Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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El crimen de Conditi, ícono de una época de extrema violencia urbana

Aristas de novela trágica contuvo el fatídico robo perpetrado en la golosinería ubicada en Brandsen al 200. Dos de los autores del delito nunca fueron hallados. El comerciante asesinado había sido víctima de once atracos.
El antiguo frente de la golosinería Ocean, emplazada en calle Brandsen 248, donde se registró el trágico robo en el que falleció Leonardo Conditi.

Parecía que la violencia extrema se instalaba en nuestra ciudad en aquel primer cuatrimestre de 2003. Los robos comenzaban a ser corrientes, pero el uso demencial de la fuerza tuvo su epicentro en la golosinería Ocean, en Brandsen 248, a la que tres delincuentes armados llegaron con la pretensión de sustraer una supuesta importante suma de dinero -robaron 6.000 pesos y en el lugar quedó tirado un fajo de billetes- producto de las ventas por Pascuas.

El hecho se registró el 21 de abril, poco después de las 9.15, y ante la negativa de entregar el dinero exigido -a raíz del hartazgo por la más de una decena de robos padecidos- los delincuentes prácticamente ejecutaron a Leonardo Jorge Conditi (54 años), dueño de la distribuidora, quien pasó a ser el segundo comerciante asesinado en poco más de dos meses, teniendo en cuenta (aunque las características contuvieran otros matices) las consecuencias mortales sufridas por el quiosquero Guillermo Aimar, el 19 de febrero, cuando un policía intentó frustrar un robo en local de Teniente Farías 1507.

Por el homicidio de Conditi fueron condenados tres sujetos que ejercieron diferentes roles, a la vez que otros dos coautores del crimen -apodados “Pedro” y “Tito”, quienes habrían llegado desde el Gran Buenos Aires- nunca fueron capturados.

El 21 de marzo de 2005, el Tribunal en lo Criminal Nº 2 sentenció a Leopoldo Daniel Alberto Balmaceda, a la pena de 20 años de prisión al ser considerado coautor de homicidio en ocasión de robo.

Para el monto de esa pena el Tribunal había sumado, por causa separada, los ilícitos de violación de domicilio, tenencia ilegítima de arma de fuego y encubrimiento cuando lo aprehendieron, tres días después del homicidio, pero el defensor oficial Gustavo Barbieri apeló el fallo y el Tribunal de Casación bonaerense redujo la pena a 19 años, por entender prescriptos por el transcurso del tiempo la violación de domicilio y el encubrimiento.

Los otros condenados fueron Pedro Bernardo Muñoz Ávila y Gabriel Alejandro Robein, conductor del Renault 18 en el que huyeron los asesinos del lugar del crimen.

Ambos fueron condenados a 11 y 9 años de cárcel, respectivamente, por hallárselos culpables de ser partícipes primarios del atraco.

Un entregador

Muñoz Ávila, primo político de la víctima y empleado de la distribuidora, fue considerado como el “entregador”, y se había retirado del lugar 10 minutos antes del atraco para realizar repartos y cobranzas.

A criterio del Tribunal, la intervención de un “entregador” quedó probada por declaraciones testimoniales en las que “todos dan cuenta del modo en que se llevó a cabo el hecho, y claramente demuestran que tuvo que haber una persona que conocía el lugar y su movimiento, y que dio información precisa para que el robo se consumara en determinada fecha, en el momento en que mayor dinero había y en horario anterior al de apertura bancaria en que se depositaba el efectivo recaudado en los días inhábiles anteriores”, se detalló en los considerandos de sentencia.

Incluso, en su declaración, el propio Robein -quien en su indagatoria ubicó a Balmaceda en el lugar del delito, sin ser sus dichos exculpatorios- admitió la existencia de un “datero” (los delincuentes le exigieron a Conditi la entrega de una bolsa con el dinero).

De la misma forma, los investigadores advirtieron que “habiéndose efectuado cruce de intercambios telefónicos entre los teléfonos de los empleados del comercio de la víctima y los restantes aparatos investigados surge que el único que mantiene contacto telefónico con uno de ellos es Muñoz Ávila, en horarios nocturnos”, según consta en la sentencia.

Los jueces computaron como prueba de cargo la declaración de Milton Bravo, quien confirmó que en el quiosco de su madre, ubicado en Río Atuel al 900, Balmaceda conoció a Muñoz Ávila semanas antes del cruento asalto.

Familiares de Conditi y el propio Bravo fueron consultados por La Nueva. y prefirieron no expresarse públicamente sobre lo sucedido.

“Al quiosco lo cerraron hace tiempo, era de la madre de Milton. Él (en referencia a Bravo) es soltero y trabaja, así que se lo ve poco por acá”, finalizó un vecino.