Pancho Pizzini y Chiqui Bouzat: de aquellos pibes que brillaban en Liniers a ser figuras del Vélez campeón
Francisco y Agustín celebraron con los suyos y con miles de hinchas la obtención de la Liga Profesional.
Agustín Bouzat posa para la foto con la copa de campeón del fútbol argentino junto a su familia. Fiorella, su esposa, Salvador, el hijo de ambos, y su hermano Santiago, resumen el aguante de los suyos.
A sus espaldas, la popular del José Amalfitani celebra luego de que Vélez Sarsfield fuera el campeón de la Liga Profesional.
El capitán deja de mirar a las cámaras, se da vuelta, enseña el trofeo a la gente y recibe la ovación de miles de almas en forma de agradecimiento: "Olé, olé, olé, Chiqui... Chiqui...".
Agustín fue clave adentro y también afuera de la cancha, y ahora le llega su merecido premio.
"Sin dudas que fue algo que buscaba desde chico. Todos los que lo conocemos sabemos cuánto amor y pasión tiene por el deporte. Seguramente muchos jugadores para llegar hayan hecho el mismo esfuerzo y sacrificio que él, pero puedo dar fe de los diferentes momentos que tuvo que atravesar para poder llegar a esto y cómo los superó", le cuenta a "La Nueva", Juan Zunini, amigo de Chiqui y quien vivió la alegría desde Bahía.
"Que todo esto se le dé siendo capitán -agregó- es algo que no puede pasar por alto. ¡Y de la manera que lo es! Nunca una declaración para vender humo, para caer bien. Siempre pensando en lo mejor para el grupo y para el club. Dejar el ego a un lado para el bien común del equipo. Esos son ejemplos para deportistas. Eso es un gran ejemplo para los más chicos", agregó Juan, quien conoció a Agustín a los 7 años en Liniers y con quien también compartió la escuela.
Más lejos, en otro sector del Amalfitani, Francisco Pizzini también festeja con sus íntimos, el plantel y con la multitud fortinera.
Pancho ya superó aquellos largos minutos inmóvil en la mitad de la cancha de Unión, donde apenas unas horas antes Vélez había perdido la final de la Copa Argentina, y ahora todo es alegría y revancha. Como la vida misma.
"Estar ayer en la cancha (que estaba explotada) con su familia y amigos fue hermoso, mucha emoción, era lo que soñamos de chico ¡y él lo cumplió! ¡Es increíble!", reconoció Giuliano Piro, amigo íntimo de Pancho, a quien conoció en Liniers y se volvieron inseparables.
Finalmente, Francisco y Agustín, Pancho y Chiqui, Pizzini y Bouzat celebran.
Los dos bahienses son campeones del fútbol argentino, ambos siendo figuras y piezas clave en el -sin dudas- mejor equipo del país en el 2024.
Los dos transitaron caminos algo similares y, quizás sin quererlo, son el mejor ejemplo para todos los pibes de Bahía que sueñan con jugar en Primera.
Ambos surgieron de esa cantera inagotable de talento llamada Liniers, la rompieron desde muy chicos y fueron el boca en boca de aquellos que transitaban por el club de la avenida o quienes sabían del día a día de las inferiores de la Liga.
Con un don innato, Pancho y Chiqui llamaron la atención cuando todavía jugaban a la pelota y no tanto al fútbol, y mucho menos a este fútbol que hoy los ve campeón. Este juego de presiones, profesionalismo, táctica, arbitrajes, voracidad y exitismo.
Pancho, categoría 93, y Chiqui, de la camada 1994, fueron desde siempre los más destacados de dos grupos súper ganadores y llenos de buenos jugadores.
Más allá de las características que compartían ambos, sobre todo desde la técnica individual. Fran se destacaba por ser un delantero picante, con un una velocidad y un mano mano letal, que lo hicieron sobresalir rápidamente y debutar en la primera de Liniers con apenas 15 años, 9 meses y 2 días. Fueron en total 30 encuentros y 6 goles con el plantel superior del Chivo.
"Enseguida nos empezamos a llevar bien, vivíamos cerca y Ana (su mamá) nos traía siempre después del entrenamiento. Siempre fue un chico tranquilo, nunca faltaba a un entrenamiento, nunca se quejaba de nada y era querido por todos", remarcó Piro.
"Desde lo futbolístico -agregó Giuliano-, siempre era la figura: un delantero muy rápido por afuera ¡y goleador del torneo varias veces! Era tirársela larga y listo, porque sabías que llegaba siempre y la metía jaja", recordó Giuliano, quien se desempañaba como volante y aprovechaba las virtudes de Fran, en aquella recordada 93 que también tenía jugadores como Tomás Onorio y Federico Nievas, por citar algunos.
Agustín, zurdo, era la joyita de la cantera. Sobrino de Walter Carrio e hijo de Lili, se crió y creció en las entrañas del club.
Su físico, tal como lo describe su apodo, y las cosas que hacía con la pelota llamaban la atención de todos.
Desde siempre en el club se contaron historias suyas y de las cosas que era capaz. Incluso luego de debutar en Primera hizo un gol que -insólitamente- no valió pero que todos recuerdan (ver historia acá).
Su habilidad en el mano a mano, velocidad y pegada deslumbraban a todos, hasta llegar a la Primera de su club con 16 años, 3 meses y 27 días. En total fue un camino que incluyó 39 partidos y 5 goles.
"Los dos sacaban mucha diferencia acá en Bahía. Para mí, lo más destacable de ambos es lo profesional que fueron toda su carrera, fueron de menor a mayor mejorando mucho y con un sacrificio terrible", señaló Piro, quien también lo une a Fran algo más: es el padrino de su hija Renata.
“Siempre pensé lo mismo: si no llega Chiqui, ¡¿Quién!?”, reconoce en un cruce en Tuiter, Pedro Bosco, quien fuera un entusiasta arquero de Bella Vista y quien compartió plantel con Agustín en la Selección de la Liga del Sur, donde Bouzat daba un año de ventaja pero igual era figura.
En resumen, ese pensamiento de Pedro, era un poco el de todos: si no llegaban ellos, ¿quién?. Aunque, claro, el camino es largo y no es para cualquiera, más allá de las condiciones.
Luego de debutar en la primera del Chivo siendo adolescentes, ambos emigraron a dos colosos del fútbol argentino y mundial.
Pancho se sumó a Independiente de Avellaneda en 2010 y Agustín quedó en Boca Juniors en 2012 con edad de Quinta.
De a poco, Fran se ganó un lugar en el Rojo hasta llegar a ser clave en el ascenso del equipo a Primera, incluso anotando un gol en el partido decisivo ante Huracán.
También coqueteó con el seleccionado nacional juvenil.
Después vino a jugar a Olimpo y pese a una dura lesión demostró que su nivel era para la élite del fútbol argentino.
Luego, regresó a Independiente y mientras se recuperaba de la rodilla, formó parte del campeón de la Sudamericana y la Suruga Bank.
Tiempo después, en busca de minutos y protagonismo, llegó a Defensa y Justicia, donde fue campeón, y esta vez si muy protagonista, de la Copa Sudamericana y la Recopa Sudamericana.
Ahí también dejó su huella, como lo hiciera tiempo después en Talleres de Córdoba, un gigante del interior, antes de llegar a Vélez.
Chiqui, por su parte, se ganó un lugar en ese mundo gigante llamado Boca hasta llegar a ser el capitán de la Reserva.
No obstante, también recaló en Defensa y Justicia, donde hizo su debut (con gol) en la máxima del fútbol argentino en 2016.
Tiempo después regresó al Xeneize y sumó sus primeros minutos en la primera de Boca, y hasta fue parte del plantel campeón en 2017-2018.
Posteriormente, pasó por primera vez a Vélez y se hizo cargo de la 10.
Tras su primera experiencia en El Fortín cruzó la cordillera para jugar en otro gigante del continente como Colo Colo, donde se dio el gran gusto de ser campeón, anotando un gol en el partido que le dio el torneo local al Cacique, que cortó una racha de 5 años sin festejos.
Tiempo después regresó a Vélez y en el último año se convirtió en referente del equipo dirigido por Gustavo Quinteros, a quien conocía de su experiencia en Chile.
"Más allá del rendimiento futbolístico, es una satisfacción enorme su presente, para él y su círculo cercano. Tuvo que pasar por diferentes momentos desde su llegada a Boca, lo que la peleó en La Candela, su debut en Defensa, su vuelta a Boca para pelear un puesto en un equipo con gigantes del fútbol, su primer paso a Vélez, la vida en Chile y la vuelta a los 30 años para salir campeón con el club que le abrió las puertas y tiene eso tan familiar que seguramente le recuerde a Liniers", enumeró Zunini, hoy preparador físico del plantel superior de Liniers.
"Una vez le dije -recordó- que había tenido suerte de que le tocaran semejantes entrenadores. Su respuesta me marcó y siempre la acuerdo: 'No es suerte, son elecciones'".
Además de todo eso, el tiempo también pasó para Pancho y Chiqui afuera de la cancha y casi paralelamente ambos construyeron una familia y fueron padres.
Pero más allá del camino que más de una vez lo cruzó y los hizo coincidir, hay algo más que comparten sin saberlo y, posiblemente, sin buscarlo: es que ambos son grandísimos ejemplos para todos los pibes de Bahía que sueñan con “llegar”.
Es que ambos son ejemplo porque a todo ese talento con el que nacieron, le agregaron muchísimo profesionalismo y trabajo. Nunca dejaron de crecer. Demostraron que no se conformaron que el pack que les vino por defecto y, seguramente con el apoyo de mucha gente, siguieron en busca de más.
Dentro de la cancha, se reinventaron desde el juego mismo y fueron funcionales para sus equipos. Fuera de ella, siempre se mostraron respetuosos, educados y con las palabras justas.
Ambos, además, cultores de un perfil justo y silencioso, dejando que su trabajo y el juego hicieran el ruido.
"Los que trabajamos como formados en las instituciones siempre buscamos poner referentes. Seguramente Agustín sea uno que reúna varias características para que los juveniles puedan copiar: respeto al rival, respeto al entrenador, respeto al club, respeto al compañero... Más allá del rendimiento sobresaliente de este año, la resiliencia que él tuvo durante este año es digno de que él lo cuente. Creo que no hay mucho más para decir, solamente ver como actúa un líder", señaló Juan en relación a su querido amigo, quien además es el padrino de su hija Pilar.
Hoy Pancho y Chiqui festejan, con 31 y 30 años: ¡son campeones del fútbol argentino!
Encima, como figuras de un equipo que honró a liga de nuestro país y que durante muchos pasajes del año mostró gran nivel. Y que en pocos meses pasó de luchar por no descender a jugar tres finales en un año, y el fin de semana jugará la cuarta.
Esta vez ellos, sus familias y amigos celebran por todos los sinsabores de otros tiempos y porque merecen la victoria de este presente.
"Este último año pasaron de pelear el descenso a este campeonato: creo que ese es el ejemplo de lo preparado que están ambos en todo sentido, de la cabeza y en la cancha. ¡Se lo merecen mucho!", concluyó Piro.
Hoy, aunque ellos no lo sepan, dejaron, como tantos otros, las guías del camino para que miles de pibes al menos intenten tomar la ruta que los lleve a cumplir el sueño de su vida: llegar a Primera.
Como Pancho, como Chiqui... de Bahía, de la Liga del Sur, a lo más alto del fútbol argentino. Con talento, mucho talento, pero también con trabajo, respeto y sacrificio.
¡Salud campeones!