Los recuerdos de Víctor Martínez, el número dos
Cuando se lo invita a revisar sus años en la gran marquesina política, quien fuera compañero de fórmula de Raúl Alfonsín, Víctor Martínez, prefiere obviar los malos momentos y resaltar el entusiasmo por la recuperación de las instituciones.
Con 83 años, y antes de partir hacia la ciudad de Córdoba --donde vive seis meses al año--, el histórico dirigente del radicalismo mediterráneo recibe a DyN en uno de sus lugares porteños predilectos: el bar La Biela, donde hace mucho tiempo tiene reservada permanentemente una mesa cerca de la barra.
El currículum político de Martínez incluye una senaduría provincial, haber sido intendente de la capital provincial y embajador en el Perú.
--¿Cómo fue la campaña electoral del radicalismo en 1983?
--Las campañas políticas siempre son excitantes, somos como caballos de carrera cuando nos ponen en la pista. Esa campaña tuvo como característica que estábamos saliendo de un período bastante convulsionado del país, con la violencia que nos había precedido y eso hacía que la sociedad pensara en nosotros como la solución a los problemas de la inseguridad.
--¿Se había transformado en algo más que una competencia entre partidos?
--No era tan trascendente que ganara un partido o que ganara otro sino que vuelva el sistema de una vez por todas y que permaneciéramos en él. No hubo agresividad entre los partidos sino complementariedad porque teníamos el mismo objetivo: llegar a la meta, a la democracia.
--¿La UCR creía verdaderamente que podía ganarle al peronismo?
--Siempre fui a las elecciones con el espíritu predispuesto a perder, pero con la esperanza, con el aliento, de que íbamos a ganar. Había que ir con un espíritu ganador, pero en el fuero íntimo, habida cuenta de mis antecedentes sobre todo en la última elección a gobernador donde perdí frente al peronismo y porque era una figura desconocida en el orden nacional, me hacía dudar un poco, pero había que hacer la lucha.
--¿Cómo fue elegido para secundar a Alfonsín?
--Los dirigentes de Buenos Aires y el candidato a presidente creían que la elección era más justa y más posible de tener éxito si en la fórmula se combinaba Buenos Aires con el interior. Es casi una tradición del partido. Córdoba es la provincia que tiene mayor potencia electoral. Hubo un ofrecimiento para que fuera alguien del interior y como yo presidía la línea Córdoba, que era mayoritaria, se pensó en mí.
--¿Cómo recuerda el 30 de octubre de 1983?
--Estábamos en una quinta prestada, siguiendo el escrutinio y los primeros cómputos eran todos favorables. Había mucha gente y estábamos en una cama camera con varios dirigentes, las sillas eran pocas. Ahí, Alfonsín me dijo: "Víctor, ¡estamos ganando!". Estuvimos ahí hasta que supimos el resultado del escrutinio, nos vinimos a la Capital Federal y en un departamento de la calle Ayacucho confirmamos la victoria. Después nos fuimos al comité nacional.
--Y llegó el duro reto de gobernar...
--Las Fuerzas Armadas estaban divididas en su interior porque golpeaban los coletazos de Malvinas y la caída de Isabel Perón; el PJ estaba dividido, la guerrilla también había hecho lo suyo. Heredamos un país bastante caótico, una estructura económica con mucha parálisis en la obra pública y deterioro en el empleo. Teníamos un escenario que había que empezar a reconstruir porque éramos culpables todos y nadie al mismo tiempo. Era bastante difícil la gestión en su comienzo y el gran interrogante era qué gobierno distinto íbamos a hacer. Había que plantearse hacer las cosas de nuevo, apaciguar el país y dar instituciones firmes. Recién después venía la gestión.
--¿Sintieron presiones reales de las Fuerzas Armadas sobre el gobierno?
--Nosotros no escapábamos del síndrome del golpe. Hubo pronunciamientos, pero no de los niveles que se habían hecho en las distintas épocas, aunque sí fueron cimbronazos con heridos, muertos e insubordinaciones hacia el poder político. Había que cuidar la casa...
--¿Qué aciertos mencionaría?
--Tuvimos bastantes aciertos. Para un gobierno nacido de las urnas, que termináramos un período y que entregáramos el poder a otro es un logro muy importante. Tampoco hubo muertos o "desaparecidos" por cuestiones políticas en casi seis años de gobierno, eso es importantísimo. La mirada al pasado con el criterio de posibilitar investigaciones, el Consejo para la Consolidación de la Democracia y el juicio a las juntas militares fueron otros méritos.
Daniel Mozetic/DyN