Bahía Blanca | Domingo, 06 de julio

Bahía Blanca | Domingo, 06 de julio

Bahía Blanca | Domingo, 06 de julio

Eduardo Di Chiara: “Cuando necesité contención la encontré en el básquet”

El flamante presidente de Leandro N. Alem, la situación que lo marcó en lo personal, el presente y sus sueños con el club.

Di Chiara, en el club de sus amores. Fotos: Emmanuel Briane y Samanta Marco-La Nueva.

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

 

Eduardo mira hacia atrás y se ve reflejado en Mariano Labrocca, Rubén “Coco” Segú, los hermanos “Tito” y Rubén Ferrandi, Rubén Fillotrani, Raúl “Pelita” Reviglio, Rubén “Pancho” Commegna, Oscar “Coqui” Torre y tantos otros que dejaron su huella en Leandro N. Alem.

El lugar donde creció y se desarrolló, a los 54 años lo sigue eligiendo, ahora, cumpliendo la función de presidente.

Toda una vida en el club, haciendo travesuras, ganando amigos, aprendiendo a jugar, intentando competir y, ante todo, disfrutando.

Momento emotivo: Commegna, Fillotrani y Reviglio descubren el cartel.

—¿Qué se te viene a la cabeza cuando te encontrás trabajando como lo hacían esos dirigentes que vos veías pasar las horas en el club?

—Es una conducta que ellos han marcado. Hoy nos encontramos inaugurando una cancha con el nombre de “Coqui” Torre, emblemático, representativo y con un sentido de pertenencia que uno intenta inculcar en los chicos para que el club se siga sosteniendo. Hace 50 años se inauguraba el Lacunza y ahora cumplimos el objetivo de tener una segunda cancha.

—¿Es casi natural que quien estuvo siempre vinculado como jugador continúe trabajando?

—A mí me hace bien, más allá de saber que cada vez que paso el portón tengo media solución para diez problemas. Me pasa que mis hijos, de 12 años (Pedro) y 14 (Valentín), tienen los mismos hábitos que yo. No los puedo sacar del club, pasan horas acá y eso es impagable.

Eduardo y sus hijos Valentín y Pedro.

El club –y todo el ambiente del básquetbol- para Eduardo significaron un sostén cuando la vida lo puso a prueba.

“Lo que parecía una hernia en una zona que apretaba la médula ósea, resultó un tumor que tuvo que extraerse en dos operaciones: 10 y 12 de mayo del 2010. Eso –detalló- me provocó una parálisis total de cintura para abajo, hasta que ocho o diez meses después empecé a mover algo, hasta mi estado actual, que es óptimo para lo que da la médula”.

—¿Qué significó el club en tu vida, sobre todo después de eso?

—Siempre digo que a todos nos pasan cosas y a mí me tocó eso. Estuve un tiempo sin participar activamente en el club, después empecé a sentirlo como una necesidad y hoy es algo cotidiano. Ese grado de compromiso y agradecimiento te nace, porque es lógico que a cualquiera que le pase algo no tan bueno se aferre a todo y, al margen de la familia, los primeros que estuvieron fueron mis amigos del club. Fueron ellos los que se quedaron a dormir para hacerme compañía mientras estaba internado. Y hoy, cuando hacen un viaje de Maxi Liga voy, los acompaño, comparto. Todo ese entorno lo generó el club. Y eso uno pretende transmitirlo, para que nuestros hijos también generen esos vínculos incondicionales.

—De alguna manera, eso es sinónimo de club.

—Sí, claro. Y esto lo extiendo más allá del propio club Alem, porque cualquier persona cercana, o no tanto, estuvo atenta a mi evolución y de qué manera podía apoyar. Entonces, cuando necesité contención la encontré en el básquet.

—Lo cual va más allá de meter la pelota, ganar o perder. Algo que a veces, sobre todo los padres, no siempre llegan a comprender de qué se trata.

—Exactamente. Es lo que uno intenta transmitir. Lo que te genera el ambiente de un club, representar a una institución, cuidarla, sentir que te pertenece, encontrarte con amigos. Hoy en mi caso no me toca jugar un picado, pero cualquiera puede hacerlo. Lo que queremos es que los chicos se sientan contenidos.

—Me decías “hoy no me toca jugar un picado” y tus amigos sí tienen la fortuna de poder hacerlo. ¿De qué manera fuiste disfrutando el club desde otro lugar?

—No me voy a hacer el superado, me pasa que cada vez que los acompaño a algún torneo, si bien están grandes y lentos, je, siempre les digo: “Mientras puedan, sigan transitando una cancha de básquet”. Cuando termina el torneo me aflojo, me pasan cosas, algo lógico, porque me gustaría compartir con ellos adentro de la cancha.

—Claro, pero está asumido.

—Desde un primer momento pensé: “¿Por qué a mí no me puede pasar esto, si a todos nos pasan cosas?”. En el sorteo me tocó. Y la realidad es que después lo asumís y convivís con eso, aunque no lo superás, porque lógicamente quisiera jugar un partido con mis amigos. Sí se puede vivir y disfrutar. Se puede seguir. Y en eso tuve un montón de ayuda, inclusive desde lo laboral, con gente que me tendió una mano para poder lograr independencia, lo cual me permite disfrutar de otra manera, algo que hubiera estado complicado si no lo conseguía. En definitiva, es lo que toca vivir y puedo transitarlo de la mejor manera, sin caer en que el mundo está en mi contra.

Eduardo carga al rebote ante Fortete.

Eduardo fue uno de los referentes de una muy buena camada surgida en Alem y también supo identificarse con Villa Mitre, donde estuvo en dos etapas: desde 1989 hasta 1992 y entre 1994 y 1995.

Un jugador prolijo, con buena mano, que llegó a integrar diferentes selecciones de Bahía y Provincia.

En 2003 se retiró. Es Ingeniero Civil y siempre estuvo colaborando en Alem más allá del puesto que le tocó ocupar.

—Creciste rodeado de gente que ponía tanto empeño en el club como ahora vos. ¿Qué cambio más notorio evidencias entre aquella época y la actual?

—La disponibilidad de tiempo de los chicos es escasa, completamente diferente a lo que sucedía antes. También tiene mucho que ver la movilidad. Yo no sé si alguna vez mi viejo me trajo al club, más allá que vivía a cinco cuadras. Antes los padres estaban mucho más tranquilos. Cuando lamentablemente algún chico no quiere jugar más o elige otro entretenimiento duele, porque entendés que como club no estás dando todo lo necesario.

En la inauguración del microestadio.

—¿Algunas exigencias en cuanto a la prestación que hoy requieren los chicos obliga a agudizar el ingenio dirigencial para sostenerlos en el club?

—Totalmente. Primero pasa por el espacio. Haber incorporado el básquet femenino significó una revolución. A finales del año pasado ya era imposible entrenar, con categorías entrenando al mismo tiempo, en canchas cruzadas. La realidad es que haber puesto en marcha otro gimnasio nos permite apuntar a un mejor desarrollo del chico. A partir de esta obra nos planteamos dirigencialmente qué deporte incorporar, y llegamos a la conclusión que no podíamos salir del básquet, porque sumar otra actividad nos ayudaría a agrandar el club, pero limitaría al básquet.

—¿Se puede sostener que Alem es un club de básquet?

—Alem es un club de básquet, entonces, primero pudimos darle espacio a los chicos. De entrenar una hora durante tres veces por semana, pasaron a hacerlo cuatro días una hora y cuarto. También, 30 chicos del club tienen la posibilidad de entrenar técnica individual durante una o dos horas semanales con un entrenador de la calidad de Paquito Álvarez.

—Es ofrecer tiempo y dedicación.

—Es que el régimen de pases que hoy tenemos en divisiones menores te obliga a brindarle espacio, posibilidades y muy buenos técnicos. Esa es la forma que podés retener, sin olvidar que somos un club social, por lo tanto debe dar contención. Y cuando más chicos vengan mejor, teniendo en cuenta, a la vez, que esto es una pirámide y cada vez se vuelve más competitivo. Ahí hay que mediar un poco.

Zapata, Horvath y Diel.

—Contar con varios jugadores en Primera que tienen expectativa de un nivel superior al local, ¿los hace pensar en dar un paso hacia otra competencia?

—Hace tres o cuatro años que venimos sosteniendo un equipo con dos o tres jugadores más experimentados que apuntalan a los más chicos. Hoy ya hay cinco o seis formados en el club que tendrán activa participación. Además, pudimos dar un salto de calidad, porque el año pasado hicimos un gran torneo y nos quedamos en la puerta de una semi. Por eso, la decisión de sumar a Julián Horvath y Marcos Diel. Entonces, dentro del básquet de Bahía, a los nuestros podemos decirles que para competir en Bahía no hay nada mejor que estar acá. Después, si el nivel les da para otra categoría, lógicamente el jugador va a emigrar. Dentro del contexto de país que tenemos, igual nos permitimos soñar. La expectativa sería participar en alguna categoría inmediata a la local, con chicos formados en nuestro club que tengan potencial de jugar. Ahí cerraría el proyecto.

—¿Qué te gustaría dejar en tu paso como presidente de Alem?

—Me tocó vivir distintas etapas, inclusive cuando se bajó mucho en escuelita y minibásquet, lo cual nos demoró ocho o diez años en volver a tener categorías importantes. Hoy es sostener. Terminada esta segunda cancha, nos pusimos a renovar un poco el Lacunza y después será buscar alguna alternativa para seguir creciendo. La realidad es que cada vez cuesta más, cada área se profesionaliza y hoy los clubes tienen que ingeniárselas para poder permanecer. A largo plazo me gustaría sostener la cantidad de chicos y seguir brindándoles posibilidades.

En calidad de jugador, simpatizante, padre o presidente, de cualquier manera, Eduardo Di Chiara encontró en el Alem una manera de vivir, en las buenas, y en las malas mucho más.