Bahía Blanca | Lunes, 29 de abril

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Las manos que levantaron el Millennium Puan

"El padre Pascual está un poco loco", pensó Fabián Glassman hace 12 años, cuando el sacerdote Di Saverio lo convocó como albañil para construir, en Puan, una obra de más de 20 metros de altura --uno por cada siglo de la era cristiana-- por 24 de diámetro (uno por cada hora del día). En aquel momento, costaba imaginar que un monumento que requería de 2.500 toneladas de materiales, podía erigirse sobre el Cerro de la Fe, a 305 metros de altura. Más aún teniendo en cuenta que esta población de, por aquel entonces, menos de 6 mil habitantes, no contaba con sofisticadas herramientas para la construcción de semejante templo.

 "El padre Pascual está un poco loco", pensó Fabián Glassman hace 12 años, cuando el sacerdote Di Saverio lo convocó como albañil para construir, en Puan, una obra de más de 20 metros de altura --uno por cada siglo de la era cristiana-- por 24 de diámetro (uno por cada hora del día).


 En aquel momento, costaba imaginar que un monumento que requería de 2.500 toneladas de materiales, podía erigirse sobre el Cerro de la Fe, a 305 metros de altura. Más aún teniendo en cuenta que esta población de, por aquel entonces, menos de 6 mil habitantes, no contaba con sofisticadas herramientas para la construcción de semejante templo.


 Sin embargo, más allá de la sorpresa, Fabián Glassman no sólo no se negó, sino que se tomó tan a pecho la obra que le dedicó mucho más que ocho horas de trabajo por día.


 Cada mañana, al llegar al cerro, compuesto por rocas y más rocas, él se encargaba de picarlas, cargarlas en la carretilla y apilarlas, entre otras pesadas tareas, para ir dando forma a la ilusión de todo un pueblo.


 Siete años después de colocar las primeras piedras, se vio afectado por un problema de salud que lo obligó a dejar su actividad.


 "Llegué hasta los 17 metros, cuando aún no estaba terminada la cúpula" dice.


 "Me dolió un montón porque esta obra quería terminarla yo, más allá de que siete años no es poco", se consuela, mientras sus ojos se pierden en el paisaje, ahora más nostálgicos.


 Luego de su afección, Glassman se mudó con su familia a Bahía Blanca, aunque asegura que su corazón sigue latiendo en Puan.


 "Desde el Millennium podía ver mi casa", rememora y agrega: "Por suerte pude dejar en la obra a Néstor, mi mano derecha".




  ***




 Durante 12 años, Néstor Schmidt cumplió jornadas diarias de ocho horas de trabajo en el Millennium, o sea, dedicó a este proyecto más de 35 mil horas de su vida.


 Estuvo en la obra desde sus comienzos, en el año 1999, hasta su concreción (2010), convocado por Fabián Glassman, a quien respondía como peón de albañil.


 "Cuando empezamos con todo esto, el cerro estaba pelado. Estaba la Gruta de la Virgen, el santuario, y nada más", dice Schmidt y recuerda que tanto él como Glassman --su entonces jefe y ahora amigo-- hacían el esfuerzo por imaginar cómo sería ver el primer metro de la obra en pie.


 "Mirá ahora... se concluyó, y con 20 metros de altura", comenta con orgullo.


 El albañil cuenta que el franciscano Pascual Di Saverio, impulsor de la obra religiosa encargada especialmente por el Papa Juan Pablo II, visitaba el lugar continuamente, dando ánimo a quienes tenían las tareas más duras.


 "En los días de viento, cuando el padre nos veía ir a sacar piedras del cerro nos decía: `¡No tomen frío, muchachos!", rememora.


 Además, Schmidt dice que su jornada laboral muchas veces se extendía porque tanto él como Glassman solían quedarse hasta muy tarde plantando árboles.


 "Fabián plantó más de mil árboles acá", dice Néstor y señala el paisaje lindero que se aprecia en todo su esplendor desde la cima del Millennium.


 "Cuando él --por su ex capataz-- se enfermó yo seguí trabajando, pero este orgullo es de los dos porque él fue quien me trajo hasta acá", afirma.


 Fabián Glassman y Néstor Schmidt, las manos laboriosas del templo, posan para la foto con la cruz de la cúpula de fondo, recortada contra el cielo.


 Ambos saben que no sólo son protagonistas de este capítulo de la historia de Puan, donde hace unos días se inauguró la obra, sino que, además, ganaron una amistad tan sólida como
el propio Millennium, el monumento que hace 12 años no era más que una promesa tibia, una utopía.

Nervi, otro gran protagonista





 El ingeniero Armando Nervi fue el encargado de diseñar el proyecto del Millennium, junto a su colega Héctor Conter.


 El último domingo, en ocasión de la inauguración del templo, el profesional viajó desde la provincia de Misiones junto a su familia para no perderse ni un segundo de la celebración.


 "Con Pascual --Di Saverio-- tenemos una gran amistad. En el año 1997 cuando apareció con un pozo romano y me dijo que lo quería hacer hacia afuera de la tierra, le pedí que me diera seis meses de tiempo, para pensarlo. Por supuesto, al día 181 tocó la puerta y preguntó `¿Cómo va el proyecto?", dice Nervi.


 El padre Pascual quería imitar los Pozos de San Patricio que se encuentran en su tierra natal, Italia, sólo que en vez de una depresión, deseaba realizar una obra de gran magnitud.


 Los ingenieros se pusieron a trabajar a fin de encontrar la forma de materializar este deseo y hoy, Nervi, dice no poder creer que la obra se haya terminado.


 "Cada vez que vengo a Puan, subo al Millennium; es inevitable", comenta con la sonrisa de quien se siente eslabón de una cadena de hechos que desembocaron en la existencia de esta construcción.


 Según el ingeniero, para que algo se lleve a cabo, tiene que haber un líder convencido, con una idea clara, y un grupo de trabajo entusiasta que motorice la idea.


 "El mérito más grande se lo doy a los trabajadores que juntaron las piedras de este cerro, las trajeron hasta acá y las subieron 20 metros de altura", dice Nervi.


 "Antes del Millennium trabajé en la losa del monasterio de las hermanas clarisas y algunos arreglos, como una cruz que hicimos en Maltería Pampa para sorprender al padre Pascual", cuenta.


 En tanto, Carlos ("Lito") Arcucci, un vecino de la localidad, quien acompañó espiritualmente al Millennium desde la primera hora, se acerca para aportar una anécdota.


 "Siempre le vine a cebar mate a los chicos --por los albañiles--", dice y se gana el abrazo de los hacedores del monumento.

Responsables




 Los obreros que trabajaron en el Millennium fueron: Fabián Glassman, Néstor Schmidt, Luis Ikes, Jorge Vera, Federico Orellana, Luis Villegas, Claudio Teuli y Salvatore Venecia.

Anahí González/"La Nueva Provincia"