Bahía Blanca | Martes, 07 de mayo

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"Me gustaría vivir como antes", dijo uno de los sobrevivientes de un trágico derrumbe

Hernán Olivares sufrió lesiones en el episodio ocurrido hace un año, cuando trabajaba en una obra de zanjeo en la zona céntrica.
Fotos: Pablo Presti y Archivo LN.

Por Claudio Rodríguez Kiser/crodriguez@lanueva.com  

   “Estábamos haciendo el laburo como todos los días. Eran solo 10 metros de la cochera, que no se hacían los días de semana y lo hacíamos a mano. Estábamos conectando caños. Pero se derrumbó, se vino abajo y quedamos los cuatro ahí abajo. Solo escuché ‘clack’, solo atiné a decir ‘guarda’ y nos paramos, por intuición mía. No tuvimos tiempo a nada”.

   Era alrededor de las 11.30 del 6 de noviembre de 2016. Una mañana soleada y una jornada normal de trabajo, aunque para Hernán Olivares desde ese día nada volvió a ser igual.

   Así describe lo ocurrido hace un año, cuando junto a otros tres compañeros de la empresa Mapsa estaban realizando un zanjeo en la segunda cuadra de calle Soler para la obra de tendido eléctrico del Hospital Privado del Sur y se produjo un derrumbe.

   Entre las víctimas se encontraba su sobrino Gabriel Burgos Melo, de 19 años, quien falleció como consecuencia de las lesiones sufridas. También resultaron heridos José de la Iglesia y Juan González.

   Las secuelas físicas que le dejó lo ocurrido le duelen, las enumera y puede mostrarlas. Aunque nada ni nadie podrá quitarle el dolor de haber perdido un ser querido.

   “Me cambió del todo la vida, también la manera de pensar. Siento pánico. Volví a nacer. Me gustaría poder dar vuelta la página, pero no se logra de la noche a la mañana. Me gustaría vivir como antes, ganarme la plata con mi trabajo, estar feliz con mi familia y no sentirme como me siento”, asegura.

   El recuerdo de su sobrino, a quien había llevado a trabajar a la empresa, lo quiebra.

   “Fue feo todo y más aún cuando me enteré que había fallecido mi sobrino. Estando en terapia no sabía. Por recomendación médica, recién me lo dijeron cuando ya lo habían enterrado, al cuarto día de que pasó todo”.

   Lidia Parra, su mujer, interrumpe y cuenta cómo fueron esas horas.

   “Cuando pasó de terapia a una sala común tomé la decisión junto a un psicóloga de darle la noticia del fallecimiento de Gabriel. Él pensaba que estaba todo bien, que había sido un susto, ni se imaginaba que había otro compañero en terapia y mucho menos lo de nuestro sobrino. Ahí entró en shock, porque somos familia y la sensación fue diferente”.

   Enseguida vuelve a tomar la palabra y recuerda que “lo lo había hecho entrar en la empresa porque había sido papá recientemente y necesitaba trabajar. Llevaba poco más de un mes y medio conmigo. Todos los días pienso lo que le pasó y nos pasó”.

   “A Gabriel lo recuerdo con una sonrisa. Era un pibe muy bueno y laburante. No cualquiera agarra una pala a los 19 años”, sigue diciendo.

   Hernán llevaba 4 años y medio trabajando en la firma cuando sucedió el incidente.

   “Toda mi vida laburé de zanjero. Me gané la vida haciendo zanjas y no lo puedo hacer más. Quedé con medio cuerpo quebrado”.

   Comenta que “a los 18 o 20 años empecé a hacer zanjas. Hace 17 que estoy con Lidia (su mujer) y fue mi suegro el que me llevó a trabajar y me enseñó. Lo poco que tengo lo conseguí con el sudor de mi frente. Hoy la cabeza no me deja trabajar y también tengo mucha culpa. Aún no he podido llevarle flores a mi sobrino al cementerio”.

   “No falleció solamente un compañero de trabajo, murió mi sobrino. No puedo echarle la culpa a alguien. Trato de vivirlo así, para no sufrir más. Para mí fue un accidente y la justicia tendrá que encargarse de encontrar a los responsables”.

"Sentía que no podía respirar"

   Hernán pasó cuatro días en la Terapia Intensiva del Hospital Privado del Sur y un total de 17 internado.

   Sufrió fractura de clavícula, codo y muñeca, quebradura de dos costillas, perforación de un pulmón y parálisis en un lado de su cara.

   “Tardé bastante en curarme de todo. Mis secuelas son varias, sobre todo con el pulmón y por el modo que me rompí la clavícula, yaque no puedo extender totalmente el brazo izquierdo hacia arriba”.

   Sobre el momento del derrumbre, recuerda que “no perdí la conciencia, pero sentía que no podía respirar. Lo único que pensé en ese momento fue en mis hijos y en mi mujer, no te da para pensar otra cosa. Había personas y policías que me sacaban tierra de encima, pero sin querer estaban parados arriba de donde me tenían que sacar”.