Bahía Blanca | Sabado, 30 de agosto

Bahía Blanca | Sabado, 30 de agosto

Bahía Blanca | Sabado, 30 de agosto

PUEBLOS QUE TODAVIA LATEN / Hoy Lartigau

Con un trote lento, pero seguro DAVID ROLDAN "La Nueva Provincia" Lartigau, como tantos otros pueblos, nació y creció a la vera de la vía. Sigue estando a la vera de la vía, más allá de que el tren entró en un sueño profundo. Por eso, desde que la última hilera de máquina y vagones se perdió en el horizonte, para no volver, se las tuvo que arreglar solo. Y pudo sobrevivir, a tal punto que está a un paso de cumplir su primer siglo de vida.

Con un trote lento, pero seguro


DAVID ROLDAN
"La Nueva Provincia"












 Lartigau, como tantos otros pueblos, nació y creció a la vera de la vía.


 Sigue estando a la vera de la vía, más allá de que el tren entró en un sueño profundo.


 Por eso, desde que la última hilera de máquina y vagones se perdió en el horizonte, para no volver, se las tuvo que arreglar solo. Y pudo sobrevivir, a tal punto que está a un paso de cumplir su primer siglo de vida.


 Desde Bahía Blanca, no es difícil llegar. Es más, no está lejos. Apenas a 90 kilómetros.


 La ruta más fácil es: Por la 51, pavimento hasta el paraje Frapal; girar a la derecha, unos 10 kilómetros de asfalto por la 72 y ahí, otra vez a la derecha, ingresando a tierra, 7 kilómetros más.


 El camino está bueno. Consolidado. El primer tramo es recto; cerca del poblado, se transforma en una amplia curva que nos hace desembocar en la parte urbanizada.


 Se marcha costeando un terraplén, alto, protegido por un viejo alambrado. Curiosos, lo cruzamos. En el lomo, se ven, de tanto en tanto, las vías del ex Ferrocarril Mitre, oxidadas; la falta de uso permitió que la paja vizcachera y otras especies se hayan adueñado de la superficie.


 Es este un excelente mirador para divisar la cercana figura de los viejos silos de material que marcan la silueta más sobresaliente del paisaje. Allá vamos, lentamente, mientras advertimos, sobre la derecha, cómo el trigo crece y pastan ovejas y vacunos en los campos vecinos.


 Ha llovido bastante y los chacareros sintieron alivio. No era para menos, después de la larga sequía otoñal.

***






 El escudo simboliza un edificio oficial. Es la delegación. Un candado veda su ingreso: Se celebra el Día del Empleado Municipal. El delegado no trabaja.


 Con él, igualmente, hablamos después.


 Hasta entrar a trabajar en la municipalidad, Carlos Cazenave se dedicó a las tareas del campo. Un día, decidió cambiar y le ofrecieron esto y aceptó. Le quedaba cerca de la casa de sus padres (en El Divisorio) y conocía el lugar.


 "Me adapté. No hay mucha diferencia con el campo...", admite.


 ¿Qué hace? Trámites vinculados con la compra-venta de hacienda, y hasta organiza las campañas de vacunación contra la aftosa, entre otras cosas.


 --¿Puede hacer todo solo?


 --Sí, pero, como vivo en una casa en el pueblo --que le cede la comuna--, puedo volver en cualquier momento; inclusive, de tarde.


 --¿Cobra los impuestos municipales?


 --No, la comuna no los cobra, pero se hace cargo del alumbrado público y de recolectar la basura (cada 15 días).


 --¿Qué servicios tienen y de cuáles carecen, en el pueblo?


 --El agua es de pozo. Es buena, aunque últimamente apareció con alto contenido de flúor y arsénico. Se usa para lavar, solamente. Gas, con tubo o con zeppelín y cloacas... no hay.


 --Me dijeron que no llegan a 40 personas en el pueblo...


 --Somos 38. Diez mujeres y 28 varones. La franja mayor (son 25) va de 30 a 64 años.


 --Vimos pocos chicos...


 --Son los 5 de la escuela. Uno de ellos vive en el campo.


 --Aquí, como en otros campos, ¿se piden peones solos?


 --Lamentablemente, sí.


 --¿Y qué pasa durante los fines de semana?


 --Muchos se van. Aquí, quedan poquitos; menos de 20...


 --Me imagino un silencio total...


 --... Y una tranquilidad impagable. Esto es muy lindo para criar a los hijos. No hay maldad.


 --Pero... ¿y cuando crecen?


 --Ahí se complica. Hay que pensar en otros rumbos...

***






 A media mañana, la calle principal (avenida de Los Inmigrantes) está desierta. Sólo hay movimiento en un lugar.


 Es frente a la Cooperativa Agrícola Ganadera (de Lartigau). Entramos.


 "Ustedes son del diario... ¿Qué hacen por aquí?", nos disparan de inmediato.


 --Vinimos a conocer el pueblo...


 Nos enfrenta Alfredo Cabral, conocedor de hacienda, oriundo de Algarrobo. Lo reconocemos y evocamos otros tiempos compartidos en ese pueblo de Villarino.


 En minutos, el mate pasa de mano en mano.


 Se asoma el gerente y pasamos a su oficina.


 Hace cinco años que Paul Gastón D. Larbiou está allí. Nació en El Perdido y estudió (de contador) en Bahía Blanca.


 Nos relata cosas de la Cooperativa. Como que se fundó en 1955 y atiende muchos servicios, entre los que sobresale el manejo de hacienda y de cereales.


 "Somos conscientes de que estamos en una zona marginal", advierte.


 Una planta de acopio existe en Frapal y dos aquí, en el pueblo. La de material (añeja) está en pie y parece el símbolo del lugar; al menos, desde lejos.


 Se cuenta con 8 empleados permanentes; en época de cosecha, llega más gente; no hay dudas de que es la principal fuente laboral del lugar, al margen del campo circundante.


 --A su juicio, ¿cómo subsisten pueblos como este?


 --Sobreviven por el arraigo de la gente. Cuando uno llega, se sorprende. Es muy pequeño, pero, después de relacionarse, se integra y lo defiende como si hubiese vivido toda la vida...


 --Pero todo requiere de un gran esfuerzo...


 --Aquí, el esfuerzo es doble, pero cualquier logro también tiene más dimensión. Estos pueblos son útiles para un país como el nuestro. Hay que ayudarlos...


 --¿Se acostumbró a esta vida?


 --Tengo mi familia en Bahía Blanca. Durante la semana, vivo aquí. Es tranquilo. La gente se necesita entre sí. La relación entre las personas es muy fuerte y el compromiso es mayor.


 --Se va en automóvil...


 --Sí, es el medio, pues micros aquí, no entran.

***






 La caminata se enfila a la parte final del pueblo. Serán unos 400 metros urbanizados. Prácticamente, todas las construcciones lucen bien, prolijas, pintadas. Da gusto echarles una mirada.


 Enfrente, la plazoleta "de la Esperanza", que ha quedado rodeada de pinos y espera, en sus juegos a los pocos niños que viven allí.


 Más allá, la estación, tristemente desmantelada y olvidada...


 "Escuela 38 Santa Rosa de Lima", reza el cartelito. El edificio es amplio y, cuando entramos, los pibes juegan a la "boli".


 --Che... pero el "opio" (hoyo) es muy grande...


 --Sí, así es más fácil, nos responde uno de los alumnos.


 Son todos varones y aprovechan el recreo como si fuera el último. Uno cursa segundo; tres, quinto, y el restante, séptimo.


 Ingresamos a la galería y sorprendemos a Liliana Ravera, la directora-maestra, barriendo.


 "Hoy, me toca limpiar...", admite.


 La escuela nació en 1937, como nacional, y luego pasó a la Provincia.


 El edificio es amplio. Está en muy buen estado, pero sólo se ocupa un aula.


 Liliana es de Pringles, pero ahora vive ahí. Es la mujer del delegado. Tienen un hijo, de 2 años, que se llama Gabriel.


 "La educación es la puerta más grande hacia el progreso", señala uno de los tantos carteles que rezan consignas claras para que lean y relean esos niños.


 "Son chicos que no están tan aislados de la realidad, pero muy respetuosos", admite.


 --Lástima que son pocos...


 --Sí, ocurre que no llegan familias al campo. Pensar que hace unos años eran más de 30...


 --¿Pensás en quedarte aquí?


 --Es lo que deseo; claro que, cuando mi hijo crezca...

***






 Nos vamos, echando una nueva mirada al frente de la escuela. Al lado, otro cartelito reza: "Jardín 907". Ocupó alguna vez el salón de actos de aquel establecimiento. Hoy, está cerrado, pero muchos sueñan como una reapertura, porque chicos hay, según supimos.


 Al final del pueblo, una sede bien mantenida del Club Juventud Unida. Se fundó en 1935, según el propio portal.


 Cuando hacen las fiestas, "baja" gente de todas partes, nos cuentan.


 Nueva caminata, en dirección opuesta, por la avenida desierta. El calor comienza a apretar, pero la paz relaja y nos da fuerzas.


 La sala de primeros auxilios "Domingo Tejerina" está a cargo de Ana María. Por un problema de salud, la trasladaron desde el hospital de Pringles. Vino por un mes y lleva aquí cuatro años...


 No tiene mucho trabajo, pero se siente disconforme. Se queja, por ejemplo, de no tener teléfono. Como enfermera que es, coloca inyecciones, controla la presión y practica algunas curas rápidas.


 A su juicio, se podría hacer más por la salud, pero no hay médico permanente; ni siquiera alguien que venga una o dos veces por semana, se queja. Tampoco hay farmacia, "aunque medicamentos tengo...", admite.


 --¿Y esa balanza para bebés?


 --No tiene uso. Aquí, no hay bebés...


 --¿Piensa quedarse aquí?


 --No, me voy pronto...


 --¿Y tendrá reemplazo?


 --No sé. Nadie quiere venir. Falta respaldo.

***






 En contraposición a Ana María, Rubén César Lezcano (52) se siente feliz de estar en Lartigau.


 A los 8 años vivió allí, con su padre, quien también estuvo a cargo del destacamento policial, hoy subestación de la patrulla rural.


 En el pueblo no hay inseguridad, por lo que su función es recorrer, en un móvil, la región inmediata; inclusive, de noche.


 --¿Hay muchos delitos?


 --No, algunos.


 --¿Y logran esclarecerlos?


 --Muchos, sí.


 --Su familia, ¿se adaptó?


 --Están felices. (Son su mujer y tres varones).


 Agradecen la visita, Pablo saca la foto y nos vamos.


 Cerca, muy cerca, está la única despensa. Cariñosamente, le han puesto el mote de "El shopping". Mide 3 metros por 3; o menos.


 Detrás del mostrador, Juan Carlos Schiaffino; para todos, "El Polaco". A sus espaldas, la pared cubierta de posters de Boca.


 Era taxista y se vino de Pringles hace dos décadas.


 "Quería aire fresco...", admite y sonríe con picardía.


 Abrió algunos años después de que cerrara el almacén de la Cooperativa.


 Tiene alguna mercadería "imprescindible", como yerba, azúcar... y vino.


 "Polaco", me llevo un jugo...", advierte Andrea.


 "¿Y quién paga?", pregunta.


 "Alguien va a pagar. Anotale a Miguel. A mí, no...", dice la mujer. Y se va.


 --¿Pagan o le deben mucho?


 --De todo un poco...


 --¿Vende pan?


 --No, hay que buscarlo en Frapal y frizarlo, igual que la carne. Son 17 kilómetros.


 --Su almacén es el único del pueblo.


 --Sí, pero por poco tiempo más.


 --¿Por qué?


 --Me jubilé y, a fin de año, cierro... Quiero pasar mis últimos años en Pringles...

***




 Hacemos un kilómetro en auto, apartándonos un poco de la vía y llegamos al campo de "los Buedo". Como nos indican.


 Nos recibe Juanita, en el portal de una hermosa casa con un bello e inmenso jardín.


 "Pasen; los esperaba desde temprano. Incluso, había prendido el hogar...", expresa.


 El fuego languidece, pero igual saltan chispas.


 Lleva medio siglo ligada al pueblo y disfrutó todo su esplendor, así como vive y admite su presente.


 "En el 56, esto tenía un gran movimiento...", advierte.


 Ingresó como maestra a la escuela y se retiró, hace unos años, como directora. Informa que llegaron a tener hasta 75 alumnos.


 "Aquí, había de todo; tenía un ritmo maravilloso", evoca.


 Claro que llegaron años malos, sumados a políticas (de gobierno) malas y también quizás faltó mayor empuje por parte de la gente.


 Juana Alcega de Buedo hoy tiene un criadero de cerdos, mientras su marido, Julio, se dedica a la tarea agropecuaria en parte de los campos heredados. Un hijo ("Bochín") los acompaña; otros tres están en Bahía Blanca.


 "A mi pueblo, que tiene 97 años, el viento no lo llevó. Sólo perdió ramas y hojas y ha comenzado a caminar más lento", remarca.


 Asegura que las esperanzas no son en vano y que, tras las lluvias, el movimiento del campo, que nunca dejó de producir, apoyado por instituciones del lugar, alienta el esfuerzo y el crecimiento.


 Remarca, también, que hay emprendimientos nuevos, como la empresa de fumigación o la veterinaria, mientras en las cercanías también se crían chinchillas y ciervos, para fomentar el turismo.


 "Lartigau es una comunidad que tiene, sin duda, una deuda pendiente con sus antepasados, pero no deja, por ello, de ser una población llena de vida y comprometida con el trabajo y el crecimiento", destaca.


 --¿Cómo visualiza el horizonte, Juanita?


 --Abriendo los brazos y diciéndonos "Levántate y anda...".

***






 Desde ese campo, la vista es espléndida. A poca distancia y en una pendiente, la imagen detenida bajo el cálido sol primaveral, de un pueblo que ya transcurre las primeras horas de la siesta.


 Los montes, dispersos, evidencian otras propiedades, ya con hacienda o esperanzadas en los cultivos.


 El horizonte cierra el cuadro con un perfil lejano de las serranías.


 No muy lejos están Bahía Blanca (90 kilómetros), Pringles (70) y Dorrego (50). El pueblo está bien ubicado, sin dudas.


 No nos vamos sin pasar por la estación. Quedó detenida en el tiempo. Está abandonada, como los galpones o las vías de un ferrocarril que se fue, para no volver.


 Entre todas las expresiones (incluso, aquellas más pesimistas), nos quedamos con una frase de Juanita: "Retiremos las piedras del camino y sigamos andando...".


 Nos parece, personalmente, que Lartigau nunca se llegó a detener. Ojalá eso no ocurra.


 Hoy por hoy, su trote es lento, pero seguro...

Cuentan que...


... Lartigau, ubicada al sur del partido de Coronel Pringles, debe su inicio al paso del ferrocarril Rosario a Puerto Belgrano, inaugurado en forma experimental para cargas en 1909. En 1911, se habilitó el servicio de pasajeros.
... Previo al paso del ferrocarril, existía una posta o pulpería, parada de americanas y galeras, en su recorrido a Bahía Blanca.
... Las tierras que atraviesan el ferrocarril, en lo que hoy es la estación, fueron donadas por Francisco Buedo, así como las necesarias para incrementar las actividades de la población, como almacén de ramos generales, hotel, escuela, delegación municipal, instalaciones de remates ferias, etc.
... Lartigau lleva su nombre como homenaje a Juan Alberto Lartigau, secretario privado muerto en el atentado al jefe de policía coronel Ramón L. Falcón, el 14 de noviembre de 1909, a manos de Simón Radovisky. Ambos murieron.

90

kilómetros separan Lartigau de Bahía Blanca.