Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Ignacio Uranga: “El lenguaje te ensancha el mundo”

Terminante. Tiene 33 años. En la UNS se graduó en Letras. Con varias distinciones, está convencido de que la poética será la revolución definitiva. Por Ricardo Aure.

Foto: Emmanuel Briane-La Nueva.

Ignacio Uranga no elige escribir. No puede no escribir. Para él la escritura es un trabajo de 24 horas los 365 días del año. Y no remunerado. Pero no le importa. Dice que no es un tipo afecto a lo material (por algo estudió Licenciatura en Letras) y que para él la escritura es el capital que le brinda felicidad. Y si bien admite que el dinero se necesita, cree que la felicidad no tiene precio.

Nacido en 1982, vivió en el barrio Colón, estudió y se graduó en la Universidad Nacional del Sur. A la mayor parte de sus trabajos los presentó a mano o a máquina, hasta que a fines de 2006 tuvo su primera computadora. En 2008, habilitado por el legajo 149, empezó a viajar por "la histeria y la belleza social" de las calles bahienses.

En 2010 se bajó del taxi y siguió escribiendo. Tradujo diversos poetas del griego, latín, francés e inglés, publicó ocho libros y varios de sus poemas han sido incluidos en publicaciones de nuestro país, Chile, México, Perú, Cuba, Bolivia, Uruguay, Costa Rica, Nicaragua, Colombia, Brasil, Ecuador, Venezuela, España, Estados Unidos e Inglaterra.

Uno de sus libros, Materna, después de recibir varias distinciones, por caso el premio del Fondo de las Artes, fue presentado el jueves 23 de abril en el Centro Cultural Cooperación de Buenos Aires, junto al autor y crítico literario Noé Jitrik y la actriz Katja Alemann. Dos días después lo hizo en el bar-librería Clásica y Moderna, con los escritores Elsa Drucaroff y Alejandro Horowicz.

El libro, prologado por el poeta Juan Gelman, ganador del premio Cervantes en 2007, fue editado en 2013, en México, por la editorial Trilce Ediciones, y el mismo año presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

--¿Con qué situación relaciona a Materna y por qué se lo dedica a Gelman?

--La dedicatoria “A Juan: árbol con hojas que da sol” es la inversión de una frase de él. A Materna lo escribí cuando falleció mi vieja. Ahí empezamos a hablar horas y horas todos los días. Juan desde México, donde estaba exiliado. La obra de Gelman es enorme, por algo fue considerado el poeta más importante vivo de la lengua española. Y los que lo conocimos sabemos que él era inmensamente más grande que su obra. Incluso Materna iba a salir con el nombre de los dos, porque pensábamos incluir unos poemas que él empezó a escribirle a Ophelia, una Ophelia a la que le escribí en el libro.

--¿Qué significa presentar un libro?

--Es la burocracia de la literatura, algo que me incomoda mucho. A México fui porque la Feria Internacional del Libro es el evento más importante a nivel mundial. Ahí uno ve los escritores vivos que admira, como me pasó con Vargas Llosa, con quien nos conocíamos, pero no en persona. Lo mismo me pasó con un sinnúmero de poetas de otras partes. Además, iba a presentarlo con Juan Gelman, y para cualquiera eso es un sueño. Luego, cuando llegué, Juan estaba muy enfermo y al poco tiempo falleció. En Buenos Aires esta reciente presentación fue una excusa para encontrar amigos, como Noé Jitrik, Katja Alemann, Elsa Drucaroff y Alejandro Horowicz, a quienes quiero y admiro.

--¿Por qué escribe?

--Porque el mundo no me es suficiente (todos somos Quijote) y por terror a la muerte. La idea de la muerte es desesperante. ¿Y si no hubiera nada? ¿Y si Dios no existiera? Ese es el proyecto de mi nuevo libro, llamado Carmen continuum.

--¿La universidad ayuda a escribir?

--Hay un mito sobre eso. En la universidad te advierten que la academia no es para escritores. Mi respuesta es que egresé de la academia y llevo ya algunos libros publicados. No somos libres, pero hay que intentar serlo.

--¿Puede “ganarse la vida” como licenciado en Letras?

--No. El Estado pierde el dinero que le destina a la Licenciatura en Letras. El título no te habilita a hacer docencia, por lo tanto nunca te volvés fuerza productiva para devolverle al país lo que gastó.

--¿Gastó?

--Digo gastó, no invirtió, porque no hay inversión sino gasto en futuros desempleados.

--¿Pensó en irse de la Argentina?

--Tuve una posibilidad de trabajar en una universidad de Francia. Por un tema familiar –-cuando se enfermó mi vieja-- no pude irme. Luego recibí una propuesta de México. No sé si me iría de la Argentina. No sé si me iría de Bahía Blanca. Necesito cada vez menos para ser feliz. No me interesan las grandes ciudades. No hace falta nada de eso para escribir.

--¿Su obra es más reconocida en el exterior?

--Sin dudas. Se acaba de editar una antología que hice en España, a la que le hice también el estudio preliminar. Son poemas inéditos de casi 150 poetas de todos los países de Latinoamérica. Posiblemente sea la antología latinoamericana más importante que circule en Europa ahora. Tenía planificado ir a presentarla a varios sitios de España y a dar conferencias en tres universidades de allá, pero no fue posible. También se tradujo Entonces Daniela al portugués, que sale en Brasil. Y termino de entregar Lo, parcialmente, hasta entonces dicho, que saldrá en Puerto Rico, adonde viajaré en octubre para presentarlo y dar conferencias.

--¿La literatura permite vivir en un mundo de “ensueño”?

--Sí y no. Mientras alguien está pensando cómo hacer dinero, estafar, secuestrar, etcétera, uno piensa versos. El lenguaje te ensancha el mundo. Los esquimales tienen unas 20 palabras para describir el color blanco, y ven distintos blancos, mientras nosotros vemos solo uno. El lenguaje te hace ver más. Es imposible ver algo que no pueda ser nombrado. Lo que no tiene nombre no existe. Ahí está la cosa. Vayamos al Génesis bíblico. Dios crea con la palabra. “Y Dios dijo hágase la luz” y la luz se hizo. La palabra crea. Sin palabra no hay mundo. La violencia, por ejemplo, empieza donde termina la palabra. ¿Ven para qué sirve la literatura?

--¿Para cambiar a la humanidad?

--Si va a producirse un cambio en el mundo, va a ser por la poesía. En cierto lugar, para que una persona llegara a ser presidente, la condición era ser poeta. El pensamiento del ser humano está regido por el lenguaje, la literatura expande el lenguaje, por consiguiente actúa en el pensamiento expandiéndolo. Una sociedad que lee está destinada a pensar. Lenguaje y pensamiento son, diría, una misma cosa. La revolución definitiva será la revolución poética.

Ignacio Uranga cree en Dios. No puede no creer. Dice que él no lo decide, aunque Dios nunca lo escuche y tampoco le responda. También cree en la gente, aunque lo hayan estafado un sinnúmero de veces. No puede no creer. Quizá por eso escribe, porque, a fin de cuentas, cree en un mundo mejor por más ingenuo que eso suene. "¿Qué sentido tendría, si no, esto llamado vida, no? Mejor creamos entonces. Y creemos... ".