Bahía Blanca | Sabado, 19 de julio

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Poder, batallas y bronces

Néstor Kirchner retomó, el martes último, su actividad en Buenos Aires con intención de pasar los últimos días de 2004 como en un remanso. Pero, otra vez la política sacudió la Casa Rosada, cual remezón con epicentro en la provincia de Buenos Aires: el gobernador Felipe Solá, dispuesto a desafiar el poderío duhaldista en ese distrito, con la aprobación de Kirchner, terminó con la paciencia del caudillo bonaerense Eduardo Duhalde, quien dobló la apuesta y azuzó con medir fuerzas en el PJ en elección interna con Solá e, incluso, con el presidente.




 Néstor Kirchner retomó, el martes último, su actividad en Buenos Aires con intención de pasar los últimos días de 2004 como en un remanso. Pero, otra vez la política sacudió la Casa Rosada, cual remezón con epicentro en la provincia de Buenos Aires: el gobernador Felipe Solá, dispuesto a desafiar el poderío duhaldista en ese distrito, con la aprobación de Kirchner, terminó con la paciencia del caudillo bonaerense Eduardo Duhalde, quien dobló la apuesta y azuzó con medir fuerzas en el PJ en elección interna con Solá e, incluso, con el presidente.




 La reacción por hartazgo no se hizo esperar y, como reguero de pólvora, se sucedieron hechos que demuestran que Duhalde no sólo apuntó al gobernador, a quien puso en situación de riesgo tal que rozó la gobernabilidad de su gestión, sino que, por elevación, llegó a las narices de Kirchner, en la Casa Rosada. "Lo que más le molesta a Duhalde es el guiño de Kirchner y su largo silencio", dijo un allegado al hombre de Lomas de Zamora.




 En el año que se inició, signado por lo electoral, el caudillo bonaerense se cansó de las provocaciones de Solá y también de los ataques propinados por los intendentes de La Plata, Julio Alak, y de La Matanza, Alberto Balestrini; en especial, de este último, que lo llamó "señor feudal" que "está comenzando a perder". Desde la Rosada, le llegó un pedido para que no se desquite con Alak; en cuanto a Balestrini, dicen que Duhalde aseguró que "lo vamos a aplastar". Para ambos casos, y seguramente para otros, "no hay clemencia", se escuchó en una fortaleza duhaldista.




 También el caudillo bonaerense puso su ojo en el piquetero oficialista, Luis D'Elía, quien, como una cuña kirchnerista, habló de una alianza con Solá para construir un frente "transversal" (como esbozan los intendentes Luis Juez, en Córdoba; Aníbal Ibarra, en Capital, y la dupla Binner-Lifschitz, en Rosario) para disputar las legislativas contra las "viejas corporaciones" y grupos "mafiosos en su proceder institucional", en referencia al duhaldismo.




 Solá intentó comprometer el apoyo del patagónico en su lucha contra el duhaldismo, pero se retiró de la Casa Rosada, el miércoles último, con el rostro desencajado. Muy lejos estuvo de creer que eso sería posible. "Yo, con Eduardo --Duhalde--, no quiero problemas", dijo el presidente, e impartió rápido la orden a sus funcionarios de confianza: "Nosotros nos abrimos, no nos metemos".




 En buen romance: Kirchner sabe que debe privilegiar la alianza política con Duhalde, por lo que, en la pelea partidaria, soltó la mano a Felipe, a quien había entusiasmado para ser el ariete contra el duhaldismo y abrir camino a la incursión de Cristina en el desguazado primer distrito del país. Después, se fue a Río Gallegos.




 La posición en off side en que Kirchner dejó a Solá se hizo más clara aun con el comentario de un allegado al presidente, en la víspera de Año Nuevo: "No tenemos espaldas para aguantarle un enfrentamiento a Duhalde. El Negro tiene la llave de la gobernabilidad en la provincia y en la Nación", reconoció. Y agregó que, con la demostración del bonaerense de reagrupamiento de sus huestes, Cristina "no podrá ir de candidata a senadora por Buenos Aires".




 Del lado del entorno duhaldista, con una ironía similar a un mandoble, se escuchó decir, acerca de la primera dama: "Esperemos que haya comprendido que la provincia de Buenos Aires no es el Congreso de la Lengua". Ergo, Cristina sólo podrá ser candidata en la Provincia con el consentimiento de Duhalde. Pero, en caso de que se presente a propuesta de Solá o del propio Kirchner, "tendrá que medirse en internas con padrón general", dijo un allegado al ex presidente, al tiempo que aseguró que "con cualquier candidato, ganamos 70 a 30".




 Una derrota de esa magnitud dejaría a Solá en la puerta de salida de la gobernación, porque no podría aguantar las presiones, según dicen los duhaldistas, que no disimulan la tirria contra el mandatario bonaerense por su deslealtad y por el maltrato que propina a varios intendentes y legisladores. La posibilidad de un revés semejante en listas bendecidas por la Casa Rosada también advirtió a los kirchneristas, porque con los comicios legislativos "se va a plebiscitar a Kirchner", como dijo el jefe de gabinete, Alberto Fernández.




 El hecho que las legislativas serán el primer test que sorteará su administración puso en estado de alerta a Kirchner y a sus hombres. Porque, con la caja en sus manos, el reparto (necesario, sin dudas, pero también discrecional) no garantiza la adhesión incondicional de voluntades. Y esta puja por el poder entre Duhalde y Solá y, de manera velada, con Kirchner hizo que el resto de los gobernadores posara sus ojos en estos actores, para un futuro reacomodamiento.




 El riesgo de un desmadre de la gobernabilidad provincial podría rebotar en el gobierno nacional. Lo sabe Kirchner y por eso mandó a Fernández a acotar todo a "una cuestión partidaria", mensaje que recibió el duhaldismo para deducir que tal vez podrá guardar las armas para otra oportunidad.




 Como siempre, una crisis político institucional en un país como la Argentina se concatena con lo económico, de modo tal que afecta la credibilidad, la seguridad jurídica y las intenciones del país para salir de la cesación de pagos, ante los ojos del mundo.




 Según Alberto Fernández, 2005 será "el año del despegue", aunque admitió como temas pendientes la distribución del ingreso, el crecimiento del empleo y la atracción de inversiones.




 La recuperación económica, con indicadores que tal vez no se den en otros años, permitirá a Kirchner tratar de poner en marcha, en este año que recién se inicia, lo que siempre señala como partes indeclinables del modelo de país al que apunta. Esas prioridades las enumeró un prominente funcionario del ministerio de Economía consustanciado con la gestión: atender la emergencia social, pero tratando de cambiar asistencialismo por capacidad productiva; insistir con la infraestructura, reforzar las economías regionales y revalorizar la ciencia y la tecnología.




 Kirchner volverá a Buenos Aires después de unos días de descanso y cuidando su problema gástrico en su provincia natal, para esperar, desde la línea de largada, que llegue la fecha para la reestructuración de la deuda en cesación de pagos. La semana última, la SEC (la comisión de valores de los Estados Unidos) puso su cuota de confusión (?), al señalar que aún no aprobaba el prospecto argentino para la reestructuración de la deuda.




 Los ojos de la Casa Rosada viraron y se posaron, otra vez, en el Palacio de Hacienda, desde donde se aseguró que estaba "todo listo". El correr de las horas dio la razón al ministro Roberto Lavagna. Y consiguió más: la CONSOB (comisión de valores de Italia) también habilitó el trámite para canjear los títulos en cesación de pagos, pese a la enardecida resistencia del grupo GCAB de tenedores de bonos que lidera el lobbista Nicola Stock.




 Los bancos que se encargan del tramo local de la operación (Nación, Galicia y Francés) señalan un optimista 95 por ciento de aceptación; sus pares extranjeros (Merrill Lynch, UBS y Barclays) indican un 70 por ciento. La incógnita es Japón, donde ni siquiera se logró un banco negociador. El mercado puso su cuota de ayuda al dejar ganancias para los bonos argentinos, al percibirse que está cercano el acuerdo por la deuda en default. En cambio, para un secretario de Estado muy apegado al presidente, el "75 por ciento --de aceptación-- es mucho; el canje estará entre 50 y 60 pct".




 La operación es clave no sólo para sacar al país de la cesación de pagos de tres años, sino porque de la reestructuración de la deuda dependerán las inversiones y, con ello, la producción y los puestos de trabajo; en definitiva, el crecimiento económico. También, para una mayor inserción en el mundo y la mejora de las relaciones más que tensas con los países del G-7.




 Queda pendiente discutir la política económica de mediano plazo para asegurar el crecimiento, la recaudación y otros items y mostrar que la Argentina es "un país en serio", tal el lema del gobierno. Y también la renegociación de contratos y tarifas con las privatizadas, punto reclamado por el FMI y el G-7. Mientras tanto, se continúa pagando los vencimientos con el FMI y se frenó la temeraria idea de cancelar la deuda total con ese organismo con las reservas.




 Un párrafo aparte es para el desastre por el incendio en un local bailable del barrio porteño de Once que enlutó al país en los prolegómenos del Año Nuevo y empañó el optimismo y los festejos del inicio de 2005. La desidia, el no respeto a las leyes por "viveza criolla", la codicia comercial, la diversión presumiendo inocencia por ignorancia se conjugaron para provocar una calamidad que no tiene igual en nuestro país. Por segundo año consecutivo, Kirchner no hizo un mensaje al país de salutación por el nuevo año, pero tuvo que decretar un duelo nacional y enviar, desde Río Gallegos, condolencias a las familias de las casi 200 víctimas fatales y ocho centenares de heridos.