Bahía Blanca | Domingo, 28 de abril

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La campaña americana de los Granaderos de San Martín

El rigor y disciplina con que San Martín formó a sus hombres quedó expresado en el “Código de honor” que juraban sus integrantes y que él mismo adoptó en la vida. (Segunda y última nota)

La campaña para llegar a Chile se organizó en el Campamento del Plumerillo (Mendoza) con todo el regimiento sanmartiniano reunido.

Tras el arribo de San Martín a Buenos Aires las tareas se multiplicaron a todo ritmo y, a un primer escuadrón lo siguieron otros dos, aunque el rigor en la preparación y capacitación de los efectivos implicó demoras lógicas. No obstante, y pese a la presión creciente por la necesidad de sumergirse de pleno en la lucha revolucionaria e independentista, el 11 de septiembre de 1812 el Primer Triunvirato decretó la creación de un segundo escuadrón y el 5 de diciembre se dispuso la creación del tercero, momento en que ya San Martín es referido con el título de comandante.

Formalmente, el Segundo Triunvirato asciende a San Martín al grado de coronel en diciembre de 1812 y crea el Regimiento de Granaderos a Caballo sobre la base de estos tres escuadrones. El nombramiento lo realiza quien será luego uno de las personas de su mayor confianza, Tomas Guido, secretario interino del Triunvirato y, por entonces, Jefe del Estado Mayor General. En aquel tercer escuadrón se expidieron los despachos de teniente coronel para Carlos María de Alvear y de sargento mayor a José Zapiola aunque Alvear, poco después, fue trasladado a otra unidad. Con estos ajustes se dispuso, además, el traslado del regimiento hacia terrenos del “Cuartel del Retiro”, hasta entonces ocupado por el Regimiento de Dragones de la Patria.

Bautismo de fuego

Cumpliendo la tarea encomendada de destacar una sección de su unidad para proteger las costas del Paraná desde Zárate hasta Santa Fe para repeler un posible desembarco español, el 3 de febrero de 1813, y tras días de marcha forzada, los montados arriban al convento de San Carlos en San Lorenzo donde se apostaron sin que los enemigos sospecharan su presencia; el plan incluía un ataque sorpresivo que, en efecto, dio el mejor resultado.

San Lorenzo, el primer combate de los Granaderos a Caballo

Una arenga templó los ánimos para el “debut” de los guerreros y, confirmado el desembarco español, el clarín lanzó los escuadrones patriotas al combate. Eran cerca de 250 hombres dispuestos en dos columnas paralelas respaldadas por dos piezas de artillería. La sorpresa desbandó a los “godos” aunque, incluso de modo disperso, lograron algunas incursiones, una de las cuales puso a San Martín al borde de la muerte, y fue salvado por la audaz maniobra del soldado Juan Bautista Cabral que, según un relato del que no hay evidencias, sacrificó su propia vida para impedir un bayonetazo a su jefe. La dispersión enemiga y su desordenado escape dejó en manos locales su artillería y el campo lleno de muertos y heridos. Al costo de veintisiete heridos y catorce muertos –los enemigos tuvieron cuarenta–, el Regimiento de Granaderos a Caballo logra así, en menos de un cuarto de hora, su primera y gloriosa victoria mientras Manuel Belgrano con su Ejército Auxiliar del Norte avanzaba desde Tucumán hacia Salta haciendo jurar la nueva bandera de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

En el Norte y la Banda Oriental

Aquel importante primer triunfo motivó que al coronel San Martín lo designaran comandante de las fuerzas de la Capital, asignándole la tarea de defender el Norte del territorio, acosado por realistas que, posiblemente, intentarían avanzar hacia el sur tras obtener triunfos sobre Belgrano en Vilcapugio y Ayohuma. Ante el infortunio, el creador de la bandera aplica la técnica del “éxodo jujeño” y la tierra arrasada aunque con ello se sabía que solo se lograría demorar la ofensiva. El otro punto débil del bando revolucionario era el aparcadero naval de Montevideo aún en manos españolas.

Entre las fuerzas destinadas a reforzar el norte se destinó –entre otros– al 1º y 2º escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo, al mando del propio San Martín, ascendido ya a mayor general y, casi de inmediato, a general. Combinando tácticas militares clásicas, como guerra de guerrillas y de recursos y guerra de zapa con fuerzas locales se sucedieron una serie de combates con suerte diversa hasta que, en noviembre de 1815 los españoles afirmaron su control del Alto Perú en la batalla de Sipe Sipe o Viluma. En paralelo, los escuadrones 3º y 4º del Regimiento de Granaderos se batieron en la Banda Oriental sumándose al Ejército de Oriente y coronando un largo sitio con el triunfo al tomar la Plaza Fuerte de Montevideo el 22 de junio de 1814: la columna vencedora fue encabezada por los destacamentos de los granaderos.

De Cuyo a Chile

Tras un breve intervalo para atender su delicada salud, en agosto de 1814 San Martín logra su objetivo estratégico y es nombrado gobernador intendente de Cuyo, reuniéndose allí con su jefe los escuadrones 3º y 4º en julio de 1815, fuerza que, al mando del teniente coronel Mariano Necochea, se constituyó en escolta del Libertador. Casi un año después y cuando ya sesionaba el congreso de Tucumán, en abril de 1816, se les unen los escuadrones 1º y 2º, de manera tal que la campaña a Chile se organiza en el Campamento del Plumerillo con todo el regimiento sanmartiniano reunido. De inmediato a concretar la proeza del cruce de los Andes el Ejército de los Andes obtiene su resonante triunfo en Chacabuco el 12 de febrero de 1817 y dos semanas después San Martín crea un escuadrón de cuatro compañías, con trescientas plazas sobrantes de los Granaderos a Caballo, para su escolta personal. Lo denomina Escuadrón de Cazadores a Caballo del Jefe del Ejército, actúa como unidad independiente, y su comandante es, nuevamente, Necochea. En enero del año siguiente crea un segundo escuadrón de esta unidad bautizados como Los Cazadores, que tenía doce plazas de “zapadores montados” especialistas en múltiples trabajos de pico y pala.

Comandados por Antonio González Balcarce y con la jefatura del teniente coronel Benjamin Viel, los escuadrones 3º y 4º hicieron la Segunda campaña al sur de Chile que culminaría con la victoria del Biobío. El 14 de enero de 1818, Viel pasa a ser comandante del 4º escuadrón, que tenía doce oficiales y 163 hombres de tropa, continuando la campaña al mando del general Ramón Freire. Con resultados diversos estas fuerzas se vieron obligados a combatir a fuerzas contrarrevolucionarias como las del líder guerrillero realista Vicente Benavídes. Para tener una idea de las fuerzas movilizadas diremos que entre 1817 y 1820, el Regimiento de Granaderos a Caballo se integraba con tres escuadrones, y contaba con 32 oficiales, 21 sargentos, 39 cabos y 397 soldados en total mientras que los Cazadores a Caballo constaban de dos escuadrones con 25 oficiales, 14 sargentos, 37 cabos y 232 hombres. Cuando en el año 20 el poder central de las Provincias Unidas –el Directorio– había desaparecido en manos de las autonomías provinciales y, por lo tanto, la “retaguardia” del Ejército de los Andes, desaparecido, un decreto del Director supremo de Chile Bernardo O’Higgins del mes de noviembre, incorporó al nuevo “Ejército Unido Libertador de Chile” al escuadrón nº 4 al mando de Viel cambiando su nombre por el de “Húsares de Marte”, grupo que, en 1822, pasará a denominarse Dragones de Chillán. Entretanto, el 3º escuadrón, junto al resto del regimiento, se integró al nuevo Ejército trasnacional que pondrá proa hacia el Perú.

En Perú y Ecuador

En el Perú los efectivos de los Granaderos a Caballo disminuyeron para conformar unidades peruanas aunque, a principios de 1821, se integró el Escuadrón de Granaderos a Caballo del Perú con base en cuadros tomados de los Granaderos de los Andes. Esa unidad participó en las campañas de la Sierra al mando del sargento mayor José Félix Aldao cuyas huestes, al terminar esa campaña, se distribuyeron entre los Granaderos de los Andes y los Húsares de la Legión Peruana de la Guardia.

El 24 de abril de 1822, un escuadrón de 96 granaderos, al mando del sargento mayor Juan Galo Lavalle, fue principal protagonista de la batalla de Riobamba, en territorio del Ecuador, que es considerada una de las más brillantes victorias de caballería en la Guerra de la Independencia. La presencia del grupo de Lavalle se explicaba como parte de las fuerzas que San Martín había enviado al Ecuardor en apoyo del general Antonio José de Sucre –lugarteniente de Bolívar– en auxilio de la campaña del Ejército de la Gran Colombia. La bravía del joven Lavalle –por entonces de 24 años– fue encomiada por el propio Simón Bolívar con quien el “porteño” tendría algunos cruces que molestaron la soberbia del venezolano. De cualquier modo, en reconocimiento a su valentía y arrojo, el Libertador Bolívar los rebautizó “Granaderos de Riobamba” y, con ese nuevo nombre intervendrán en la batalla de Pichincha, el siguiente 24 de mayo.

La campaña en los “puertos intermedios”

El gobierno de San Martín en el Perú se extendió desde el 3 de agosto de 1821 hasta el 20 de septiembre de 1822, cuando tomó el camino de regreso a Mendoza y, luego, el del exilio en Europa. Tras su partida, las unidades rioplatenses disminuyeron en número, pasando gran parte de sus soldados a los cuerpos peruanos. Antes de retirarse nombró a Rudecindo Alvarado como Gran Mariscal del Perú y jefe de todas las fuerzas argentinas y le encargó hacer una campaña a los “puertos intermedios”, o sea, del sur del Perú y del norte de Chile, para tomar la ciudad de Arequipa y acosar a los realistas del Cuzco. A pesar de contar con una fuerza de cinco mil hombres, la campaña de 1823 devino en desastre: en dos días sufrieron dos derrotas en Torata y en Moquegua y el ejército logró reembarcarse en el puerto de Arequipa gracias a que varias cargas de la caballería del coronel Lavalle los salvaron de ser capturados, aunque muchos patriotas murieron cuando sus barcos naufragaron. 

Esta desafortunada campaña causó desazón entre soldados que estaban a miles de kilómetros de sus hogares a punto tal que en 1824, como consecuencia de la sublevación del Callao, dos escuadrones con unos doscientos granaderos a caballo, se unieron a la totalidad de la infantería rioplatense que, amotinados, se pasaron al ejército español. A pesar de ello, 122 jinetes que se unieron a la caballería de Bolívar participarán con heroísmo en las fuerzas americanas bajo las órdenes del coronel Alejo Bruix, sufriendo solo 8 muertos y 16 heridos.

Tras algunas peripecias finalmente, bajo el mando de Bruix, el escuadrón de caballería intervino en la gloriosa Batalla de Ayacucho de diciembre de 1824, que pondrá fin a la dominación española en América.​ En el campo de batalla el mando lo ejerció el coronel Félix Bogado, que luego condujo el retorno de los Granaderos de los Andes a su país. Bogado fue ascendido a coronel graduado con la fecha del día de la batalla, formando parte de la división del general inglés Guillermo Miller y que él describe en sus memorias como comprendida por los Húsares de Junín, los Granaderos de Colombia, los Húsares de Colombia y los Granaderos a Caballo de Buenos Aires.

De regreso…

En marzo de 1825 el cuerpo se embarca en Arequipa, arriba a Valparaíso el 10 de julio y, en diciembre, cruza la cordillera por destacamentos. El 31 de diciembre, en Mendoza, se realiza un inventario: 86 sables, 55 lanzas, 84 morriones y 102 monturas. El 13 de enero de 1826, con 23 carretas, inician su marcha hacia Buenos Aires y tras un mes de penosa travesía, llegan el 19 de febrero. A las órdenes del coronel Bogado son, en total, 78 hombres y, entre ellos, hay seis muy especiales, son los seis granaderos a caballo que hicieron toda la campaña: Paulino Rojas, Francisco Olmos, Segundo Patricio Gómez, Damasio Rosales, Francisco Vargas y Miguel Chapoyá. Vale agregar que otros se dirigieron a destinos en sus provincias natales o adoptivas, como el caso de Lavalle que permanece en Mendoza con su familia política. En el contingente regresaron también los sargentos sublevados en el Callao: Muñoz, Molina y Castro, quienes fueron ahorcados en la Plaza del Retiro el 25 de noviembre de 1825. De un total aproximado de mil hombres que contó el regimiento en diversos momentos solo 120 volvieron a Buenos Aires.

La Gaceta Mercantil del 17 de enero de 1825 comenta: “Cerca de nueve años han pasado desde que estos valientes marcharon a libertar a Chile. En este largo período se pueden contar los días con gloria que han dado a la patria, por las veces que se han batido con nuestros enemigos. Nuestra gratitud será siempre demostrada a estos viejos soldados de la libertad con las más tiernas efusiones de nuestros corazones. Eternamente llenaremos de bendiciones a los héroes de Chacabuco y Maipo; si, a esos que han conducido en triunfo el pabellón argentino hasta Quito y que han sabido derramar su sangre por la libertad de la patria en Junín y Ayacucho”.

Por decreto del 23 de abril de 1826, el presidente Bernardino Rivadavia los designó escolta presidencial. Hasta 1828, varios de sus oficiales toman parte en la Guerra con el Brasil siendo algunos de ellos la escolta del General en Jefe del Ejército de Operaciones, Carlos de Alvear y, como Juan Lavalle y otros veteranos de los Andes como Félix de Olazábal y Lucio Mansilla intervinieron como parte de la caballería republicana en las históricas batallas de Ituzaingó y el Ombú. Al finalizar este conflicto y desatándose ya la guerra civil entre federales y unitarios, el regimiento fue disuelto.

De San Lorenzo al Ecuador y de Maipú a Ituzaingó, el relato de tanto heroísmo permite confirmar que el Gran Capitán de los Andes no se había equivocado, casi una década antes, al afirmar: “De lo que mis Granaderos son capaces, solo lo sé yo. Quien los iguale habrá; quien los exceda, no”.

Código de Honor de los Granaderos a Caballo

Delitos por los cuales deben ser arrojados los oficiales

1. Por cobardía en acción de guerra, en la que aún agachar la cabeza será reputado tal.

2. Por no admitir un desafío, sea justo o injusto.

3. Por no exigir satisfacción cuando se halle insultado.

4. Por no defender a todo trance el honor del cuerpo cuando lo ultrajen a su presencia o sepa ha sido ultrajado en otra parte.

5. Por trampas infames como de artesanos.

6. Por falta de integridad en el manejo de intereses, como no pagar a la tropa el dinero que se haya suministrado para ella.

7. Por hablar mal de otro compañero con personas u oficiales de otros cuerpos.

8. Por publicar las disposiciones internas de la oficialidad en sus juntas secretas.

9. Por familiarizarse en grado vergonzoso con los sargentos, cabos y soldados.

10. Por poner la mano a cualquier mujer aunque haya sido insultado por ella.

11. Por no socorrer en acción de guerra a un compañero suyo que se halle en peligro, pudiendo.

12. Por presentarse en público con mujeres conocidamente prostituidas.

13. Por concurrir a casas de juego que no sean pertenecientes a la clase de oficiales, es decir, jugar con personas bajas e indecentes.

14. Por hacer un uso inmoderado de la bebida en términos de hacerse notable con perjuicio del honor del cuerpo.

Los Granaderos a Caballo, hoy

El Regimiento tiene su sede en el cuartel de Palermo, de la ciudad de Buenos Aires, contando con destacamentos en la Casa de Gobierno, la residencia presidencial de Olivos, Yapeyú, Los Talas y San Lorenzo.

En el presente el Regimiento se constituye por siete escuadrones que llevan nombres de batallas en las que intervino y, también existen mujeres granaderas que integran el regimiento y que utilizan el mismo uniforme que sus compañeros varones, aunque les corresponde usar una pollera larga en lugar de pantalón. Entre sus tareas principales cuenta la organización ceremonial. Los siete escuadrones son:

Escuadrón Ayacucho, Escolta Presidencial de Casa de Gobierno.

Escuadrón Chacabuco, Custodia Presidencial Residencia de Olivos.

Escuadrón Junín, montado.

Escuadrón Maipo, montado.

Escuadrón Montevideo, ESPAC.

Escuadrón Riobamba. Primer Escuadrón, montado sobre caballos criollos.

Escuadrón San Lorenzo, montado.

Integra también el regimiento la Fanfarria Militar Alto Perú.