Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Poca penitencia y un ayuno relativo

En general, los fieles sólo respetan la abstinencia de carne el Miércoles de Ceniza y los viernes de Cuaresma, y el Viernes y Sábado Santos, en Semana Santa. BUENOS AIRES (Télam) -- Los cristianos comenzarán el miércoles próximo su tradicional penitencia de 40 días dedicados a la reflexión, la reconciliación y la oración, y en parte al ayuno y la abstinencia de carne, a efectos de recibir la Pascua aliviados de sus pecados.


En general, los fieles sólo respetan la abstinencia de carne el Miércoles de Ceniza y los viernes de Cuaresma, y el Viernes y Sábado Santos, en Semana Santa.







 BUENOS AIRES (Télam) -- Los cristianos comenzarán el miércoles próximo su tradicional penitencia de 40 días dedicados a la reflexión, la reconciliación y la oración, y en parte al ayuno y la abstinencia de carne, a efectos de recibir la Pascua aliviados de sus pecados.


 Se trata de la Cuaresma, una institución surgida en el siglo IV, que se extiende entre el Miércoles de Ceniza (este año, el 1 de marzo) y el Domingo de Ramos (9 de abril); este último marca a su vez el comienzo de la Semana Santa.


 El Miércoles de Ceniza es llamado así porque ese día, fieles y clérigos queman las ramas bendecidas de olivo, obsequiadas el Domingo de Ramos del año anterior, y se tiznan con ceniza una cruz en la frente.


 Si bien antiguamente se cumplían varias semanas de ayuno y de total abstinencia de carne, hoy esa norma rige sólo para el Miércoles de Ceniza y los viernes de Cuaresma.

Oriente sí, Occidente cada vez menos.




 La práctica de la Cuaresma como tiempo de penitencia y ayuno, data del siglo IV, y si bien ha sido conservada más o menos así en las iglesias cristianas de Oriente, en las occidentales se la aligeró hasta el punto que en general los fieles ya no ayunan y sólo respetan la abstinencia de carne el Miércoles de Ceniza y los viernes de Cuaresma, y el Viernes y Sábado Santos, en Semana Santa.


 Esto es así porque modernos especialistas en asuntos eclesiásticos rechazaron casi unánimemente que el ayuno y la abstinencia en la Cuaresma fuese una institución apostólica, tal como en el siglo V lo pretendía San León, quien exhortaba a los fieles a "cumplir con el ayuno, la institución apostólica de los 40 días".


 Aunque Moisés, Elías y Cristo ayudaron a fijar su duración, esto no significó nunca que los fieles ayunaran 40 días.


 En la Roma del siglo V, por ejemplo, duraba seis semanas, pero sólo tres se dedicaban al ayuno y en ellas se excluían los sábados y domingos.


 En tiempos de Gregorio Magno (590-604), también se utilizaban seis semanas de cinco días, lo que totalizaba 36 días de ayuno, que San Gregorio describió como el "diezmo espiritual" del año, ya que 36 días equivalen a la décima parte de 365.


 En Milán, era de 40 días y el ayuno de cinco días a la semana, según cuenta Ambrosio en De Elia et Jejunio.


 En Jerusalén, en cambio, duraba ocho semanas; y aunque se excluían sábados y domingos, ocho por cinco hacían 40 días de ayuno.

Las reglas.




 ¿Qué comían cuando comían? En su Historia Ecclesiatica, el historiador Sócrates describe así la práctica del siglo V: "Algunos se abstienen de cualquier tipo de creatura viviente, mientras que otros, de entre todos los seres vivos solamente comen pescado. Otros comen pescado y aves, pues, según la narración mosaica de la creación, estas últimas también salieron de las aguas. Otros se abstienen de comer fruta con cáscara dura y huevos".


 En general, la regla del ayuno cuaresmal consistía en hacer una comida al día, al caer la tarde, y en la prohibición de consumir carne y vino.


 San Gregorio fue quien vino a fijar la norma: "Nos abstenemos de carne y de todo aquello que viene de la carne, como la leche, el queso y los huevos", sostuvo. Tal decisión fue incorporada al Corpus Juris y se la consideró como ley general en la Iglesia.


 Pero luego fueron aceptadas ciertas excepciones y dispensas para consumir leche, huevos y sus derivados, a condición de dar alguna contribución a una obra de caridad.


 Estas dispensas fueron conocidas en Alemania como butterbriefe (cartas de la mantequilla) y varios templos fueron construidos con las sumas recogidas de esa manera: a una de las torres de la catedral de Rouen se la llamaba por eso la "torre de la mantequilla".


 La primitiva prohibición de comer huevos y leche en Cuaresma derivó en la costumbre posterior de bendecir o regalar huevos de Pascua.

Diferencias.




 Aunque en la temprana Edad Media, en la Cuaresma, se hacía una sola comida al día al caer la tarde, la historia da cuenta que Carlomagno, alrededor del año 800, la tomaba a las 2 de la tarde, lo cual ya habla de cierto relajamiento.


 En el siglo IX esto se profundizó cuando el Concilio de Aix la Chapelle autorizó en los monasterios a tomar un trago de agua u otra bebida, al atardecer, a quienes estuviesen fatigados por el trabajo; y más aun cuando Tomás de Aquino sostuvo que un poco de alimento comido después de la bebida, no rompía el ayuno.


 Puesto que la bebida se tomaba en los monasterios a la hora en que se leían las "collationes" (conferencias) del abad, esta indulgencia le dio el nombre a la "colación".


 El Vaticano fue luego concediendo sucesivos indultos para permitir la carne como alimento en la comida principal, primero los domingos y después en dos, tres, cuatro y cinco días a la semana, hasta casi abarcar toda la Cuaresma, siempre que no se la sirviera, en la misma comida, con pescado. Y más recientemente, quitó la prohibición de ingerir carne en Jueves Santo.


 La concesión de la Santa Sede fue que en la Cuaresma se podía comer carne todos los días, excepto los viernes y el Miércoles de Ceniza, el Sábado Santo y la Vigilia de Navidad.


 La legislación actual de la Iglesia, según el Código de Derecho Canónico vigente desde 1983, señala la obligación de ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo y de abstenerse de comer carne todos los viernes de Cuaresma y Semana Santa.




El universo material y el infinito

La duración está basada en un símbolo bíblico: los 40 días del diluvio; los 40 años de la marcha del pueblo judío por el desierto; los 40 días que Moisés y Elías pasaron en la montaña, y Jesús en el desierto, antes de comenzar su vida pública.









 También recuerda los 400 años que los judíos estuvieron bajo el yugo egipcio y las 40 horas que estuvo Cristo en la tumba.


 El número 4 simboliza el universo material, en tanto que el cero alude al infinito, por eso, al estar juntos, eran interpretados como las horas, días o años de penurias que sobrelleva el hombre en la Tierra para ganarse el cielo.
con foto

El Papa recuperará la tradición en Santa Sabina









 CIUDAD DEL VATICANO (EFE) -- El Papa Benedicto XVI recuperará el próximo miércoles la tradición de celebrar la ceremonia del Miércoles de Ceniza, en la basílica de Santa Sabina de Roma.


 El fallecido Juan Pablo II cumplió el tradicional rito de la imposición de las cenizas en la basílica de Santa Sabina hasta 2003, pero en 2004 se trasladó al Vaticano por su delicada salud.


 Hasta la basílica de Santa Sabina, situada en la colina romana del Aventino, se llegará desde la iglesia de San Anselmo, donde tras un momento de oración se partirá en una procesión en la que participarán cardenales, obispos, monjes benedictinos de esa parroquia y padres dominicos, además de fieles.


 Al término de la procesión, en Santa Sabina, se celebrará la Eucaristía y el rito de bendición e imposición de las cenizas.


 Benedicto XVI, en un mensaje hecho público el pasado 31 de enero con motivo de la próxima Cuaresma pidió a los responsables políticos, económicos y financieros que promuevan un desarrollo basado en el respeto de la dignidad de todos los hombres.


 El Papa señaló que una prueba importante de este esfuerzo será la efectiva libertad religiosa, entendida no sólo como posibilidad de anunciar y celebrar a Cristo, sino también de contribuir a la edificación de un mundo animado por la caridad.


 La cuestión de la caridad es el hilo conductor del mensaje cuaresmal de Joseph Ratzinger, que recurre a una cita de su predecesor Juan Pablo II para subrayar que "hay un límite impuesto al mal por el bien divino, y es la misericordia".