Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Vacunas Covid: Entre la ciencia y la geopolítica, en la visión de un experto bahiense

Desde quienes están por fuera del sistema y no quieren vacunarse hasta la inmunidad de rebaño pasando por las versiones 20, 21 y 22, el doctor Carlos Alfredo Köhler agudizó su visión sobre el tema que nos quita el sueño.

Vacunación contra el Covid-19 en nuestra ciudad. / Fotos: Rodrigo García, Pablo Presti y Emmanuel Briane-La Nueva.

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   “Esta no es una cuestión de opiniones; es ciencia pura’. Lo dijo un experto español y de eso se trata: La ciencia es la que tiene que convencerlos (a los antivacunas)”, dijo el médico pediatra bahiense Carlos Alfredo Köhler, especialista en vacunación con posgrado en epidemiología.

   Vacuna es la palabra que más se repite después de Covid-19 en relación con la pandemia. Así entonces, y con una orientación principalmente sanitaria, el doctor Köhler dio respuestas a La Nueva. sobre estas cuestiones, desde la cantidad de dosis, Guerra Fría, desinformación y periodismo y de algo que se acentúa: las consecuencias por la ausencia de tratamiento de otras enfermedades como consecuencia de la pandemia (léase: la otra pandemia).

    —Dr. Köhler, ¿habrá una tercera dosis?

   —No sería descabellado. Estamos siguiendo la polémica entre la FDA (NdR: Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, por las siglas en inglés) y el CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) en contra de la necesidad de Pfizer, que pretende abrir el mercado hacia una tercera dosis. Según dicen, sería para incrementar la inmunidad, lo cual es cierto para cualquier vacuna, pero la FAD y el CDC aseguran que, por el momento, no hace falta.

Dr. Carlos A. Köhler, especialista en vacunación con posgrado en epidemiología.

   “Es lo que llamamos la prueba del tiempo respecto de las vacunas. Lo vamos a saber dentro de uno o dos años, cuando los primeros inoculados vuelvan a ser controlados para ver si sus anticuerpos se mantienen iguales, o si han descendido”.

   —¿La tercera dosis estaba instalada antes de la variante Delta?

   —Sí. Pero acá la discusión es más bien científica. Cierto es que muchas vacunas han necesitado una tercera dosis, o un refuerzo.

   —En el otro extremo: ¿Por qué algunas vacunas sólo requieren una sola aplicación?

   —Depende de su plataforma de diseño. Si el seguimiento en el tiempo mantiene anticuerpos elevados para prevenir las formas graves de la enfermedad, no hará falta agregar dosis.

   —¿Tendremos que vacunarnos para siempre por el Covid-19?

   —Por la conformación del virus, no sería extraño un refuerzo. Hay quienes dicen que podría ser en forma anual, pero la realidad siempre es la misma: la experiencia en el tiempo nos dará las respuestas.

   —Si la vacuna contra el Covid es casi la diferencia entre la vida y la muerte, ¿por qué hay gente que no quiere vacunarse?

   —Es un tema complejo. Inclusive, existen distintas estrategias para combatirlo desde el mundo científico. Hay varias razones y entre ellas no puede soslayarse la desinformación que, en el caso del Covid, se ha sumado la presión de los movimientos antivacunas. También ha existido una suerte de teléfono descompuesto.

   “Uno puede no vacunarse por miedo, por desconocimiento, por mala información y por una resistencia natural a cualquier medicamento. Un experto español decía: ‘Esta no es una cuestión de opiniones; es ciencia pura'. Y es así: la ciencia es la que tiene que convencerlos.

   “Cuando uno observa lo que provoca el Covid en cuanto a cantidad de muertos, contagios y demás complicaciones, cuesta creer que haya gente que le tenga más miedo a la vacuna que a una internación por la enfermedad, con todo lo que eso conlleva”.

   —¿Qué pasa con quienes no quieren vacunarse respecto del resto de la población?

   —Quien no se vacuna es un blanco móvil para el virus pero, además, es alguien que el día que se contagie va a llevar la enfermedad a otros no vacunados, o vacunados, que por distintas circunstancias no llegaron a la inmunidad necesaria.

   “Esto sucede con todas las vacunas. Por eso, la estrategia general es conseguir la inmunidad de rebaño; es decir, la mayor cantidad de personas vacunadas que no permitan a ese virus seguir diseminándose. Pero en cada país es diferente, porque depende de culturas y costumbres”.

   —¿Cuál es el porcentaje adecuado para esa inmunidad de rebaño en la Argentina?

   —Tendríamos que llegar, por lo menos, a un 85 %. Si uno quisiera una inmunidad 95 % efectiva debería llegar a esa cifra, que es lo que se pedía en sarampión o en polio para erradicarlas.

   “Ahora no creo que se corte la diseminación de la enfermedad, pero la incidencia pasará a ser mínima en relación al número de vacunados”.

   —¿Ese 15 % puede coincidir con el número de gente que no se quiere vacunar?

   —En general, respecto de vacunaciones la cifra es mucho menor. Podría ser del 5 %. En el caso del Covid la desinformación ha generado miedos y, además, hoy las redes sociales llevan y traen todo tipo de información, equivocada o no. La gente lee y asimila lo que cree, o cree entender. Esta es la mayor novedad en este tipo de epidemias.

   —¿La intención de restringir los ingresos a bares y restorans a los no vacunados puede ayudar?

   —No sé si la medida, que algunos países ya han adoptado, será tan efectiva, aunque ya es polémica. Entiendo que debería acompañarse de una estrategia efectiva de comunicación para concientizar sobre lo que provoca si la gente no se vacuna, especialmente en el sector joven, donde hay que estimular la idea de la vacunación solidaria para proteger a los grupos de riesgo.

   —¿Hay responsabilidad del periodismo sobre la desinformación?

   —Sin ninguna duda. Pero echar culpas es difícil, porque las tenemos todos. La desinformación llegó primero desde las entidades reguladoras, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que arrancó en esta epidemia con un papel muy pobre. Y ahí nomás empezaron a movilizarse las redes sociales y luego los comunicadores y ciertos profesionales que trabajaron, por decirlo de algún modo, para generar miedo respecto de la vacunación.

   “Con el paso de los meses esto se ha ido corrigiendo, pero sin dudas que es uno de los aspectos negativos de la pandemia. Cierto es también que, por el carácter inédito de la experiencia, todos aprendemos día a día”.

   —Con tantos actores en el tema, ¿cuál es el límite en esta lucha de intereses?

   —Al inicio, lo primero que se me ocurrió fue compararlo con la Guerra Fría (NdR: enfrentamiento político, ideológico, social y cultural desarrollado entre 1945 y 1989 entre dos bloques de países liderados por los EE.UU y la URSS). Y hoy está clarito: hay una guerra de vacunas entre Oriente y Occidente, con un manejo geopolítico y comercial particular, donde todos quieren vender la suya.

   “En esa corriente estamos todos inmersos y pagando las consecuencias. Esta política subterránea genera también el ocultamiento de datos y se sabe del trabajo de equipos de trols para desprestigiar a una u otra vacuna".

   “Pero en el tiempo se ha verificado que la Sputnik, por ejemplo, es una buena vacuna, tal como parecía desde su conformación. Lo mismo sucede con algunas de las chinas. Y en las de Occidente, por denominarlas de alguna manera, se advirtieron algunos efectos colaterales no esperados que, en cierto momento, fueron negados. Acá, y al margen de la puja de intereses, de la cual nadie puede sorprenderse, la clave es separar la paja del trigo”.

   —¿Las vacunas caducan o se tienen que actualizar?

   —Tienen fecha de vencimiento y siempre deben estar protegidas por la cadena de frío. Si eso no se respeta, caducan en forma inmediata. Anteriormente, con la fecha de vencimiento, las vacunas se retiraban del uso, el laboratorio las reacondicionaba y las reenvasaba. Hoy todo cambió: nadie se va a arriesgar a ningún juicio y, finalmente, se desecha todo.

   —Por concepción general, ¿cuándo las vacunas dejaron de ser obligatorias?

   —Por ley, nunca, ya que existe una para un calendario nacional de vacunación. Pero, como tantas otras leyes en el país, no se cumple a rajatabla. Sí se ha trabajado muy bien en el Programa Nacional de Inmunizaciones y allí hemos colaborado con la Organización Panamericano de la Salud para ser los primeros en erradicar la viruela y el sarampión y controlar la polio. Lamentablemente, el plan se ha ido deteriorando, y agravando por la pandemia, donde las coberturas, ya en el mundo, han llegado a un 50 %.

   “De este modo vamos a tener nuevos brotes de enfermedades que ya estaban controladas como sarampión, tuberculosis, varicela, tos convulsa y por eso estamos empujando para que los chicos recompongan el programa de vacunación. Cuando termine el invierno veremos cómo llegamos con las estadísticas y, si la pandemia se prolonga como consecuencia de las variantes, deberemos prepararnos muy bien para 2022”.

   —¿Este es el mayor desafío al margen de la pandemia?

   —Sin dudas.

   —¿Qué debe suceder para que no aparezcan nuevas variantes?

   —Tener un gran porcentaje de la población vacunada. Y el 76 % de la vacunación en el mundo es de los países considerados importantes, de los cuales el 38 % es sólo de China. Con un gran esfuerzo, Latinoamérica llega al 18 %; hay otros países, también latinos, que tienen el 2 % de vacunados.

“Mientras ese patio trasero (sic) de las potencias no esté vacunado, el riesgo para ellos es muy importante. Esa es la razón de las donaciones de vacunas, ya que no es sólo solidaridad sino estrategia”, dijo el Dr. Köhler.

   —Hasta el momento, ¿qué se hizo mal respecto de las vacunas contra el Covid?

   —Todos somos nuevos en esto. Las experiencias anteriores, como el MERS por ejemplo, se agotaron rápidamente.

   “Lo malo fue que nos tomó de imprevisto, porque creíamos que sólo les sucedería a los chinos. También la comunicación de las entidades reguladoras, que minimizaron el tema con alertas que casi nadie tuvo en cuenta hasta que finalmente explotó todo. No había casi nada para combatir un virus. Fue mucho tiempo de pruebas y a esperar los resultados, mientras hoy el virus avanza y se modifica para sobrevivir. Parece mentira, pero es como un cuento de ciencia ficción”.

   —¿Y qué se hizo bien?

   —La pandemia ha sido novedosa para nuestra generación. Mirando lo positivo ya se la compara con uno de los mayores logros de la humanidad en todos los tiempos por el desarrollo de vacunas en un plazo récord. Y exitosas, porque así está reflejado en las estadísticas.

   “Ahora: vamos a tener que cambiar ciertos paradigmas. Es muy probable que el barbijo se mantenga en el tiempo, pensado desde la protección de la comunidad. Es decir, si me contagio una gripe, una bronquitis, un catarro o un dolor de garganta debería ponerme barbijo para proteger a los demás, algo que es común en Japón o China, pero que en nuestra sociedad es difícil. Tengo la esperanza de que algo de esta protección nos quede”.

   —¿Cuánto tiempo pasará hasta que lleguen el Covid-20, el Covid- 21 y el Covid-22, sólo por cita la secuencia?

   —Es la gran preocupación mundial. Ejemplo: cuando un barco partía de Asia y había un brote, moría toda la tripulación, o la mitad y los que sobrevivían llegaban a un puerto y hacían la cuarentena, donde moría otro tanto y algunos se curaban. Pero las epidemias no salían de ahí. Hoy, alguien que está contagiado se toma un avión desde Asia a los Estados Unidos y desde allí a Alemania. Y en 2 o 3 días tenemos un brote epidémico y ya no hay manera de pararlo.

   “Con la globalización y la comunicación física entre los países esto sucederá relativamente seguido”.

   —¿Hay alguna otra forma de administrar la vacuna que no sea inyectable?

   —Eso se estudia en forma permanente. Para la gripe no sólo hay vacunas orales, sino nasales. Lo que más se busca es la conservación, para que no haya necesidad de cadena de frío y demás, como las actuales vacunas. Está claro que esto supone un gasto extra que no es sencillo de afrontar. ¿Otra opción? Podría aplicarse en aerosol también.

   —¿Cuánto tiempo pasa desde que la vacuna llega al país y se le termina aplicando a una persona?

   —El programa ampliado de vacunación, que se organizó en 1980, era el inicio de cualquier vacuna. Era un plan exitoso y entrenó a miles de personas para toda una logística desde el desembarco de la vacuna hasta la aplicación. En el medio está el transporte, la cadena de frío, los frigoríficos con las temperaturas adecuadas y el traslado al lugar de vacunación.

   “Sí lamento que no se haya utilizado este sistema desarrollado en el país. Se podría haber vacunado más rápido y en los tiempos adecuados”.

   —Más allá de la vacuna, ¿no hay un plan B contra el coronavirus?

   —Está en desarrollo. Es la preparación de medicamentos para tratamientos paliativos para que la enfermedad no llegue a la gravedad que vemos en estos días.

   “En fase 3 aún no hay ninguno, pero existe experimentación con voluntarios y hay posibilidades de que funcionen. Pero no existen certezas aún. Sí se puede evolucionar en medicamentos contra el coronavirus en forma genérica”.

Argentina, de local

   —¿Cuándo nuestro país elaborará la primera vacuna contra el Covid-19?

   --Ya estamos produciendo vacunas con la materia prima de la Sputnik que ha enviado Rusia. Lo único que no hicimos es envasarla. Se ha terminado de hacer a granel y se ha enviado a México, donde se la envasa y hace el packaging. Ahora se están haciendo los trámites para terminarla en la Argentina.

   “Lo más difícil es armar el compuesto, ya que el envasado y el packaging no es tan complicado. De hecho, las de China y alguna otra ya pueden hacerse en el país, porque tenemos la biotecnología y laboratorios de primera línea, más allá de la calidad del recurso humano, que también es reconocida en todo el mundo. Estamos a un paso de concretarlo, pero ese paso es gigante.

   “Una referencia: desde hace al menos 10 años, en el país hacemos la vacuna antigripal con licencia de otros laboratorios”.