, que prefirió no identificarse, contó a La Nueva. de qué manera padeció atraso de sueldos y otras complicaciones.

   “Yo entré a trabajar con él cuando abrió la vinoteca Black & White, en el shopping, y ya estaba con el tema de la fiduciaria. Después me mandó a Brasil, a Vila Velha, para hacer la puesta en marcha de otro local, Puerto Madero Winery. Necesitaba alguien de confianza para la apertura de las cuentas, la habilitación y qué se vendía y qué no”, relató.

   “Estuve 6 meses y me vine de Brasil porque no estaba cobrando el sueldo. Cuando le preguntaba por teléfono, me decía que se le había ido todo de las manos. Como no quería quedar varado afuera de mi país; donde la vi venir, me volví”.

   El empleado fue reubicado en la oficina de DyF, durante 3 meses, aunque casi a la par de la llegada de los dos abogados capitalinos renunció.

   “Cuando conseguí otro trabajo, me fui. Fue una semana después de que vinieran Carmona y Flaqué. Me tendría que haber ido antes, pero no conseguía trabajo”, sostuvo.

   Toda esta situación se registró antes de que la justicia dictara el pedido de captura de Favretto. “Después no lo vi nunca más. Tuve que declarar dos veces en la fiscalía y, también como testigo, en el último juicio”.