La ciudad sin agua, Coleman explica, verano del 39
En manos del Ferrocarril del Sud, el servicio de agua pasaba un mal momento por la sequía que afectaba al río Sauce Grande
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Hace 86 años, en enero de 1939, el director del Ferrocarril del Sur y responsable del servicio de Aguas Corrientes, Mr. Arturo Coleman, explicó a este diario las causas que habían obligado a la empresa a establecer la racionalización del servicio.
El servicio de agua corrientes local fue inaugurado en 1908, administrado por la empresa del Buenos Aires al Pacífico y traspasado en 1926 al Ferrocarril del Sud.
Cada verano la falta de agua era un problema y aquel enero de 1939 era tan poco el líquido disponible que la empresa se vio obligada a su racionamiento, procediendo al corte del servicio durante varias horas del día.
Consultado sobre la situación, Coleman explicó, “con documentos y datos estadísticos” que la situación era “imprevisible” atento a que nunca en la historia el río Sauce Grande --dónde se captaba el agua-- había registrado tan bajo nivel.
Explicó que las medidas de emergencia incluían la colocación de seis bombas adicionales en el cauce mientras que el cuerpo de ingenieros de la empresa analizaba medidas de emergencia.
Sobre el racionamiento, Coleman aseguró que “desde el punta de vista higiénico y científico” no ofrecía inconvenientes. “Es frecuente su adopción en Europa ante la falta de agua”, detalló.
Consultado sobre los casos de colitis y enfermedades intestinales que sufrían los vecinos y que se adjudicaba a la mala calidad del agua, Coleman le puso un moño con sus declaraciones: “Son --dijo-- debidos a la ingesta de helados y de frutas en descomposición por el calor”.
Sobre el color turbio del agua, explicó que el abrir y cerrar de las válvulas de las cañerías, motivaba el desplazamiento de la arena acumulada. “Pero las aguas no están contaminadas, en eso se ha exagerado. Al estar clorinada el agua se suprime todo peligro”.
Por último, Coleman pidió a la población “tranquilidad” para que “cierta prédica malsana “no encuentre eco favorable”.
“No comment”, diría el gran Coco Basile.