Entre el recuerdo y el dolor: "Cuando sopla el viento y el cielo se pone negro…"
Este 16 de diciembre se cumple un año del trágico temporal que azotó a Bahía Blanca, dejando un saldo de 13 personas fallecidas. Martín salió con vida, pero enfrentó una dura realidad.
Periodista y técnica en Comunicación Digital. Desde 2022, integra el equipo de redacción de La Nueva., donde cubre eventos sociales y políticos a nivel local, regional y nacional para la edición impresa y digital.
"Es muy fuerte. Desde hace meses venía reflexionando sobre cómo me sentiría y cómo viviría mi familia la llegada del calor, esas tormentas de verano en las que el cielo se oscurece. Bueno, ese momento ya llegó. Cuando sopla el viento y el cielo se pone negro, los adultos intentamos no mostrar ni miedo ni preocupación. Pero ahora no dejo de pensar en qué pasará este 16 de diciembre".
Martín Ramírez, de 42 años, recuerda con precisión la tragedia que marcó su vida hace exactamente un año, cuando un devastador temporal golpeó Bahía Blanca, dejando a su paso muerte y destrucción.
Ese día, Martín perdió una pierna y, lo más doloroso, a dos de sus familiares.
"A eso de las siete menos cuarto fuimos a Bahiense del Norte para presenciar el show de patín de fin de año. Mi hija y mi sobrinita patinaban", relató a La Nueva.
Como era habitual, las niñas habían sido convocadas con anticipación para prepararse.
"El día estaba nublado, pesado", recordó. Un detalle que, en ese momento, no parecía significativo pero que luego se convertiría en un presagio imborrable.
Tras dejarlas, Martín y su esposa se dirigieron a las gradas de la cancha donde se desarrollaría el evento. Los acompañaban su suegra, su cuñada, su cuñado y los hijos pequeños de estos. Eligieron sentarse en el tercer escalón, justo al centro, sin imaginar que, en cuestión de minutos, todo cambiaría.
"Estaba mandando mensajes a familiares que planeaban venir pero aún no habían llegado", relató.
De repente, un estruendo estremecedor rompió la calma. "Miré hacia atrás y vi cómo el paredón comenzaba a moverse de un lado a otro. No pasó más de un segundo", recordó.
Al darse cuenta de que la pared estaba a punto de colapsar, Martín tomó una decisión desesperada: saltar hacia la pista. "Caí mirando al piso. Cuando me di vuelta, vi el paredón. Los pedazos seguían cayendo sobre las personas, como si fueran papel. No lo voy a olvidar más", aseguró.
A pesar de estar herido, su instinto de supervivencia lo impulsó a reaccionar. "Me dije que tenía que salir de ahí o terminaría aplastado". Más tarde, las imágenes del lugar cubierto de escombros le confirmarían que sobrevivir fue casi un milagro.
El derrumbe de la pared del gimnasio dejó 13 fallecidos y decenas de heridos. Para Martín, los minutos posteriores estuvieron marcados por el dolor y la angustia.
"Intenté moverme, pero mi pierna izquierda estaba aplastada y llena de sangre. Ahí entendí lo que estaba pasando", relató.
Sin embargo, había algo más fuerte que su dolor: la necesidad de encontrar a su hija. "Me arrastré como pude. Lo primero en lo que pensé era que mi hija estaba bien. La verdad que no lo sabía, pero por alguna razón pensé eso. Entonces me dije: 'Tengo que salir de acá porque tengo que ir con ella'", recordó con emoción.
Se arrastró hasta la mitad de la cancha, donde todo estaba sumido en la oscuridad. Desesperado, llamó a su esposa una y otra vez, pero no obtuvo respuesta.
Hasta que finalmente escuchó una voz familiar.
"Mamá, mamá, mamá, ¿dónde estás mamá?". Era ella. "Era mi señora llamando a su mamá", recordó.
La tragedia ya había cobrado un alto precio. Su suegra y su cuñado no sobrevivieron. Martín lo supo de inmediato: mientras buscaba a su esposa, vio a su madre atrapada y sin vida bajo los escombros.
A pesar de la angustia, logró indicarle a Vale, su mujer, que se reuniera con él en el centro de la cancha. "Cuando llegó, estaba perdida. Algo la había golpeado y no recordaba bien lo que había pasado", relató.
Ambos lograron salir arrastrándose del lugar, pero el trayecto estuvo cargado de imágenes imborrables.
"A mi izquierda vi a un muchacho que también se estaba arrastrando. Pedía ayuda a los gritos. En un momento, se detuvo y me dijo que no podía más. Luego se acostó y ya no se movió. No sé quién era", rememoró con dolor.
Ya fuera del gimnasio, Martín logró enviar mensajes de voz pidiendo ayuda. "El club estaba destrozado, había mucha gente herida", contó.
Su esposa, con una fractura de tibia y peroné, improvisó un torniquete para detener la hemorragia en su pierna mientras él luchaba por mantenerse despierto. "Noté que me empezaba a quedar dormido. Ya no sentía dolor", aseguró.
Cuando finalmente lo subieron a la ambulancia, el dolor fue insoportable. Después, solo hubo silencio.
Tres días más tarde, Martín despertó en la unidad de terapia intensiva del Hospital Municipal. La primera persona en verlo fue Vale, quien no sabía cómo decirle que había perdido la pierna. "Antes de que hablara, ya lo sabía", dijo con cierta serenidad.
El reencuentro con su hija de 8 años, Anastasia, fue un momento clave. Con la ayuda de una psicóloga, Martín le explicó lo ocurrido.
"Era chica y vio a su papá todo golpeado, con tubos y cables por todos lados. Cuando entró, le dije: 'Bueno hija, te tengo que contar algo: papá perdió la pierna'. Se largó a llorar inmediatamente y como pude, con un solo brazo, la abracé", contó visiblemente emocionado.
Una vez repuesto, intentó tranquilizarla. "Hija, no pasa nada. Papá cambió la vida por una pierna", le dijo. Y así fue.
El camino hacia la recuperación fue largo y doloroso, tanto física como emocionalmente. Además de la amputación, Martín sufrió fracturas en la columna y en el tobillo derecho.
Pasó por múltiples cirugías, rehabilitación, tratamiento psicológico y cambio de hospital. Aún hoy, lidia con el síndrome del miembro fantasma, un dolor casi insoportable e inexplicable.
"La gente no se lo puede imaginar. Por momentos siento como si me estuvieran metiendo un clavo oxidado caliente en el pie. Es inexplicable cómo tu cerebro puede saber cómo se siente un clavo oxidado caliente si nunca lo has vivido", contó.
Su recuperación llevó tiempo. "Estoy hace un mes y medio haciendo rehabilitación con la prótesis. También sigo un tratamiento psicológico: desde el día que me desperté en terapia intensiva hasta hoy, tengo sesiones todas las semanas", contó.
Al principio, Martín tenía pensamientos muy positivos, siempre decía que iba a salir adelante. Con el tiempo, esos pensamientos comenzaron a decaer.
Entre sus anhelos incluye la búsqueda de justicia. "Saber que el club no estaba habilitado y aún al día de hoy no lo está, que se sigan realizando actividades… ", expresó.
"Ahora aparece una sola persona como responsable (NdeR: por el momento, el único imputado es el ingeniero en construcciones Pablo Gustavo Ascolani) y el fiscal nos comunica que el presidente y el vicepresidente no sabían nada… La verdad es que estamos muy disconformes. El club nunca nos ayudó en nada. No lo entendemos", sostuvo con amargura.
"Es aprender a convivir con esto", insistió.
"Muchas veces imagino un futuro complicado, donde soy una persona mayor a la que le cuesta horrores no tener la pierna. Es con lo que trato de luchar todos los días", contó Martín.
Pero también tiene sueños. "De acá a un año me imagino volviendo a pedalear. Mi hobby, lo que más me gustaba hacer, era salir los fines de semana y recorrer 120 kilómetros de mountain bike por el medio del campo", compartió.
"Quiero volver a pedalear, retomar mi trabajo, y regresar a la rutina. La extraño, la necesito. Necesito saber que salgo a la mañana y regreso por la tarde, que estoy bien y que puedo manejarme solo. Ese es mi futuro deseado", concluyó.