Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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A dos semanas del brote y descontando

Quedan dos semanas y el kirchnerismo habrá sido historia, gane quien gane. Por supuesto, el destino que le depara a la República será otra cosa. Ahí capaz haya que pensar el voto, porque el modelito Nac & Pop versión náutica, en fin...mirando la provincia de Buenos Aires, escuelas, inseguridad, pobreza... Se entiende, ¿no? (ojo, sin ánimo de asustar).

Pero lo del "kircherismo puro" es terminal, a tal punto que ya empezó ese proceso que ocurre con los finales: las cosas que están dejando de ser se vuelven durante un tiempo caricaturas de sí mismas y, en el mejor de los casos, dan tristeza.

Por supuesto, el kirchnerismo agonizante no le da pena a casi nadie. Más bien, desde la jefa hasta el pobre Aníbal y el resto están siendo tomados para la joda. Y esto es científico.

Según distintos sondeos telefónicos realizados por consultoras que ahora se dedican a este tipo de estudio y no a las elecciones, porque en el rubro electoral nunca embocan una, digo, según estas encuestadoras, el 37% de la gente dispara una sonrisa burlona cuando Anibal pone cara de susto al hablar de un posible gobierno de Mauricio Macri. Otro 35,4% directamente se caga de risa. El resto se divide entre los que le creen y se asustan, y los que le creen a su jefe Aníbal y están imaginando de dónde sacar un trabajo después del 10 de diciembre.

En el caso de la presidenta, los sondeos señalan que algo más del 28% piensa en Cristina perdiendo el poder cuando mira el video de Matías Alé atado a una silla y rezando a los gritos el Padre Nuestro, en pleno brote psicótico. Un porcentaje similar, en cambio, cree que Matías Alé efectivamente fue poseído por un espíritu del más allá que piensa utilizar el cuerpo fornido del pobre "Matu" para ahorcar a su antigua mujer, la presidenta, que hizo todo mal desde que él se fue y la dejó sola. El resto, casi un 40%, cree, con bastante tino, que nada tienen que ver Matías Alé con Cristina Fernández, que son dos brotes independientes.

Pero lejos estamos en esta columna de querer generar más angustia en los ya sufren por irse. Así que acá va el mensaje positivo de La Palabra Injusta: no se depriman los K. Lo mismo le pasó al todopoderoso Carlos Menem. Al final, daba risa. Deberían tomar como un honor terminar igual que su viejo y admirado caudillo de los noventa.