Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Como un juego entre las miradas y el miedo: así es estar frente a frente con Pablo Cuchán

Lo cuenta un periodista de lanueva.com que participó de una entrevista exclusiva.
Foto: Juan Corral-La Nueva.

Por Gustavo Pereyra / gpereyra@lanueva.com

   Pablo Cuchán está tranquilo. Casi no pestañea ni sonríe; no traga saliva ni cambia de posición en su asiento; no duda al hablar ni varía el tono de la voz.

   A mí me parece que no respira.

   Las únicas cosas que lo incomodan son la cámara y el grabador:

   -Video, no. Y el audio que no salga -exige, antes de arrancar la entrevista mano a mano con La Nueva.

   Pero para mí, sí calcula lo que cuenta. Sí gesticula todo el tiempo con ambas manos, como si comparara cosas o pusiera sus dichos en cada plato de una balanza. Sí hace silencios antes de hablar. Sí intenta dar a entender sin responder.

   A veces habla de sí mismo en tercera persona: cuando se refiere al Pablo Cuchán que se drogaba y vivía de joda, al que le gustaba la noche y se juntaba con marginales.

   A veces estira la mirada hacia arriba a la derecha, como buscando recuerdos.

   Y a veces también te mira fijo a los ojos. Los míos se empañan de tanto sostener en silencio esa tensión. Porque se la tengo que sostener: no ceder terreno. Porque con la mirada creo ponerle límite y evitar que perciba algo de miedo.

   Yo no siento temor. Pero calculo que en sus años en Sierra Chica (donde aprendió a comportarse gracias a las enseñanzas de 2 de "los 12 apóstoles") él se hizo capaz de catar el miedo ajeno.

   Sus ojos son marrones, aunque por las pupilas muy dilatadas lucen casi negros. Y me parecen normales. Igual, las poquísimas veces que se ríe sólo hay cambios de la nariz para abajo: sus ojos quedan intactos, con la misma inexpresividad.

   Me cautiva cuando habla de su vida en prisión, de cómo se ganó respeto por ser "buena persona" o de cuán inteligente es respecto de los demás presos.

   -En la cárcel no hay lugar para el débil -dice.

   Y yo trato de sostenerle la mirada, otra vez.

* LA EXTENSA ENTREVISTA SE PUBLICA MAÑANA EN LA EDICIÓN IMPRESA.

Sobre el caso

   Cuchán declaró varias veces y trató de justificarse pero fue condenado a 18 años de prisión por el crimen de Luciana Moretti, de 15 años, a quien el 16 de octubre de 2004 descuartizó y asó en la parrilla de su casa, en Ingeniero White.

   La Cámara de Casación le redujo luego un año debido a una cuestión técnica relacionada con los agravantes.

   Y si bien la Corte Suprema ordenó una nueva sentencia (porque el agravante de la incineración se había considerado 2 veces), eso no sucedió y por lo tanto el fallo no quedó firme.

   Así, al haber cumplido 2 tercios de su pena y gracias a una conducta ejemplar en prisión, finalmente Cuchán el martes último recuperó la libertad. Y anunció que se instala en Monte Hermoso, donde ya han rechazado su presencia.

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