Sanar después de la tormenta: cómo afrontar el trauma emocional
La psicóloga Guillermina Aramendi acompaña a evacuados brindando apoyo en un momento donde empiezan a aparecer las cicatrices.
Periodista y técnica en Comunicación Digital. Desde 2022, integra el equipo de redacción de La Nueva., donde cubre eventos sociales y políticos a nivel local, regional y nacional para la edición impresa y digital.
"Nunca se vuelve a ser el mismo después de una tragedia, porque cada experiencia nos marca. Lo importante es transformarlo en aprendizaje".
Con esa convicción, la psicóloga Guillermina Aramendi (MP 871) se ha involucrado activamente en cada crisis humanitaria que golpeó a Bahía Blanca en el último tiempo.
En diciembre de 2023 brindó apoyo a los evacuados en el club Olimpo. Ahora, tras la devastadora inundación, su labor se centra en el centro Calle Belén (Hogar de Cristo), ubicado en Güemes 250.
"Estoy ayudando en distintos turnos, escuchando a los evacuados sobre cómo están, cómo llegaron hasta acá. También realizo relevamientos: desde buscar familiares para reencontrarlos, hasta trasladar familias enteras en mi auto y llevar donaciones", relató.
En diálogo con La Nueva., la profesional bahiense destacó la importancia de la contención emocional en momentos críticos. "El problema empieza con el paso de los días, sobre todo al atardecer y durante la noche, cuando el estado de ánimo empieza a bajar", explicó.
No es la primera vez que enfrenta una catástrofe de esta magnitud. "Después del temporal del 16 de diciembre estuve diez días en Olimpo. Pasamos Navidad con los evacuados. Recuerdo que el cordón de la vereda se convirtió en consultorio y, en algunos momentos, la tarima de la cancha de básquet también lo fue. Me sentaba con las personas a charlar cuando tenían crisis de ansiedad", rememoró.
El trabajo en red con médicos, enfermeros, rescatistas, trabajadores sociales y voluntarios fue clave en aquella ocasión. Y lo es también ahora.
"Fueron muchas personas y muchos días, y eso inevitablemente repercute en el estado de ánimo. La incertidumbre da paso al miedo, la desesperación, la desesperanza, la angustia, la irritabilidad. Estar en un lugar que no es tu hogar, compartir espacios con personas con costumbres distintas, puede desgastar el ánimo y generar malestar —explicó—. Todo eso es lo que acompañamos".
Si bien la prioridad son los evacuados, Aramendi resaltó la necesidad de cuidar también a los voluntarios. "A veces, lo que uno ve es muy duro", expresó.
"Muchas personas están ayudando y poniendo el corazón, incluso después de haberlo perdido todo. Algunos ni siquiera saben en qué estado se encuentran sus familias o sus casas", señaló.
Por eso hizo hincapié en la importancia del autocuidado. "Para poder acompañar a otros, primero hay que aprender a cuidar la propia salud mental", resaltó.
La tormenta que arrasó Bahía Blanca
El viernes 7 de marzo la ciudad vivió la peor tormenta de lluvia de su historia. En apenas 12 horas, la cantidad de lluvia caída superó la media de ocho meses, desbordando calles y atrapando hogares. Torrentes de agua y barro de más de un metro de altura arrasaron con todo a su paso.
Las cifras son estremecedoras. La gente trabaja a destajo para restablecer la normalidad. O algo que se le parezca.
Los desastres naturales no sólo dejan huellas físicas, sino también emocionales. Muchas veces son más.
Desde el temporal de 2023, el granizo del último febrero y ahora esta inundación, muchos bahienses han desarrollado un temor insospechado a las alertas meteorológicas.
"Frente a la primera señal de tormenta, algunas personas experimentan ansiedad, crisis de angustia o ataques de pánico. Se repiten imágenes en su mente: techos derrumbándose, casas desmoronándose, la desesperación por salvarse. Viven en un estado de alerta constante", explicó.
Los sobrevivientes de Bahiense del Norte, quienes enfrentaron lo peor, son un caso aparte. "Todo trauma deja huella, y lo que vivieron fue muy traumático. Es sumamente necesario que reciban apoyo psicológico", enfatizó la profesional.
La culpa por haber sobrevivido, la búsqueda de respuestas imposibles y el miedo constante son solo algunas de las secuelas que enfrentan. "Si el estado de ansiedad se vuelve persistente, es clave buscar ayuda profesional", recomendó Aramendi. En algunos casos, incluso, se requiere apoyo psiquiátrico para estabilizar el ánimo.
El trauma invisible en los niños
Los más pequeños no están exentos. Según Aramendi, han aumentado las consultas de padres preocupados por la angustia de sus hijos ante fenómenos climáticos.
"Aparecen síntomas como llanto, dolores de panza, necesidad de quedarse en casa, temor a separarse de sus padres en la escuela, insomnio o querer dormir con la luz prendida", ejemplificó.
Su consejo es claro: los adultos deben permitir que los niños expresen sus miedos, sin minimizarlos ni desestimarlos. Incluso, compartir con ellos que también sintieron miedo puede ayudarles a procesarlo.
"La contención y el afecto son esenciales", sostuvo.
Aprender de la adversidad
"Tenemos que tomar conciencia de que el cambio climático nos atraviesa a todos", sostuvo Aramendi.
E hizo un llamado a la prevención. "No podemos controlar la naturaleza, pero sí estar preparados. Es importante no subestimar las alertas y tomar recaudos básicos: velas, botiquín de primeros auxilios, linterna, luces de emergencia, celulares cargados, efectivo y agua potable. Son medidas precautorias que podemos llevar a cabo", explicó.
Después de cada tormenta, llega la reconstrucción. Y en ese proceso, sanar el alma es tan o más importante que reparar los daños materiales.