Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Manuel Namuncurá

Hace cien años, en julio de 1908, falleció el cacique Manuel Namuncurá, quien durante más de 50 años fuera sinónimo de terror en todo el territorio bonaerense. "Ha caído causado sensación", escribió un cronista al comentar su fallecimiento. Sus muchos años de guerrero al lado de su padre, el cacique Juan Calfucurá, convivieron con pactos de paz y entendimiento, celebrados tanto con Juan Manuel de Rosas como con Justo José de Urquiza, actuando en constante contradicción. En 1854, juró la Constitución Nacional y cinco años después (19 de mayo de 1859) lideró el denominado "último malón" sobre nuestra ciudad.

 Hace cien años, en julio de 1908, falleció el cacique Manuel Namuncurá, quien durante más de 50 años fuera sinónimo de terror en todo el territorio bonaerense.


 "Ha caído causado sensación", escribió un cronista al comentar su fallecimiento.


 Sus muchos años de guerrero al lado de su padre, el cacique Juan Calfucurá, convivieron con pactos de paz y entendimiento, celebrados tanto con Juan Manuel de Rosas como con Justo José de Urquiza, actuando en constante contradicción. En 1854, juró la Constitución Nacional y cinco años después (19 de mayo de 1859) lideró el denominado "último malón" sobre nuestra ciudad.


 Líder absoluto de su tribu desde 1873, enfrentó las campañas organizadas por el gobierno nacional, la última de ellas encabezada por el general Julio Argentino Roca. Se rindió de manera definitiva en 1884 e inició de inmediato negociaciones a fin de obtener tierras para su pueblo. De a poco se fue acercando a los salesianos que desarrollaban su labor evangélica en la Patagonia.


 En 1900, el padre Domingo Milanesio lo casó y Namuncurá reconoció entonces "una chorrera de hijos naturales", el mayor de 56 años de edad, el menor de apenas 3, llamado Ceferino. En esa ocasión, este diario comentó que a pesar de sus 89 años, "el buen indio" conservaba "sus ímpetus belicosos" y todavía podía quebrar "una nuez con los dientes".


 "Tenía la fortaleza del roble y la longevidad del ombú", se dijo. No era entonces el temido guerrero ni el emperador de las Salinas Grandes. Apenas un agobiado coronel del Ejército argentino.