La historia de San Silverio, el patrono de Ingeniero White
El ulular de las sirenas de lanchas y barcos, más un centenar de devotos y unos cuantos observadores y curiosos congregados ante tan ruidosa manifestación de fe, ponen marco a cada viaje del patrono de los whitenses por aguas de la ría.
Pese a que el santoral marque al 20 de junio como Día de San Silverio, los portuarios exteriorizan su fe en el patrono, el tercer domingo de noviembre de cada año, en conmemoración de su paso a la inmortalidad.
Uno de los momentos más importantes de la celebración tiene que ver con la primera ofrenda floral que representantes de la comunidad arrojan al mar. Si esta cae con las flores hacia arriba, significa que la temporada de pesca será buena, mientras que si la ofrenda cae al revés, los augurios no son optimistas.
Desde su nacimiento hasta la actual celebración. La fe y el respeto por su imagen perduran entre los pobladores de la localidad portuaria.
Por el año 480, en la ciudad de Frosine (campo con fértiles tierras siempre verdes), nació Silverio, hijo de Hormisdas y Caria di Capua. A temprana edad, murió su mamá y su padre se dedicó al apostolado, lo cual lo llevó al trono de San Pedro. Este ejemplo hizo que Silverio comenzara la vida sacerdotal.
El 20 de junio del año 536, fue electo Papa. El rey Teodato presionó al clero de Roma para que consagrara Papa al subdiácono Silverio, hijo del Papa Hormisdas.
Tal apoyo fue nefasto para el nuevo Pontífice, a quien eligieron apresuradamente por imposición de Teodato, quien se encontraba en Roma esperando el retorno de Agapito de Constantinopla.
Teodato fue asesinado y el nuevo rey, Vitiges, se retiró a Rávena, para organizar mejor el contraataque contra Belisario, quien había entrado en Italia invitado por el Papa Silverio.
Este, que había saludado la llegada del ejército imperial, consiguió que la ciudad se rindiera sin combatir y Belisario pudo, así, entrar en Roma sin resistencia, el 9 de diciembre de 536.
No obstante ello, no valoró en absoluto los servicios que le había prestado el Papa y, el 11 de marzo de 537, lo arrestó, condenándolo por alta traición y colaboración con el rey de los godos.
Silverio sabía que no era fácil ser jefe de la Iglesia Católica con la guerra en puerta ante el Imperio Bizantino; más, cuando no quiso aceptar órdenes de Teodora, quien, junto con la astuta mujer de Belisario, Antonina, lo hicieron aparecer como un traidor al imperio.
El Papa fue despojado de los hábitos pontificios y enviado al exilio en Patará, Grecia.
Allí, comenzó su martirio. Estuvo algo más de un mes y el obispo de Patará, compadecido por su situación, apeló al emperador Justiniano, quien ordenó que Silverio regresara a Roma, para ser procesado. Justiniano reconoció su inocencia y lo envió de regreso a Roma, adonde no llegaría nunca, porque lo hizo desembarcar en la isla de Ponza, condenado a pan y agua, alimentado por pescadores que lo habían albergado.
Silverio abdicó en favor de Vigilio (su sucesor en Roma), el 11 de noviembre de 537, y murió el 21 de ese mismo mes, en la isla de Ponza.
Mártir
El relato histórico convirtió luego a Silverio en mártir y protector de los pescadores que lo habían albergado y alimentado durante sus años de exilio, suceso que se convirtió luego en leyenda.
En resumidas cuentas, el sentimiento de todo un sector vinculado con el mar y la pesca arranca allá por el siglo V, cuando Silverio fue elegido Papa, tras la muerte de Agapito.
Depuesto por sus enemigos, bajo la acusación de haber entregado Roma a los godos, debió exiliarse durante una gran cantidad de años en Palmarola, una de las islas del archipiélago Pontino.
Y contada su historia de generación en generación, San Silverio continúa en la memoria de todos los nativos de Ponza, que fueron los primeros en pedirles salud, trabajo y que el mar no se convirtiera en un peligro.
La devoción a este santo llegó a la Argentina con la inmigración italiana, a partir de 1923, cuando residentes de Ponza, todos pescadores, arribaron a Ingeniero White, para radicarse en estas tierras.
Uno de los inmigrantes, Alessio Califano, mandó una carta al sacerdote de Ponza de ese entonces, Salvador Tagliamonte, pidiéndole una imagen de San Silverio.
Gracias a esas gestiones, una imagen del santo arribó a Ingeniero White, el 11 de noviembre de 1926, y, a partir de ese momento, Filomena Coppa y Lucía y Josefa Vitelli, quienes viajaban a bordo del buque “Nazar Isauro”, portando la reliquia, fueron las encargadas de movilizar a la población ponceña afincada en White, para crear una sociedad y organizar una festividad en honor del santo.
Luego del arribo de la primera estatua del santo, los ponceses que habitaban Ingeniero White contagiaron su devoción por San Silverio a todos los hogares de la zona portuaria.
A fin de cuentas, así se construyeron los puertos del Nuevo Mundo: sumando tradiciones y creencias de todos los que decidieron vivir en ellos, creando de esta manera un propio patrimonio de historia que, a partir de ese momento, pasó a ser común.
Lo cierto es que, así como otras costumbres provenientes de otros puntos de Europa se hicieron moneda corriente en la pequeña pero cosmopolita aldea portuaria, la devoción a San Silverio se convirtió en una cuestión de auténtica raigambre popular.
En junio de 1928, comenzó la tradicional procesión a San Silverio, mientras que, desde fines de 1927, había quedado conformada la Sociedad San Silverio.
Nueva imagen
En una gestión que incluyó entre sus propulsores al propio consulado italiano, los fieles a este culto vieron llegar una nueva imagen de su patrono a través de las aguas del Atlántico.
Esta imagen es la que encabeza la procesión que año a año parte desde la parroquia La Santa Cruz y se extiende hasta el ex muelle Nacional, donde, en una acción que forma parte del más genuino y colorido folklore portuario, se arrojan ofrendas florales al mar y se realiza una suelta de palomas.
Ese acontecimiento resume el fervor de un pueblo hacia un santo a quien se sindica como protector de los hogares junto al mar y al que se venera por la ayuda que brinda a los hombres en sus travesías pesqueras y a las mujeres que aguardan en sus casas los frutos de la actividad de sus maridos.
La celebración de la festividad de San Silverio tiene mucho que ver con la constancia de los descendientes ponceses que aún viven en Ingeniero White y que anualmente renuevan su evocación.